jueves, 22 de agosto de 2013

Borrachos Con Pulmones Sanos

A poco menos de un mes para que se conmemoren las Fiestas Patrias, las autoridades han divulgado a través de los medios de comunicación una advertencia sobre el consumo de cigarrillos en las fondas. Han insistido en que la actual legislación contra el tabaco, que está pronta a cumplir un año de vigencia, impide toda posibilidad de fumar en esos recintos, símbolos de esparcimiento y celebración durante aquellas fechas, porque al igual que los restaurantes y las discotecas son sitios cerrados. Y como una muestra de que hablan en serio, han añadido que colocarán inspectores en cada uno de estos lugares, quienes serán implacables al momento de cumplir la ley aplicando las multas que vengan al caso.

Hay un aspecto que caracteriza al festejo de la independencia chilena, y es el ansia de desenfreno con que muchos compatriotas enfrentan estos días, en especial en lo relacionado con el consumo de bebidas alcohólicas y los incidentes derivados en torno a ello (riñas, asesinatos, muertes por accidentes de tránsito). Por esta clase de comportamiento, entre otras causas, se ha consolidado en el exterior la imagen de Chile como un país de ebrios que amanecen tirados en la calle o los parques, la cual está presente en diversos chistes que se narran en el resto de América Latina. En realidad esta celebración se ha transformado con el tiempo en la principal válvula de escape de una sociedad que ha sido presionada por sus regentes, primero con la imposición de los más rancios principios de la moralina religiosa católica, y en épocas recientes, por la aplicación de un sistema económico particularmente violento, que incluye desigualdad e injusticia en la retribución salarial con el consiguiente exceso de trabajo. Estamos dentro de un territorio donde se procura que la gente común se guíe por "valores tradicionales" y se conduzca mediante una férrea disciplina -pero sin hacer igual hincapié en aspectos como la responsabilidad, el esfuerzo personal y el afán de superación-, factor que es visto como la única instancia de progreso, entendida tal palabra en términos ante todo materiales.

En tal sentido, no cabe un mejor momento para permitir el aflojamiento de amarras que una fiesta cuyo propósito inicial es evidentemente patriótico, con unos cuantos días en los cuales todo parece estar permitido, a fin de otorgar el necesario pan y circo que permite que la muchedumbre se relaje siquiera por un instante y de paso los más desfavorecidos ahoguen sus ansias de protestar en el alcohol. No obstante, aún en medio de este supuesto libertinaje debe estar presente la autoridad, al menos como recordatorio acerca del lugar donde vivimos: no fuere que el desborde se extienda y termine cubriendo algunas horas de la jornada laboral. Y puesto que no se le puede prohibir a la multitud el jolgorio -que todos asumen se relaciona con el consumo de alcohol-, entonces se recurre a mecanismos anexos que les permiten a los gobernantes afirmar que se encuentran preocupados por la situación del siempre poco preparado pueblo raso. Aquí es donde cumple su objetivo la celosa observancia respecto del consumo de cigarrillos, un vicio que además tiene la desventaja de que no se le asocia con alguna costumbre folclórica como ocurre, al menos de modo informal, con el trago. La verdad es que imaginar fondas en que los ebrios de costumbre sean libres de seguir haciendo trizas sus hígados, pero con la seguridad legal de que sus pulmones están bien protegidos, es un ejercicio para el que se precisan unas abultadas dosis de humor negro. Que de cualquier manera es fácil de encontrar, dada la mezcla de paradoja y de absurdo que contiene esta medida.

En estas celebraciones, uno podrá efectuar todas las vergonzosas conductas que se le atribuyen a un borracho, incluyendo la agresión contra sus cercanos y la participación en alguna riña callejera (por esto último la policía lo podrá aprehender, pero sólo durante unas cuantas horas). El propietario de la fonda a su vez, tendrá la libertad de continuar proporcionando al ebrio casi inconsciente sus exigidas dosis de alcohol aunque a su lado la esposa y los hijos de éste le rueguen que regrese a casa. Sin embargo estará inhabilitado de cometer el inhumano acto de llenar los pulmones de los comensales con nicotina, así como tampoco los parroquianos podrán acceder a tan destructivo veneno. Se puede acabar hecho una barrica en honor de la patria, mientras el respiradero permanecerá como nuevo para la donación de órganos.

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