miércoles, 2 de octubre de 2013

El Final del Grupo De Los Diez

Una ironía muy cruel que se ha suscitado tras el suicidio de Odlanier Mena es que él mismo acabó por ser la última víctima de este integrante de la Caravana de la Muerte que por acompañar en sus tropelías a Sergio Arellano Stark fue premiado con el hito histórico de haber sido designado el primer director de la CNI. Un abusador de los derechos humanos que además se auto eliminó al igual que Allende, con una de sus tantas pistolas de colección las cuales, al menos en otra época, de seguro lo retrotraían al orgullo de formar parte de aquellos prohombres que "salvaron a Chile del cáncer marxista". Imposible no continuar con el humor negro, al comparar este acto con lo obrado por el "compañero presidente" quien, entre las humaredas que cubrían el palacio de gobierno, lo último que vio en vida fue el cañón de la ametralladora que le obsequió Fidel Castro.

Por su parte, a quienes aún defienden de modo público la dictadura militar -porque muchos que hoy rasgan vestiduras aseguraron su posición gracias a los servicios que prestaron en aquellos años, y en consecuencia tratan de que todas las aberraciones que se formaron en dicho periodo, y que garantizan su solvencia económica, se mantengan-, este acontecimiento les ha servido para reclamar en contra de la situación de los que ellos denominan "soldados presos políticos". En esta coyuntura, con un elemento dramático adicional, puesto que el coronel Mena se perforó la sien en respuesta por el cierre del penal Cordillera, el cual debía habitar de lunes a viernes a causa de fechorías, y el traslado tanto de él como de los otros nueve recursos a Punta Peuco, una prisión donde la piscina es más pequeña, hay una cancha de tenis menos y existe un menor número de hectáreas de esparcimiento. De seguro que la aflicción del condenado suicidado se tornó insostenible cuando se enteró de que debía mudarse a un recinto sito treinta kilómetros al norte de Santiago, y que sus familiares se verían obligados a gastar más dinero en bencina para llevarlo a casa en sus salidas dominicales, unos encuentros que además tendrían una hora de reducción.

Porque la verdad sea dicha, ese palacete que era el penal Cordillera estaba hecho para que sus residentes no se aquejaran. Para empezar era en realidad un patio trasero del Comando de Telecomunicaciones, una dependencia del ejército donde siempre iban los militares cuando un juez les osaba seguir un proceso por los abusos cometidos en los años 1970- 1980. Todo el sector era un barrio castrense, con atención garantizada en el Hospital Militar, distante a una cuadra, y a pocos metros de las residencias de los reos más conocidos, entre ellos Manuel Contreras. Además de tratarse de una cárcel creada durante una legislatura socialdemócrata especialmente para el infame "Mamo" luego de que recibiera sus primeras condenas por las desapariciones forzadas que ordenó siendo principal cabeza de la DINA. El tipo contaba con una apreciable cabaña para él solo, con televisión por satélite, ducha con agua caliente, kinesiólogo, enfermera, paramédico y cuatro gendarmes que más que custodiarlo le hacían arrumacos. Todo lo cual -en otra de las crueles ironías que han desencadenado este caso- perdió tanto para su persona como para el resto de los reclusos cuando solicitó una entrevista y habló más de la cuenta, como miente insultando y calumniando a sus víctimas. Factor clave que motivó la drástica decisión de Mena, quien por su lado también había hecho públicos los disensos que sostenía en la misma prisión con este oscuro personaje.

Ahora todos a dormir en Punta Peuco, otro penal que fue creado como consecuencia de las atrocidades cometidas por Contreras, en esa ocasión el asesinato de Orlando Letelier. Nueve inquilinos que deberán compartir con los residentes habituales los sitios de esparcimiento. Dicen que se tienen disputas de hace años y que algunos intentarán saldarlas. Al menos podrán experimentar el miedo a la venganza, uno de los principales dolores de cabeza que deben sufrir los delincuentes que ingresan a una cárcel común. Y las canchas de tenis y la piscina podrían ser las primeras manzanas de la discordia.

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