miércoles, 25 de septiembre de 2013

Rasgando las Vestiduras Químicas

El incidente ocurrido hace unas semanas en Siria, en donde cientos de personas murieron producto de emanaciones de gas sarín, al parecer en un ataque provocado, en el marco de la guerra civil que lleva tres años desangrando a aquel país, amenazó con abrir la caja de Pandora respecto a una intervención militar internacional. Iniciativa, como es costumbre, impulsada por las autoridades políticas de Estados Unidos, quienes una vez más pretendían utilizar como chivo expiatorio a un gobierno que ha disentido de manera sistemática y sostenida en el tiempo de los planes expansivos del gigante de América del Norte, con el propósito de recordar a la humanidad que las llamadas armas químicas están prohibidas desde la década de 1980.

El empleo de esta clase de arsenal ha sido la piedra de tope desde entonces. En un conflicto determinado, las facciones tienen libertad para cometer masacres masivas, pulverizar ciudades enteras, utilizar a niños como soldados o efectuar las peores formas de abusos sexuales. Sin embargo, si a un líder de cualquiera de los bandos siquiera se le pasa por la mente la idea de sacar ventaja mediante las vilipendiadas armas químicas, entonces que sus partidarios empiecen a redactar su obituario ya que todos los actores posibles correrán a aniquilarlo, para así demostrar que la comunidad internacional siempre se inclinará por la paz y que los gobernantes del mundo son capaces de ir más allá de los lamentos frente al televisor. Lo había señalado hace unos meses el propio presidente de Estados Unidos: si las autoridades sirias se valían de los gases tóxicos para contrarrestar a los rebeldes integristas islámicos, dicha determinación significaba el traspaso del límite que separaba la condena verbal del uso de la fuerza bélica. Fue por lo demás la excusa que hace algunos años la misma potencia norteamericana citó para justificar la invasión a Irak. Ahora, todas las pruebas han indicado que fueron los insurgentes quienes en realidad organizaron este ataque. Pero es preciso repetirlo y recalcarlo: no se debe desaprovechar una excelente oportunidad de demostrar que estamos en el siglo XXI donde tenemos la tecnología y la conciencia suficientes para resolver los disensos mediante guerras humanitarias y no del modo primitivo en que lo hacían nuestros ancestros.

No obstante además cabe una reflexión. ¿Cuál habrá sido la motivación oculta, y por lo mismo principal, que impulsó a las grandes potencias a, en su momento, proscribir las armas químicas, así como los misiles de corto y medio alcance? Porque los países del primer mundo, hasta entonces, las habían empleado de manera indiscriminada en cada ocasión que se les presentó, y al respecto baste recordar los estragos que el propio ejército norteamericano cometió en Vietnam con el napalm y el agente naranja. Quizá la respuesta esté en la facilidad conque tales instrumentos se pueden fabricar, incluso en una cocina ordinaria con todos los insumos que se espera se hallen allí. No por nada les llamaban "la bomba atómica de los pobres". Sólo se requiere dominar la técnica de producción, algo para lo cual suele ser necesaria solamente la participación de un cerebro con suficientes habilidades en el campo de la ciencia en general y de las moléculas en particular. Condiciones que pueden suscitarse en cualquier territorio del orbe. Lo que era evidente en la década de 1980. Raya para la suma: una nación carente de los recursos esenciales para adquirir material bélico sofisticado empero estaba preparada para enfrentar a un enemigo bastante más poderoso y darle su correspondiente escarmiento. En conclusión, la campaña contra los gases no fue sino un intento desesperado de los grandes para conservar su posición. Que debemos admitirlo, les resultó.

Es cierto que las armas químicas pueden ser útiles para efectuar genocidios masivos, y que varias de ellas generan muertes especialmente lentas y dolorosas, mientras otras ocasionan daños colaterales más dañinos que el mismo objetivo contra el que se planeaba usarlas. Pero el interés de los líderes mundiales por erradicarlas no es el que ellos dan a conocer a través de los medios masivos de prensa. De otra manera dejarían, por ejemplo, de permitir la fabricación y el almacenamiento de ojivas nucleares, que pululan por el planeta, y desde las que se extraen subproductos empleados en conflictos recientes como las bombas de uranio que los propios militares de Estados Unidos han lanzado en países que han bombardeado, como la ex Yugoslavia, donde hay informes fidedignos del aumento en los casos de cáncer. La "guerra humanitaria" no es sino un eufemismo que se cae por su propio peso, y cuya única consecuencia plausible es una expresión de sonrisa irónica que apenas esconde la sensación de vergüenza ajena.

No hay comentarios: