miércoles, 2 de diciembre de 2009

Frei: Un Político Sin Futuro

No me atrevo a elucubrar sobre quién será el presidente de Chile para el periodo 2010-2014. La derecha, con Sebastián Piñera a la cabeza, ha sacado una buena ventaja, y es probable que en estas dos semanas que quedan antes de la elección, aún capte una minúscula cantidad de votos. Pero, por otra parte, la Concertación, confiada en la virtual segunda vuelta -que hace rato pasó de ser una probabilidad cierta a un hecho concreto-; piensa que es capaz de revertir la situación, amparada sobre todo en una característica muy comprobable respecto del sufragante chileno: el miedo visceral que se le tiene a los tenebrosos conservadores, lo que anula toda posibilidad de entregarles el gobierno, a sólo veinte años del fin de la dictadura militar.

Lo que queda claro es una cosa: Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el abanderado de la Concertación, que aspira a ganar su segunda legislatura tras el siniestro sexenio que protagonizó en 1994-2000, es, parodiando una famosa pregunta de las empresas encuestadoras, un político sin futuro. Pierda o gane. Si es derrotado, por motivos obvios: será el primer gran fracaso de la coalición oficialista desde su creación, en un momento en que está resquebrajada y ya no tiene la convocatoria de antes; en definitiva, le pondrá la lápida a su disolución. Y si triunfa, las perspectivas no se anuncian mejores. Será un gobierno impopular, sin respaldo en el Congreso -donde en el mejor de los casos, contará con mayoría relativa en ambas cámaras-, y en el que sus votantes, a diferencia de eventos anteriores, le mostrarán sin tapujos que en el balotaje se decidieron por el "mal menor". A Frei, es probable que le ocurra lo de otros gobernantes latinoamericanos reelegidos tras un periodo en el cual tomaron palco, como Belaúnde Terry o Sánchez de Losada: enfrentará una época distinta donde las demandas sociales se conducen por otros intereses, a lo que responderá con las soluciones ofrecidas durante su primer mandato, o simplemente no encontrará una respuesta satisfactoria, y su réplica será la represión o el autoritarismo. Los dos ejemplos que he nombrado son dispares: la primera administración de Belaúnde fue interrumpida por un golpe militar, mientras que el boliviano alternó sus periodos entre comicios democráticos. Y si el peruano acabó su segunda ordenanza en medio de un alto nivel de rechazo, Sánchez se vio forzado a renunciar debido a un alzamiento popular.

Debido a que varias constituciones latinoamericanas prohiben la relección inmediata, quizá por el miedo a que un sujeto carismático sucumba a la tentación de perpetuarse en el poder ( ha sucedido incontables veces en el pasado), los viejos presidentes que desean volver a sentarse en el máximo sillón abundan por estos lares. Sin embargo, existe una disquisición mental que también los motiva. Como los países de esta región viven y sobreviven en perpetua crisis - económica, política, social, cultural, o todas al mismo tiempo-, se ven a sí mismos como mesías o salvadores. No importa que lo hayan hecho mal en su anterior legislatura: aún cuentan con su capacidad de liderazgo. Al respecto, cabe recordar en Chile a Carlos Ibáñez del Campo, quien tras una desastrosa dictadura en 1927-1931, se presentó a las elecciones en 1958 y ganó, pues en el colectivo nacional se instauró la idea de que una mano fuerte podía controlar la hiperinflación de entonces, lo cual por cierto no acaeció. También, esta la opción de reivindicarse ante la opinión pública, pues esta segunda oportunidad permite corregir los errores del pasado. Algo de lo último está pasando con Frei, quien durante su campaña, ha prometido la consolidación de un Estado fuerte, siendo que llevó a cabo una seguidilla de privatizaciones de empresas totalmente rentables, las cuales jibarizaron el aparato estatal, toda vez que los nuevos dueños de las entidades negociadas, no han cumplido con las expectativas que ellos mismos ayudaron a crear.

La verdad es que quien regresa a repetirse el plato, tiene la misma ambición desmedida de aquellos que pretenden relegirse hasta la tumba. Y se valen de los mismos argumentos, pues aseveran que en todo el país no hay nadie con el suficiente peso para levantar a una sociedad alicaída. Y luego mira alrededor y logra convencer a todos de que eso es cierto: cómo iba a ser de otra forma, si por estos pagos el poder siempre lo ha detentado una oligarquía endogámica de contados miembros que sólo se dedican a repartirse el territorio. Frei ha reproducido este discurso, al afirmar que es la persona mejor preparada al momento de reencantar y reunificar al desilusionado electorado de la Concertación, cuestión que a todas luces no ha conseguido y a estas alturas ya no garantizará. Pero cree que su demacrado rostro ha hecho girar el timón en sentido contrario. Y eso lo obnubila. Ya que, de paso, le ahorra el bochorno de verse obligado a pedir discuplas por las atrocidades cometidas durante su anterior mandato. Y no me refiero al supuesto indulto a un narcotraficante ( mencionar eso una y otra vez es de nazis: finalmente, todo delincuente tiene derecho a rehabilitarse y el perdón presidencial es una facultad consagrada en la legislación chilena), sino a la seguidilla de casos de tortura y violaciones a los derechos humanos contra quienes dirigían movimientos independientes, algunos de los cuales remataron en muertes denunciadas hasta hoy por los organismos internacionales, pues sus autores han sido identificados pero jamás han recibido una condena por sus fechorías. Espero que alguna vez esos crímenes que él mismo ayudó a cubrir, le golpeen en la conciencia, aunque para obrar de la manera en que lo está haciendo, dudo que la tenga.

No hay comentarios: