miércoles, 22 de mayo de 2013

Echando Leña

¿Qué culpa tienen los judíos de ser mejor combustible que la leña? Aquella frase expresada por el sobre valorado Lagarto Murdock, un títere con forma de serpiente multicolor que aparece en cada emisión de un programa de talentos de Chilevisión, ha desatado -de modo comprensible, hay que decirlo- las iras de los representantes de ese pueblo en el país. Tal efecto ha provocado la indignación, que las disculpas ofrecidas tanto por los responsables del personaje como por los ejecutivos del canal propietario han quedado como una mera anécdota, mostrándose ineficaces en su propósito de apaciguar los ánimos. Muy por el contrario, las declaraciones de repudio al chiste no sólo han provenido de los entes regidores de la televisión criolla -lo que ya anticipa la eventual desaparición de la marioneta, pero también una drástica sanción para la estación transmisora-, sino además de autoridades políticas, quienes han adelantado que endurecerán las penas contra quienes espeten discursos discriminadores u odiosos, que hasta ahora se consideran una falta grave, pero no un delito.

Es imprescindible reiterarlo. El Lagarto Murdock no es sino otra muestra del grado de oquedad al cual ha llegado la televisión chilena, en donde además parece que cada integrante cuenta con una mágica facultad de hacer algo peor a lo realizado el día anterior. Y la muestra más plausible de ese vacío es el humor, que puede ser resumido como la incesante y eterna utilización de las burlas propias de una sobremesa de en la cual se escupen comentarios hirientes hacia personas que no se encuentran en la sala. La diferencia es que al ser exhibidas en la pantalla chica, dichas befas, que por su connotación negativa y escaso aporte debieran permanecer en el entorno privado, son conocidas y luego difundidas por los espectadores. Luego, quienes se sitúan en la conducción y dirección de buena parte de lo que se proyecta a través de los rayos catódicos, son personas que conforman un perfil muy definido, que pertenece a una determinada clase social y que mantiene una fuerte identificación con poderes de orden económico, político y eclesiástico, cuando no son representantes directos de tales instancias. Dicho de modo sencillo, sólo hay cabida para los ricos y conservadores, en un modelo que constituye una de las tantas herencias de la dictadura militar, que por cierto controló con especial celo este medio de comunicación pues sus componentes intuían que tenía un potencia de alcance masivo. Finalmente, las personas que demuestran un pensamiento disidente, o pertenecen a alguna minoría, ya sea religiosa, étnica o sexual, permanecen excluidas de esta herramienta de divulgación y por ende sus propietarios se sienten con la libertad más absoluta para vomitar lo que se les antoje contra ellos, ya sea vía ataques emitidos "en serio" (la incontable serie de reportajes con pretensiones periodísticas acerca de los delincuentes y los manifestantes violentos) o por intermedio de risotadas de grueso calibre y que sólo se disfrutan cuando uno no es o no tiene cercanía o empatía con un afectado.

Ahora. El problema es que aquí se lanzó un chiste que resultó ofensivo para una comunidad, la judía, que cuenta con miembros entre los estratos más altos del país, entre quienes cabe mencionar a empresarios, congresistas, artistas y políticos que han fungido como ministros de Estado en varios de los más recientes gobiernos, independiente de la tendencia política con la que se identifiquen. La verdad es que, analizando la situación con un mínimo de profundidad, uno se pregunta por qué un libretista llega a cometer el desatino de tomar de modo banal el asunto del Holocausto, además con una intención abiertamente desagradable. Menos por el nivel de influencias de ciertos personeros de la etnia hebrea, que por el repudio general que provoca en el común de la gente lo relacionado con la Alemania nazi. ¿Quería inmolarse por algún motivo? ¿Se trataba de una versión en clave verbal de Jackass? Vaya uno a saber. Pero lo interesante es notar cómo la condición de adinerado y la facultad de enlazar contactos puede conseguir que en Chile se solidarice con quien se siente agredido. En especial, si se compara este incidente con uno ocurrido hace meses atrás, cuando los distintos dirigentes evangélicos reclamaron por las intolerables burlas espetadas contra ellos en el segmento "Las Iluminadas" contenido en el espacio "Morandé Con Compañía". Muchos se unieron en coro para acusar a los hermanos de tontos graves y de censuradores, cuando no de insinuar que se merecían esos insultos por su virulentas opiniones acerca de la homosexualidad. Incluso un animador de tendencia gay, Jordi Castell -compañero de canal de los guionistas de Murdock- llegó a justificar las bromas basado en ese último argumento (curiosamente, días atrás Kike Morandé, el animador y productor del programa que ocasionó la polémica, se refirió de modo poco amable a los amanerados, y el tal Castell hasta ahora no se ha pronunciado al respecto). Tal parece que quien no tiene temor a exponer sus opiniones en plena calle, aunque sea persiguiendo el bien de los demás, es un enemigo de la sociedad, mientras que quien ejerce presión de manera decisiva aunque silenciosa es una víctima a la que se debe compensar.

El Lagarto Murdock es sólo una variante llamativa, en términos superficiales, de lo que se viene haciendo en la televisión chilena desde hace décadas. Salvo de que en lugar de tratarse de un hombre de mediana edad que se ríe de quienes considera a la vez extraños e inferiores, es un mozalbete a quien le interesa únicamente la patineta (nada contra quienes emplean ese vehículo de transporte, aclaro). Y por eso, aparte de porque en apariencia no tiene poder, es que es posible presentarlo como irreverente. Por otra parte, la comunidad judía, a despecho de que se merece toda la comprensión del mundo, lo que implica de partida borrar cualquier asomo de antisemitismo, debe tomar en cuenta que ha logrado agarrar el mango de la sartén gracias a que su brazo cuenta con un considerable grado de influencia. ¿Defensa de la libertad de expresión? ¿Rechazo a la discriminación? No: sólo una demostración más de que este país es exclusivamente para ricos.

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