miércoles, 23 de octubre de 2013

El Cerdo de Antioco Epífanes

Cansa ver a Benjamin Netanyahu insistir en cada foro internacional en la necesidad de efectuar un ataque armado contra Irán. Y es un agotamiento que, al provenir de la majadería del primer ministro israelí, además repugna. No sólo porque no represente la historia del pueblo hebreo, que más allá de cierta propaganda surgida en el último tiempo, continúa siendo un ejemplo de superación y supervivencia frente a las peores atrocidades que puede cometer un ser humano.

Netanyahu llegó al gobierno producto de una reacción por parte de los votantes de Israel ante las amenazas del ex presidente iraní Mahmoud Ahmanidejab, quien a su vez fue elegido por los ciudadanos de ese país a causa del constante acoso que sufrían desde Estados Unidos. En ambos casos se trató de una respuesta natural frente a una agresión, la cual, como era lógico que ocurriera, estuvo menos guiada por un carácter reflexivo que por el instinto básico de defender la integridad física. Así, el ultimátum fue contestado con una declaración inesperada y éste más tarde con acusaciones infundadas. La inclusión de la nación persa en el llamado "eje del mal" por parte de la administración de George Bush, determinación que legitimaba una invasión, aún bajo conceptos diseñados por ese mandatario, movió a su par en el Medio Oriente a lanzar su propio escudo protector recurriendo -como es la costumbre cuando todo gira en base a aspectos puramente superficiales y elementales- a lo primero que podía echar mano, como era Israel, estratégico aliado militar en la zona del régimen estadounidense, anunciando que haría todo lo posible por borrarlo del mapa y de paso negando el holocausto. Mientras que Benjamín no quiso quedarse atrás y contraatacó ilustrando con malas copias de caricaturas de los años 1950 la supuesta cercanía que tenían los expertos en Irán de fabricar una bomba atómica de ya vaya uno a saber cuánto alcance. Insultos para allá y para acá como en las peleas colegiales, antes que los iracundos escolares lleguen a las manos.

La gravedad de este asunto es que aquí no están de por medio simples puñetazos, sino pueblos enteros e importantes arsenales de armas. Con el propósito de contestar las ofensas el discurso se torna cada vez más virulento, al extremo de que se comienza a temer de que en un determinado momento los ataques verbales ya no surtirán el efecto esperado y se deberá acudir de lleno a la agresión física. Y en estos casos abundan los ejemplos donde una palabra dicha de modo más negativo que lo aconsejable termina por generar un confuso incidente que precisamente por la cantidad de interpretaciones que puede ofrecer se transforma en el subterfugio perfecto para iniciar una acción bélica. Sin embargo, en la escalada que ahora nos atañe se ha producido un pequeño pero significativo punto de inflexión. Ahmanidejab dejó la presidencia de Irán y su sustituto es un moderado en términos tanto diplomáticos como religiosos, quien está dispuesto a disminuir el programa nuclear de su país al punto que le sugieran las potencias internacionales. En cambio, Netanyahu continúa escupiendo fanfarronadas y pretextos insostenibles en cada ocasión que se le presenta, llegando a aseverar que cuando se le presente la oportunidad de todas maneras bombardeará Irán por cuenta propia porque aún con el más concesionario de los gobernantes constituye una amenaza para su seguridad personal. Una verborrea desatada que por sí sola representa un peligro para la paz mundial. Y que insiste en repetir en los foros donde a nadie le importa, cuando las prioridades más urgentes son la crisis económica, el desastre ecológico y menos la pobreza. Menos cuando el supuesto contrincante hace rato de decidió ir por el camino del diálogo, dejando al exaltado gritando solo.

Hasta no hace mucho, el Medio Oriente se hallaba bajo el fuego cruzado de dos imbéciles que buscaban arrojarse bombas mutuamente sin importar las consecuencias. Elegidos además por sus propios pueblos. Hoy, empero, uno de esos estúpidos insufribles ha salido de escena gracias a sus mismos votantes. Queda el otro. Por ello, ciudadanos de Israel, hagan lo que corresponde y envíen a su anacrónico líder a la trastienda cuanto antes. No sea que Adonay les acabe pidiendo cuentas por haber iniciado el Armagedón.




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