domingo, 27 de noviembre de 2016

La Fiesta de los Gusanos

Entre las diversas reacciones que provocó el deceso de Fidel Castro, hubo una que atrajo especialmente la atención de los medios masivos de comunicación: las expresiones de júbilo de los llamados cubanos anticastristas afincados en una gruesa colonia en Miami, quienes salieron a celebrar a las calles con champaña y la típica música desechable que se emplea en estos eventos. Se unieron, de ese modo, a los diversos grupos formados en torno a una ideología -ya sea para apoyarla o rechazarla- que en los últimos años han festejado de manera espontánea el fallecimiento de un adversario político importante, como ocurrió en Chile con los opositores a Pinochet cuando murió el dictador, o con los israelíes y palestinos cuando, respectivamente, Yasser Arafat y Ariel Sharon corrieron idéntica suerte.

Hay cubanos repartidos por todo el mundo, quienes han emigrado de su isla por diversas causas, entre las cuales pueden citarse las económicas e incluso políticas en el sentido de expresar una postura crítica al régimen de Castro. Sin embargo, cuando cualquier medio de comunicación, o la mayoría de los analistas, quiere hablar de disidencia respecto del sistema cubano, siempre termina recurriendo a esa colonia compactada en Miami, presentándola como el símbolo de una supuesta heroica resistencia contra un totalitarismo que durante sesenta años ha subyugado a un pueblo ya fuere por el miedo (en el caso de los habitantes de Cuba) o la complicidad de la prensa internacional izquierdista (en el caso de los connacionales residentes en el extranjero). En circunstancias de que en diversos países del orbe se puede encontrar a personas que son partidarias abiertas de Fidel -y en caso alguno constituyen una minoría-, que prefieren el diálogo con las autoridades comunistas o que, pese a identificarse como directos opositores, al menos tienen mayor dignidad y significan un aporte intelectual y práctico bastante mayor que sus compatriotas de Florida.

 En cambio, el grupúsculo de Miami está formado por una turba de niños y viejos mimados que en seis décadas sólo han sabido crear locales de comida rápida y música de horrorosa calidad (misma de la cual ofrecieron unas muestras en su más reciente celebración). Con privilegios especiales en Estados Unidos -debido a causas obvias- no enfrentan las situaciones de pobreza y exclusión de inmigrantes o incluso refugiados de otros lugares del caribe que han pisado suelo norteamericano, por ejemplo los puerto riqueños que viven en el Bronx. Eso los ha impulsado a encerrarse en sus barrios periféricos, donde expresan esa actitud propia de pueblerinos a la vez ignorantes y arrogantes que no imaginan otra forma de ver el mundo fuera de la suya, por cierto la misma conducta que le atribuyen a los partidarios de Castro, y que no obstante es cercana a lo que ocurre con aquellas colonias europeas trasplantadas durante el siglo XIX a otros continentes, como los bóer en Sudáfrica, donde las prebendas entregadas por el territorio de acogida les permite preservar sus más rancias tradiciones. Quizá la situación de quienes analizamos ahora, difiera un tanto porque se trata de sujetos arribados en una época más reciente a una nación muy grande que ya contaba con sus foráneos oligárquicos. Pero al final las consecuencias son parecidas.

Las que se traducen en una identidad surgida desde el mal gusto y la oquedad más intrascendente, propia tanto de personas como de colectivos mimados. Eso es lo que ha llevado a definir a estos cubanos con neologismo reservado sólo para ellos: el de anticastristas. Porque ni siquiera los calificativos de disidente u opositor son satisfactorios para identificarlos, aunque enseguida se atribuyan la representación de todos sus compatriotas que expresan algún nivel de conflicto con el régimen de Castro (y también de los que no). Si bien la rica y generosa lengua española ha permitido que un antiguo vocablo extraído de sus propio seno permita individualizarlos del modo más certero que se ha conseguido: el de gusanos. Y la verdad es que eso son tanto en términos sociales como políticos en vez de cualquier otra palabra que exprese inclinación partidista o alineamiento con alguna tendencia.

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