miércoles, 25 de noviembre de 2009

La Camorra 2020

En el reciente conflicto con los profesores -donde de nuevo, una administración de la Concertación se olvida de las promesas de campaña y pasa a llevar a un gremio de trabajadores importante para el progreso del país-, apareció un convidado de piedra a quien nadie le preguntó su opinión, y que desde luego, no significó ningún aporte. Se trata de Educación 2020, una de las tantas organizaciones "ciudadanas", originadas bajo ese pretexto acuñado por Michelle Bachelet en las elecciones de 2005, y que no tenía otro fin que el de servir como eslogan publicitario, en los mismos términos que el "humanismo cristiano" de su entonces contendor Sebastián Piñera. Este movimiento, creado por padres y abuelos medianamente adinerados que, ante la poca necesidad de salir a buscar trabajo y así ganarse la vida, matan el aburrimiento mandándose recados por internet: dio a conocer sus propuestas atacando a viva voz a los maestros que se encontraban en el Congreso manifestándose contra el presupuesto de la cartera, el cual no incluye sus legítimas demandas. Como si fuera poco con los bajos salarios y el ambiente de trabajo hostil, ahora los docentes se ven obligados a soportar a una agrupación desconocida cuyos miembros, porque son acomodados, visten uniformes llamativos y señalan con el dedo a un determinado grupo de trabajadores; despiertan la atención y hasta la admiración de los medios de comunicación.

Veamos. Educación 2020 es una cosa amorfa con un nombre rimbombante, compuesto por una palabra que, por los más diversos motivos, está muy en boga en la opinión pública chilena, la cual es rematada por un número: un gancho comercial perfecto, que se instala en el subconsciente de la persona común y no se mueve de ahí. Esto hace creer, por obra y gracia de la subliminalidad, que es lo mejor que ha pasado en el último tiempo, y si el elemento al cual se dirige está en una crisis -como ocurre en Chile con la calidad de la enseñanza- a poco andar se percibe como un salvador. En resumidas cuentas, una chispa de ingenio útil para instalar un elemento que acaba de nacer. Y todo, antes siquiera de que alguien pregunte por sus planteamientos, los cuales, incluso, no es necesario dar a conocer. Más aún: el ya analizado nombre, le permite a sus defensores mantenerse por bastante rato en la primera plana, sin tener que elaborar propuestas, o en su defecto, deglosar un listado de clisés que servirán para sortear las preguntas de rigor, pues a la mayoría de los periodistas y entrevistadores no les interesa indagar más allá. Y si hay alguno que rompe la regla, simplemente no le concederán una conversación, o gritarán que es un malintencionado que busca tergiversar su iniciativa con preguntas capciosas o alejadas del contexto.

Fuera de eso, este movimiento nunca ha señalado cuáles son los componentes de su estructura interna. Eso lo reduce a un simple grupo de amigos, que por medio de sus recursos monetarios y su capacidad de meter bulla, quieren ganarse una cuota de poder. En tal sentido, su actitud es semejante a las barras de los clubes de fútbol. Pues dichas organizaciones, en su momento, surgieron como agrupaciones alternativas, sin otra motivación que alentar a su plantel favorito y descalificar a quienes preferían al bando contrario. Pero a poco andar, se construyeron una imagen donde se mostraban como imprescindibles hasta para la supervivencia de sus idolatradas instituciones, en una época en la cual el balompié chileno se encontraba muy alicaído. Entonces, los dirigentes acogieron a estas porras y les concedieron algunos privilegios, sin preguntarse de qué manera funcionaban ni cómo operaban, y desde luego, sin la obligación de modificar su conducta ni de presentar un sistema estructural formal. La consecuencia de aquella displicencia es que las mentadas barras, pasaron de ser una mera pandilla a una peligrosa camorra, capaz de cometer delitos y de amenazar a jugadores e incluso a los propios directivos de los clubes si se sentían que sus atribuciones no eran respetadas. Eso puede llegar a acontecer con Educación 2020, cuya situación es un tanto parecida, en el sentido de que es una instancia que no interviene directamente en el proceso educativo y que por ende toma sus decisiones desde la gradería, lugar de donde, empero, pretende dominar la enseñanza regular, ojalá, sin que un ente responsable les indique las estaciones del tren. Y estos camorreros son más sutiles y menos vistosos, quizá porque tienen dinero, pero terminan siendo igual de nocivos.

Cabe preguntarse si algún personero del gobierno de Bachelet está financiando a este grupúsculo. No me refiero a fondos públicos, aunque no se trataría del primer escándalo de corrupción. Sino con aportes privados, ya sea de empresarios amigos -que los hay, incluso en la oposición política- o de los mismos bolsillos de los funcionarios de mayor rango, que aunque lo nieguen, siempre están rebozantes. Algo debe haber, porque para poder haber entrado en el hemiciclo del Congreso, y de una forma que les permitía hacerse notar y a la vez insultar a los profesores, tuvieron que recibir una invitación de algún parlamentario. Al menos, debieron gastar ese dinero en mejorar la calidad de la enseñanza, y no cedérselo a movimientos siniestros que, con otro nombre y una presentación distinta, empero no son más que vulgares rompehuelgas.

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