miércoles, 18 de mayo de 2011

La Obsesión Por Parir

No conozco ni un ápice del proyecto sobre pos natal que el gobierno de derecha pretende que le aprueben en el Congreso. Y la verdad poco me interesa. Pero quisiera detenerme en dos aspectos que sus detractores han destacado. El primero, que a cambio de algunos beneficios se quitarán otros, como la posibilidad de que la futura madre exija la licencia varios meses antes de la fecha pronosticada para el alumbramiento, en favor de mantenerse más tiempo en casa amamantando al recién nacido. El segundo, que de acuerdo a ciertas estimaciones, la reforma acabará favoreciendo a mujeres de determinados estratos sociales, de preferencia medios y altos; y por el contrario, constituirá un retroceso en la situación legal de aquellas de sectores más pobres.

Hay algo que, pese a todos los avances que hemos experimentado como mundo, los conservadores han logrado mantener inamovible de la cultura universal, como es el ansia de la mayoría de los seres humanos por dejar descendencia. Un hecho que debe ser su triunfo más importante, pues ni en los sectores más radicales de la izquierda se han atrevido a cuestionar esta conducta, llegando incluso a fomentarla, y uno de los ejemplos más claros al respecto son estos cuerpos jurídicos que le permiten a la mujer ausentarse durante un año de su trabajo para disfrutar con tranquilidad, primero de su embarazo y luego de la crianza del bebé. Conjuntos de leyes que son de épocas recientes, donde ambos géneros participan a partes casi iguales en el campo laboral, y a través de los cuales se pretende subsanar el pecadillo de abandonar la casa descuidando la cocina y la cuna. Que cometen las féminas que buscan superarse a sí mismas, pero también los mencionados grupos izquierdistas, que se muestran tolerantes a tales prácticas y hasta las elogian en sus mítines. Pues su contraparte, la derecha, ya lo tiene todo solucionado, con su discurso reaccionario que sostiene que las personas, con la honrosa excepción de los curas, existen sólo para casarse y procrear.

Una idea que, como todo lo que proclama el conservadurismo que busca ser alguien a punta de imposiciones y prohibiciones, es excelente cuando los afectados por ella permanecen lo más lejos posible del propio círculo social. De ahí que no resulte extraño para estos sujetos modificar el acceso al pre y pos natal de una manera que termine siendo perjudicial o poco atractiva para las mujeres pobres. Si la preñez les cierra las oportunidades de trabajo, sólo les quedará la alternativa de tener más y más hijos. ¿Que van a decidir la opción laboral y van a transformar a Chile en un país de viejos? ¡Pamplinas! En los estratos bajos, una fémina que no tiene descendencia antes de los veintidós años es vista como una inservible, y la presión es mayor si se observa alrededor y se nota que ni siquiera hay la remota posibilidad de un empleo mediocre. Eso sin contar que están recibiendo un constante bombardeo publicitario a través de la televisión -por lejos la gran fuente de distracción de estos lugares- que les habla de las supuestas bonades de la familia, con rostros sonrientes que cargan una guagua en sus brazos. Y que si llegan a encontrar una ocupación remunerada, tanto sus jefes como compañeros las van a estar presionando a cada rato para que finalmente decida quedarse encinta, incluso convirtiéndose en víctima de acoso sexual. Además, que cuando las empresas descubren que tienen números rojos, echan mano al viejo recurso de reducir personal y los primeros perjudicados son quienes no cuentan con hijos a cargo, por eso de las bocas que llenar. Tal vez las profesionales no sufran estos reveses por la valorización que siempre ostenta el trabajo calificado, o porque están mejor preparadas o pueden contratar un buen abogado. Pero es difícil arreglárselas con una instrucción escolar incompleta y de mala calidad.

Al respecto, lo interesante sería plantear, al punto de estamparlo también como ley, un subsidio a los métodos anticonceptivos, incluso desde la adolescencia, con el fin de establecer, del mismo modo que se hace con la maternidad, el derecho a no tener hijos, que al fin y al cabo cada una de las dos decisiones, al menos en un ambiente democrático, es libre y soberana de la propia conciencia personal. Y porque cuando alguien no está en condiciones económicas de ejercer sus atribuciones, es el Estado quien debe proporcionarle los medios para ello. Quizá, así se tomaría mayor conciencia acerca del embarazo adolescente, o de lo que significa parir en medio de la pobreza y la precariedad, y de paso el número de los llamados "hijos no deseados" disminuiría drásticamente. Toda vez que bajarían los grados de discriminación contra quienes optan por eludir la descendencia. Entiéndanlo: muchos ya saben que el progreso individual y social pasa por la superación de la paridera.

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