miércoles, 25 de mayo de 2011

Al Qaeda o el Monopolio del Terrorismo

Desde el 2001 hasta la fecha, han proliferado los expertos en temas internacionales los cuales aseveran que, de la misma forma en que la economía, las relaciones diplomáticas e incluso la interacción de las personas se han modificado producto del fenómeno de la globalización, así también el terrorismo ha conseguido adaptarse al este concepto de la aldea global. Y todos quienes opinan así colocan a Al Qaeda y a su líder, el recientemente ajusticiado Osama Bin Laden, como el ejemplo más vistoso. No es una tesis antojadiza, habría que reconocer: esta organización eligió expandir su ideología y sacar adelante sus propósitos creando células en diversos países. La principal motivación se encuentra en el sustento religioso de sus integrantes, quienes profesan la versión más extremista e intolerante del islam, un credo que al igual que el cristianismo tiene un mensaje proselitista de alcances universales. De hecho, los seguidores de Jesús, en tiempos de las espadas y los carruajes medievales, establecieron pactos entre gobernantes con un objetivo común: las cruzadas, esas expediciones militares destinadas a quitarles, en el nombre de Cristo y por la vía violenta, los lugares y recintos bíblicos a los turcos, por lo demás un pueblo musulmán. Sin embargo, lo que hace un milenio era posible sólo mediante la colusión de monarcas poderosos y nobles adinerados, que pensaban parecido y para colmo eran obedientes irrestrictos al papa, al menos cuando éste los favorecía: el fundador de "La Base" lo consiguió merced a su habilidad para manejar la contemporánea rapidez de los medios de transporte y de comunicación, logrando coordinar un aparataje medianamente complejo, aunque poco costoso, para efectuar atentados de enorme envergadura, cuyo impacto en el ciudadano pedestre era mayor debido a las imágenes ofrecidas por la televisión.

Sin embargo, la impresión que genera el modo de proceder de Al Qaeda, da a entender que la explicación no se agota en los términos más elementales de la denominada aldea global. Incluso tal apreciación provoca sospechas, al ser lanzada a coro por analistas que repiten lo mismo cada vez, y que parece están embobados por tal concepto, si no han sido pauteados por sus empleadores. Fuera de que el orden mundial implantado desde 1990 hasta hoy no se agota en la globalización, aunque ciertos interesados lo intenten hacer así. Por el contrario, existen una serie de aspectos encadenados, algunos de los cuales no son muy agradables, como la concentración de la riqueza o los monopolios. Estos últimos, no sólo económicos, sino también sociales y políticos, como por ejemplo la actitud avasallante que Estados Unidos ha sostenido con el resto de los países. En semejante ambiente, un grupo cada vez más reducido de individuos cuenta, en forma inversamente proporcional a su crecimiento numérico, con la más amplia capacidad de tomar decisiones que afectan a continentes enteros. Tal atomización, por cierto, reduce las alternativas competitivas, lo cual suele esgrimirse como causa de las actuales situaciones de aumento de la pobreza y de las desigualdades pecuniarias. No solamente el mundo se hace más pequeño, sino que en paralelo las opciones de escoger van desapareciendo.

De cierta forma, esa tendencia de centrarlo todo en una o dos cabeceras, también ha influido en las organizaciones guerrilleras y terroristas, en especial a partir del surgimiento de Osama Bin Laden. Ya antes del 11-S, las diversas organizaciones armadas musulmanas estaban empezando a ser absorvidas por Al Qaeda, incluyendo algunas de antigua data cuyas pretensiones se reducían al ámbito local y no se encontraban atravesadas por la motivación religiosa, como los combatientes filipinos. Luego comenzaron a sucumbir los movimientos independentistas kurdos y palestinos, que para sobrevivir debieron asociarse, siquiera levemente, con el monstruo erigido en Afganistán, en un curioso equivalente a lo que en el ambiente de las corporaciones empresariales se denomina "alianza estratégica", ya que de otra manera podrían ser apreciados como una corriente heterodoxa y perder adeptos en favor de la nueva institución. Por último, las entidades clandestinas europeas y americanas experimentaron una pérdida de influencia: es innegable que ETA se hizo más vulnerable a los golpes policiales después de los atentados del once de marzo en Madrid, cuando una entidad desconocida y mejor preparada se instaló en su territorio de acción con el fin de disputarlo y arrebatárselo. Similar cosa ha acaecido en Colombia con las FARC. Es que, aunque se trate de intereses distintos, las vetustas agrupaciones poco pueden hacer frente al atractivo de propuestas que a la vez resultan extrañas y novedosas, y que acumulan toda la agresividad que contiene el vigor juvenil. Idéntico a lo que sucede en el ámbito comercial, donde una marca ignota o que se halla al mismo nivel puede conquistar los mercados debido a la perseverancia majadera de su mentor, quien antes de subir a la cúspide toma la oportuna determinación de comprar a todos sus rivales.

Así como se obedece a un solo gobierno, se adquieren productos en una sola gran cadena de tiendas o se ingresa a internet por el mismo servidor: de la misma forma estamos, según el caso y la sensibilidad personal, admirando o repudiando a la misma organización terrorista o a un mismo líder clandestino. Incluso, esa tendencia a confiar en los monopolios está convirtiendo en sinónimos a los términos guerrilla y el mencionado terrorismo, cuando se trata de palabras con significados diferentes y que no debieran mover a confusión. El problema podría estar en Occidente y su manera de considerar el extremismo islámico, metiendo en un mismo saco a combatientes que luchan por los más diversos impulsos, hasta los que no tienen ninguna similitud con el credo musulmán o (desde que George W. Bush acuñó el concepto de "guerra al terrorismo" ha sido así, olvidando que se trata de una actividad que tiene matices, incluso entre instituciones que persiguen el mismo objetivo), incluso los que se enfrentan a clérigos integristas mahometanas. Es de esperar que esto no se torne una profecía autocomplida, donde marxistas, nacionalistas, regionalistas o separatistas, acaben viendo en Alá la fuente de un proyecto histórico común, y consideren a Bin Laden como su inspirador y su primer mártir. Algo que por cierto ya ocurrió, con el liberalismo de la Revolución Francesa y el comunismo del siglo XX.

No hay comentarios: