martes, 29 de diciembre de 2009

Chile Primero: Debut y Despedida

En medio de tanto jolgorio, por la amplia ventaja sacada con miras al balotaje, los partidarios de Piñera pasaron por alto un detalle significativo: el fracaso en las elecciones parlamentarias de Chile Primero, que no obtuvo representación en el Congreso. Un hecho importante aunque en apariencia se vea menor. Pues aquel partido, formado en 2006 por disidentes del ala centroizquierdista de la Concertación, que abandonaron el redil acusando a sus antiguos correligionarios de corruptos y faltos de nuevas ideas, fue presentado por la derecha como la muestra de una apertura hacia personas menos afines a sus pensamientos más convencionales, y luego, como la imagen de un colectivo que dejaba atrás su oscuro pasado, marcado por su apoyo a la dictadura de Pinochet.

Si analizamos la historia de nuestros conservadores contemporáneos ( entendiendo por esos términos, los acontecimientos ocurridos de 1989 en adelante, cuando la derecha moldeada por el régimen militar se ve obligada a salir a buscar votos en medio de un sistema democrático), nos damos cuenta que en ese sector siempre han prevalecido dos partidos -UDI y Renovación Nacional- que en sus inicios eran uno, y que se disgregaron ante todo por intereses personales, pues sus diferencias ideológicas finalmente son mínimas. Sin embargo, en varios pasajes -bastante más de lo que un observador medio podría imaginar- aparece un tercer actor, el cual se disuelve al poco rato, con la misma rapidez con la que se dio a conocer. Por lo general, este fenómeno ocurre en el lapso de tiempo que rodea a una convocatoria electoral. Así, en el mismo 1989, se dejó ver la Unión de Centro Progresista, del inefable empresario Francisco Javier Errázuriz, que en un momento corrió aparte del pacto derechista, luego formó parte de la alianza por una breve etapa (1994), tras lo cual volvió a constituir una entidad independiente y aislada, desembocando en su disolución en 1997. Entretanto, existió el Partido Nacional, dinosaurio anterior al golpe, a quien su herencia y sus pergaminos no lo salvaron de la desintegración allá por 1995. En el ya mencionado 1997, un grupúsculo de diputados democristianos abandonó esa tienda y organizó el Partido Popular Cristiano, chapa con la que se presentaron a los comicios electorales de aquel año. Ninguno consiguió reelegirse y todos acabaron después fichando por uno de los dos colosos derechistas. Y por último, cabe mencionar a ese intento de nacionalismo regionalista denominado Partido del Sur, que al igual que la UCP, entraba y salía del acuerdo conservador. Fue el que más resistió, pues fue fundado en 1988 y sobrevivió hasta 2002.

La derecha es una incondicional de la iglesia católica y de su actitud pro matrimonio y familia. En tal contexto, no puede soportar el divorcio, el matrimonio homosexual, el sexo premarital ( aunque muestra una paradójica tolerancia hacia el adulterio masculino y la prostitución) o el aborto. Por una cuestión de principios, pero también por un asunto de apariencias, el connubio debe mantenerse hasta el final, aunque la convivencia entre sus integrantes llegue a niveles insufribles. Y eso es lo que los conservadores han llevado a la práctica con sus dos partidos: un enlace que es mantenido con un pulmón de acero, únicamente en aras de la conveniencia, donde la repartición de los bienes -que son abundantes- está minuciosamente controlada, al punto que resulta inaceptable la existencia de un tercero, como acaece en esas parejas de acaudalados que no tienen hijos, y de las cuales hay varios ejemplos en Chile. Por ello, si en el horizonte se vislumbra una nueva alternativa, de inmediato buscan fagocitarla, para evitar que su consolidación desbande el patrimonio. Y tal acto puede ser ejecutado mediante una simple disuasión verbal, usando como argumento la ley -los colectivos políticos que obtienen menos del cinco por ciento luego de una elección parlamentaria, son desafiliados de los registros, hayan o no conseguido representantes-, o en su defecto, con artimañas sucias y muy reñidas con la ética, como le pasó al ya citado Francisco Errázuriz con el tema del helicóptero de Endesa en 1998.

Chile Primero ni siquiera tiene a su favor el haber ganado siquiera un miserable diputado. Es probable que veamos a sus dirigentes más conspicuos ocupando algún cargo en el gabinete, en el eventual caso de que Piñera se adjudique el balotaje. Pero esa situación, o la van a vivir como individuos sin filiación partidista -lo cual es poco probable- o como miembros de las eternas colectividades conservadoras. No les resultará difícil adaptarse, si se toma en cuenta su trayectoria. Primero se presentaron como un grupo bisagra entre las dos alianzas más fuertes del país, pero lentamente se fueron moviendo hacia el paraguas que los cobija ahora. En el camino, perdieron a muchos integrante que se sintieron traicionados por la actitud de tránsfugas tomada por sus líderes, lo cual debilitó aún más a la iniciativa. La que, en definitiva, no pasará de ser una anécdota en la historia política chilena, siempre y cuando sea el bloque que hoy apoyan, el que triunfe en enero.

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