miércoles, 15 de junio de 2011

La Responsabilidad de los Niños

James Cameron, el primer ministro conservador del Reino Unido, al parecer está tratando de proyectar la imagen de que su gobierno se preocupa por la infancia, a pesar de que apenas asumido su cargo, eliminó las ayudas económicas que el Estado les entregaba a los padres por cada hijo que engendraban, so pretexto de paliar la grave situación del erario público británico, consecuencia de decisiones erráticas que fueron tomadas en el marco de la crisis financiera internacional. Para ello, encargó a un comité de expertos vinculados a varios grupos religiosos, la redacción de un informe que ha sido conocido como "la revisión Bailey", por el apellido de su coordinador. En dicho escrito, se lleva a cabo una evaluación muy negativa y en términos condenatorios de lo que se identifica como "la erotización infantil", poniéndose énfasis en situaciones tales como la venta de minifaldas o zapatos con tacones altos para niñas menores de diez años, o ropas que a estas mismas chicas les permite mantener descubierto su ombligo. De igual modo, el informe recomienda prohibir la publicidad de vestimentas ostentosas cerca de las escuelas, además de restringir el pase en televisión de vídeos musicales a horarios exclusivos para adultos.

En Chile, durante la década de 1990, cuando la iglesia católica le ponía freno a una ley de divorcio, impedía la realización de jornadas de auténtica educación sexual en los establecimientos educacionales, presionaba a los jueces para que emitiesen fallos que censuraban películas y se esforzaba por erradicar los anticonceptivos del sistema público de salud -recurriendo a amenazas, campañas del terror y hasta falsos "estudios"-: por otro lado, proliferaban los comerciales televisivos y los afiches en diarios que utilizaban bebés desnudos, en lo posible con sus genitales a la vista, como una forma de promocionar sus productos. Confirmando que las situaciones relacionadas con la pedofilia y el abuso infantil se dan en sociedades represivas no sólo en términos morales. Pues, en aquellos años no existían normativas legales que castigaran el maltrato o la explotación sexual de los niños; ni hablar de  iniciativas que los protegieran de abusadores sexuales. Más aún: la reforma a la filiación parental, que permitió eliminar la figura del bastardo del código civil -donde nunca va a ser usada si no es en un sentido peyorativo-, recién logró ser promulgada en 1999, y después de un acalorado debate el cual en reiteradas ocasiones tendió a desviarse a cuestiones de interés más oligárquico como el asunto de la herencia. Ignoro en qué parada se encontrará el Reino Unido. Pero para darse una idea, basta con señalar que al menos en Inglaterra la legislación les otorga a los padres el derecho a aplicarles castigos físicos a sus hijos: incluso el antecesor de Cameron, Tony Blair, señaló en una entrevista que él les había bajado la vara a sus vástagos y que estaba muy orgulloso de ello. Por lo que esas imágenes en las que flemáticos profesores aparecen golpeando a sus alumnos aún tienen bastante actualidad.

Analizada de acuerdo a esas circunstancias, entonces, la iniciativa británica queda despojada de todas sus virtuales buenas intenciones y le traspasa la pelota de la culpa a los mismos que asegura defender. Con ello, además, puede ocultar su falta de eficiencia en el control de los pervertidos sexuales, así como ocurre con aquellos sujetos que acusan a las mujeres violadas de ser las principales responsables de esa vejación porque se visten de manera indecorosa. Eso sí: los niños no deben indicados con el dedo de forma tan expuesta, ya que san Jean Piaget nos ha insistido que no estamos frente a adultos de baja estatura. Por lo tanto, la mencionada revisión Bailey entrega una lista de recomendaciones para los padres, al mismo modo que le sugiere al ejecutivo dotar a estos últimos de herramientas que hagan más efectivo su dominio sobre los irreverentes muchachos. Por ejemplo, limitando a través de dispositivos especiales el acceso a internet, a páginas que en primera instancia ellos, pero en realidad el gobierno y la sociedad biempensante, consideren inapropiadas. O impidiendo que sus vástagos salgan a la calle con ropas provocativas. Hasta vigilar las letras de las canciones que tararean y de encontrar algo sospechoso, remitirse a la autoridad competente si el correctivo no ha dado resultado. Todo en aras de hacer "más armoniosa la convivencia de la familia"... aunque, cuando dicha armonía familiar se genere en hogares más democráticos y libres, sea el Estado quien se haga cargo, arrebatando a los chicos del brazo de sus progenitores y encerrándolos en centros correccionales.

Si al gobierno de James Cameron realmente le preocupa la infancia, entonces debería restablecer las ayudas estatales por hijo que suprimió tomando como subterfugio la crisis financiera internacional. Lo demás es un sacrificio obligatorio que sólo sufren quienes no provocan las recesiones económicas ni imponen proscripciones morales. Pues al final, los mayores afectados serán los pequeños distribuidores ingleses de ropa y los propios padres, a quienes el Estado, aparte de dejarlos a la deriva y en una situación de desocupación permanente, los envía a cumplir exigencias extras bajo la amenaza de ser sancionados legalmente. En todo caso, esta inquisidora sobre los infantes se está tornando una tendencia en el Primer Mundo, donde al parecer, la paulatina supresión de ciertos métodos de disciplina, ha permitido la aparición de generaciones menos complacientes con el mundo que les ofrecen los adultos. A lo cual se responde con actitudes coercitivas de tonalidad más "moderna" o "civilizada", donde las pautas las determinan los mismos círculos de siempre, aunque ahora amparados en sus títulos universitarios y estudios hechos con "el mayor rigor científico posible"

No hay comentarios: