miércoles, 4 de noviembre de 2009

La Isla Sin Nana

Frente a la polémica que ha levantado la decisión del comité evaluador respectivo, que prefirió llevar al filme " Dawson, Isla 10", de Miguel Littin, a la competición por la nominación de mejor película extranjera para los Óscar, en detrimento de "La Nana", de Sebastián Silva; cabe señalar, antes que todo, que buena parte de las críticas contra tal determinación, si bien son destempladas y están fuera del ámbito propiamente artístico, no dejan, pese a ello, de tener bastante veracidad. La entidad calificadora está compuesta por integrantes que, por su sola cercanía con los gobiernos de la Concertación y todo lo que representan, resultan más proclives a favorecer un relato que habla de los prisioneros políticos mantenidos en aquella remota ínsula austral tras el golpe militar de 1973. Más aún, si la historia es extraída de un testimonio autobiográfico, escrito por uno de los representantes más conocidos de esa alianza, que fue senador y ministro de varias carteras y en más de una legislación, además, incluso, de ostentar cargos gerenciales en fundaciones creadas por importantes empresarios y personajes de la oposición, como lo es Paz Ciudadana con sus majaderos sermones sobre la delincuencia. Desde luego, también cabe una explicación más pedestre: los funcionarios públicos de esta administración, también quienes forman parte del ya varias veces mencionado comité, son amigos personales del cineasta beneficiado, y tienen una coincidencia generacional que va más allá del mero dato de la edad. Por último, y aunque las autoridades quieran hacer creer a la población que los artistas forman parte de un corpus fuertemente cohesionado que actúa de manera unívoca; la realidad no es así y este incidente es un claro indicio de ello.

Ahora: otra cosa es analizar por separado los méritos de cada filme y luego hacer la comparación correspondiente. Tras esa inspección, se puede concluir que la producción de Silva es superior a la de Littín. No por muchos escalafones, pero sí por una diferencia que se puede apreciar a simple vista. "Dawson, Isla 10" es una obra de un realizador decadente, que siempre ha intentado proponer una tesis que en lo medular se mantiene, pero que ha modificado varios aspectos esenciales conforme pasa el tiempo y se suscitan los acontecimientos históricos: primero, el socialismo como reivindicación social -en la notable "El Chacal de Nahueltoro"-; después, el socialismo a la chilena proclamado por Salvador Allende -que a despecho de su aceptable praxis, no alcanzó una definición paradigmática-; más tarde, el socialismo como una recuperación de la cultura ancestral latinoamericana -censurada por las atroces dictaduras instauradas en el subcontinente-; acto seguido, el socialismo como portador de valores universales -con "Alsino y el Cóndor", loa a la revolución sandinista nicaragüense-, y tras el desplome del muro de Berlín, el socialismo como una forma de vida que libera la percepción sin hacerle daño a nadie. Toda una filmografía que, además, sigue una línea estética perfectamente definida y fácil de reconstruir, solventada en el cine abstracto en boga durante la década de 1960. Hoy nadie cuestiona la trascendencia de movimientos como la "nouvelle vague", el "free cinema", el "nuevo cine alemán", la escuela de Barcelona, o sus equivalentes iberoamericanos, como el "cinema novo" o el "nuevo cine chileno", que marcaron la dirección del audiovisual en sus países de origen. Pero también es innegable que, vistas hoy, esas películas son difíciles de disfrutar y más que nada parecen divertimentos de niñatos pedantes que quieren mostrar ante sus vecinos el último regalo de Navidad. Prueba de ello es que los mejores cineastas de cada uno de esos movimientos son precisamente quienes abandonaron buena parte de los principios de éstos y se atrevieron con una carrera absolutamente personal. Con honrosas salvedades, como Jean Luc Godard o el propio Littín, que pasaron a la posteridad como ejemplos de lo que puede llegar a hacer el rupturismo y la vanguardia con los talentos que insisten en permanecer fieles a sus desmadres juveniles.

Y sin embargo, la realización de Silva esconde sus propios factores adversos, que incluso llegan a concluir que la decisión institucional fue la más acertada. Porque "La Nana" es un filme realizado en un notorio formato digital, en el que deliberadamente se deja ver la economía de recursos. Por otro lado, la historia está contada en clave irónica y absurda, y para colmo, es un cuento completamente individual, que ni siquiera está inserto en el marco de un acontecimiento importante. Y para volver de California con un Óscar, es más recomendable narrar tramas épicas, no melodramáticas pero sí dramáticas, con su justo y específico toque de comedia. Los bonos mejoran si se toma como base un hecho real. Desde luego -sólo basta echar un vistazo a las sinopsis para darse cuenta- en la reunión de tales requisitos, "Dawson..." está varios pasos adelante. Para ser bien acogido por la Academia, hay que ser menos Sundance y más Hollywood. Y eso también fue puesto en la balanza a la hora de decidir cuál será el representante chileno, para al menos, caber dentro de las cinco nominadas. Además de otro detalle: Littín es el único cineasta nacional que ha competido en la mejor película extranjera, y en dos ocasiones, con "La Tierra Prometida" (1975), por México, y "Alsino y el Cóndor" (1982), por Nicaragua.

Aunque, siendo objetivo, lo más probable es que la obra de Littín no será mencionada en la ceremonia de entrega. Como ya ha sido señalado, es un realizador en franca declinación, que emplea un estilo agotado y repetitivo, donde antepone la ideología política a la calidad artística; peor aún, de manera liviana y nunca decidida, para que no se note y todos seamos felices en la diversidad del pensamiento. Una actitud que lo llevó a estrenar dos bodrios, como "Los Náufragos" (1995) y la simplemente insalvable "Tierra del Fuego" (1999). Hay que comprender, al respecto, que el Óscar no lo es todo en el cine y que existe una incontable gama de festivales donde se exhiben creaciones de altísimo vuelo. Y "La Nana" ya ha ganado varios de esos eventos. Tal vez, de haber sido afectado por una determinación favorable, Sebastián Silva habría terminado contratado por Hollywood y su capacidad hubiese caminado a la disolución. O bien, se habría enorgullecido más de lo recomendable, y también habría terminado mermando sus aptitudes. O quizá, habría sido echado a un lado por el propio gremio, al menos por los más empoderados, del mismo en que lo hicieron con Gloria Munchmayer cuando se ganó la Palma de Oro en Cannes por su intervención en "La Luna en el Espejo", como una expresión de envidia mezclada con un intento de castigo, por obtener un galardón que, por cuestiones de estratificación, sólo les pertenece a algunos.

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