miércoles, 14 de octubre de 2009

El Esplendor Colonialista

Todos sabemos que la llamada lengua de Cervantes está regulada por un organismo denominado la Real Academia Española, coloquialmente RAE, que fija la gramática, la ortografía y el diccionario del idioma. Esta institución, por motivos lógicos, tiene su sede central en ese país de la Península Ibérica; pero cuenta con filiales en todos aquellos lugares donde el español es oficial, e incluso, en dos donde no lo es: Estados Unidos y Filipinas. Su labor está, de algún modo, contenida en su lema: "limpia, fija y da esplendor".

Pero, ¿ cómo lleva a la práctica los propósitos para los cuales fue creada? Ante todo, dejemos en claro que las principales lenguas europeas, cada una de ellas, cuenta con una academia en su país de origen, que igualmente determina los ítemes ya nombrados en el primer párrafo. Así las hay, por ejemplo, francesa e inglesa - esta última, también con el mote de "real"-. Sin embargo, la hispánica guarda una interesante diferencia con respecto a sus símiles, y que está dada precisamente por aquella particularidad de contar con sucursales en las diversas naciones que comparten dicho habla: sus decisiones son vinculantes. Es decir, si los mandamases asentados en la Iberia establecen que una palabra debe escribirse con c, s, j, g, x: todos debemos acatar sus conclusiones y reproducir el citado término de tal o cual manera. Por otra parte, si aparece y se masifica un vocablo desconocido en tal o cual territorio, la filial local puede recogerlo, pero no tiene la facultad de oficializarlo, porque ése es un derecho exclusivo de la mencionada RAE, que recibe cada cierto tiempo las propuestas de sus dependientes. Y de manera arbitraria, la matriz puede rechazar o aceptar la moción: si se opta por lo primero, el citado vocablo simplemente no existe y no puede ser empleado ni en el mensaje oral ni en el escrito. Si en cambio, la decisión es positiva, la palabra pasa a formar parte del diccionario, donde, pese a adquirir rango universal, se recomienda su uso sólo en la zona desde donde su formalización fue pedida.

Pues bien. Ocurre que la RAE es la única institución de su tipo que tiene un carácter vinculante. Su par francés toma decisiones que sólo son seguidas por sus hablantes europeos -Bélgica, Suiza, la propia Francia-, pues los francocanadienses poseen sus propios organismos. Idéntica situación se da en el caso del inglés, cuyos regidores fijan estatutos sólo para Inglaterra, pero por ejemplo, Estados Unidos cuenta con su propia norma, mismo camino que han tomado Canadá, Australia, Sudáfrica e incluso Irlanda: una situación que conocen especialmente los estudiantes que se adentran en los distintos dialectos y geolectos que exhibe dicha lengua. Tal realidad, por una parte tiene su aspecto positivo: ha mantenido al español como una entidad cohesionada en los múltiples lugares donde se habla, impidiendo de paso el resquebrajamiento de su ser en una incontable cantidad de criollos mutuamente ininteligibles. Hasta cierto punto, ese factor ha sido clave en el hecho de que estemos frente a la segunda lengua más populosa del planeta. Pero por otro lado, ocasiona situaciones que pueden ser tachadas de colonialismo. Al someterse a la matriz ibérica, los asociados también han concordado en considerar aquellas palabras surgidas en otras latitudes como regionalismos -americanismos o africanismos, si provienen de Guinea Ecuatorial-, con las condiciones descritas en el párrafo precedente. Muy por el contrario, las palabras de creación reciente que nacen en España, tienen rango internacional, aunque claramente sean meros modismos y a veces idiotismos sostenidos por un grupo social o generacional de aquel país. Así, el diccionario detalla minuciosamente la procedencia de términos que hoy poseen una aceptación univeral, como cancha o huracán, mientras que el verbo esnifar, poco conocido fuera de Europa, cuenta con el privilegio de no verse acompañado por una cita que recuerde su sector de fundación. Incluso se dan sutilezas muy curiosas y por lo mismo aberrantes: si uno busca la palabra "pico" -desafío a que lo hagan en www.rae.es- encontrará que, entre sus variadas acepciones, está una que indica "vulgar: en Chile, pene". Si luego se hace el mismo ejercicio con "polla", notará que aparece "vulgar: pene"... ¡ pero no se menciona el nombre del país! Y todos sabemos que se trata de un modismo español. Y lo mismo vale para "pija", "pinga" o cualquier otro sinónimo. ¿ Por qué, hasta para ser malhablados o desahogarnos por algún mal momento, tenemos que ser gallos castizos? Bueno: en realidad no castizos, sino sometidos al imperialismo filológico.

Esta sujeción se dio por un hecho muy simple de explicar. Ningún país de habla hispana, ni siquiera la propia España, ha sido potencia mundial o ha pertenecido al Primer Mundo después de la Revolución Francesa, que es cuando se consolidan los Estados de la forma en que los concebimos actualmente, así como se definen los conceptos de democracia y soberanía de manera moderna. Ninguna nación ha llegado al nivel de Estados Unidos, Canadá, Australia, Austria o Suiza, o incluso de Brasil, que sigue una norma propia para el portugués, que por cierto tiene bastantes particularidades. Los norteamericanos, cuando empezaron a erigirse en lo que son hoy día, decidieron ir adelante con su propia versión del inglés, incluso tragándose las burlas de los británicos, que los consideraban niños que recién estaban aprendiendo a balbucear. También el resto de los territorios recién nombradas, donde es oficial una lengua anfitriona, no una nativa. Una muestra más de la sumisión colonialista de los latinoamericanos, en conclusión. Algunos proponen que el llamado " español americano", que se usa en las traducciones y doblajes de películas, puede constituirse en una ruta de emancipación. Pero cabe recordar que esa variante arraigó en el subcontinente desde Estados Unidos, donde la utilizaron los inmigrantes, de preferencia mexicanos, por una imposición de Hollywood. Y salvo en el campo lingüístico, ya sabemos quién manda en esta parte del mundo.

jueves, 8 de octubre de 2009

Esa Temida Ortografía

Hace algunos años, en una feria del libro celebrada en la ciudad mexicana de Zacatecas, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, pronunciaba un severo discurso contra las normas regulatorias del idioma español, titulado "Botella al Mar Para el Dios de las Palabras". En su parte medular, llamaba a jubilar la ortografía, pidiendo acciones puntuales, como "enterrar las haches rupestres", "fijar un tratado de límites entre la ge y la jota", además de fundir a la b y la v en una sola letra, porque "los conquistadores nos legaron dos y siempre sobra una".

Por cierto, y con argumentos totalmente justificados, varios lingüistas y filólogos salieron a contradecirlo. Después de todo, el lenguaje contiene una parte oral y otra escrita, y si la primera le permite existir, la segunda lo salva del olvido. Y en ambos casos, es necesario regirse por un código más o menos universal, que impida un desbande que finalmente acabe en la conformación de tantas lenguas como habitantes pueblan el planeta, lo cual haría contraproducente el uso de esta forma de comunicación. De hecho, los idiomas que acaban siendo más populosos, y que llegan a tener el sitial más relevante en la historia mundial, son aquellos cuyos hablantes han aceptado, ya sea de manera consensuada o por imposición, un cuerpo de leyes gramaticales más o menos genérico. Más aún: sin dicho corpus, quizá toda la literatura hispánica, incluyendo al mismo García Márquez, jamás se hubiese desarrollado, lo cual de algún modo -y esto no lo digo con intención de ofender- deja su propuesta como un hecho que sólo podría darse en lugares como Macondo u otros donde se han ambientado las características historias del realismo mágico.

Y sin embargo, ciertos aspectos de ese alegato merecen, por lo menos, un mínimo de atención. Pues, efectivamente, dentro de la lengua española hay ciertas prescripciones ortográficas que pueden incluso ser consideradas absurdas, no sólo por quien provenga de otra cultura, sino desde el punto de vista de la teoría del lenguaje en general. Efectivamente, b y v corresponden a un mismo fonema, aunque en ciertos países lationamericanos, se suele exigir que esta última se pronuncie como la w alemana, para que el oyente note una diferencia. En el caso de la g y la j, si bien se insiste en que sus sonidos son distintos -aunque, como sucede en estos casos, difíciles de percibir a simple escucha-, la conservación de la primera en un campo que le es ajeno, se debe a cuestiones puramente etimológicas: en el antiguo latín la actual pronunciación de la j se registraba con la x, grafía que se mantuvo en muchos casos pese al cambio de fonema. No obstante, existió una pequeña excepción, y los mandamases de la Real Academia Española -RAE, de la cual nos referiremos en un próximo artículo-, a modo de testimoniar esa suerte de desliz evolutivo, decidieron que palabras como legislación ( del latín "lex", que se pronuncia "lej", y que en español, significa ley) o regencia ( del latín "rex"=rey), debían anotarse en los libros tal como las ven aquí. Similar situación ocurre con el binomio c-s: la primera, cuando se produce la duda, aparece porque su matriz se escribía con d o t; así, esencia, deriva del latín "esentia", o audacia, que proviene de otro término hispánico, audaz ( entre paréntesis, digamos que aquí se ocasiona otro caso curioso relacionado con la familia de palabras, pues la z terminal se coloca en primitivos que concluían en x: audax=audaz). Por último, lo de la hache merece una crónica aparte: es completamente muda, y si bien su carencia de fonema real es común a todas las lenguas romances, en los demás casos sirve para modificar la pronunciación de la letra inmediatamente anterior o posterior, como en el caso del italiano, donde por lo mismo, son escasas las palabras que llevan esta grafía al inicio. En cambio, los hispanohablantes debemos soportar una letra que no existe cuando uno la habla ( y es una cruel ironía que ese mismo término la contenga, de más está decir, por un capricho etimológico), y que además, presenta reglas ortográficas e incluso de origen demasiado imprecisas.

Y aquí es donde radica uno de los meollos del asunto. El español es una lengua que privilegia el mensaje escrito, bastante antes que el oral. En circunstancias que los seres humanos primero aprendemos a hablar y enseguida a escribir. No es extraño, si se considera que nació en un territorio que siempre privilegió los claustros monacales, que además, durante, muchos siglos -los necesarios para que una lengua nacional se consolide como tal- fueron prácticamente las únicas instancias de alfabetización y, por ende, de estudio. Si el inglés puede definirse como una lengua de piratas; el francés, de burgueses, y el italiano, de siúticos: el español es claramente una lengua de monjes. No para un puñado de instruidos, sino de iluminados que son los únicos depositarios de la verdad. Y ese estigma ha sido la joroba que este idioma ha debido cargar durante su larga y fructífera existencia. Y en artículos próximos descubriremos cómo.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Consuelo de Tontos

Acaba de aprobarse casi por completo la nueva ley de propiedad intelectual ( un acápite generó polémica, pero ya sabemos que en nuestro Congreso, el pataleo disidente siempre termina siendo una anécdota que no conduce a nada), que, dadas sus características, debiera ser llamada "ley contra la piratería", porque es ésa su preocupación primordial: defender los derechos de autor de las grandes compañías disqueras, fílmicas o literarias, todas con asiento en Estados Unidos -ya sea matriz o principal filial- país que ya le había advertido a Chile acerca de un eventual desconocimiento del tratado de libre comercio firmado hace algunos años atrás, si persistía en tolerar esta poco convencional forma de consumo artístico. Un acuerdo de negocios que al grueso del pueblo no afecta ni beneficia prácticamente en nada; pero que a los más pudientes, les significa un leve ingreso adicional que de manera alguna están dispuestos a ceder.

Los medios informativos, al presentarnos la aprobación del libelo, han insistido en que no será un elemento tan odiosamente punitivo como, por ejemplo, lo es su símil francés y su malafamada autorización de desconexión. Recalcan, respecto de internet, que sólo se perseguirá y castigará a quienes suban material de manera informal a la red, y no a los que los descarguen. Por otro lado, son efusivos al indicar que el legislador se preocupó especialmente de eximir de las proscripciones a todos aquellos ejemplares que están guardados en bibliotecas o almacenados en sistemas afines -videotecas, cinetecas, archivos varios-, así como de garantizar las grabaciones de libros para ciegos. No quiero pronuciarme respecto de tamaña buena noticia, tampoco ridiculizarla ( por una cosa de sentido común, tales excepciones siempre deben considerarse), porque no es el propósito de este artículo. Simplemente, pretendo discutir los aspectos solapados que se ocultan tras esta pretendida suavización. Es cierto: en teoría podremos continuar bajando el material artístico que se nos antoje. Pero he aquí que las empresas proveedoras, se sentirán presionadas por los consorcios que buscarán defender los derechos de autor que les han sido legados, y acabarán bloqueando los accesos a aquellos sitios donde se han depositado las descargas. Incluso, es probable que la misma promulgación de la ley ya las asuste, y empiecen a pensar en futuras trabas. Ahora: también se ha destacado que el proyecto no le encarga a ninguna compañía prestadora de servicios de internet, la misión de ejercer como policía ( sería el colmo, además, en un Estado de derecho). Pero en un país donde la administración pública vale menos que un perro callejero, será el mercado quien decida y su capacidad de adaptarse a cualquier iniciativa judicial rematará, como siempre sucede, en perjuicio para los pequeños cibernautas. Con todas las leyes punitivas de carácter moralizante ha sucedido lo mismo: la de alcoholes, la anti tabaco, la que combate el tráfico de drogas... han funcionado a la perfección cuando el afectado pertenece al ochenta por ciento que no tiene suficiente dinero.

También hay otro problema relacionado netamente con el consumo de obras artísticas y que no puede dejarse pasar. Si la ley se concentrará en quienes suben material y no en aquellos que los descarguen, y suponiendo que es inaplicable fuera de territorio chileno, tenemos que los blogueros y foristas de esta parte del mundo estarán obligados a cuidarse de los organismos perseguidores. Pero no así sus colegas en el extranjero. Eso puede terminar generando una curiosa discriminación. Aquellos álbumes, películas o textos poco conocidos que hayan sido producidos afuera, continuarán siendo conocidos y admirados por los cibernautas criollos, cosa que no sucederá con sus afines que tengan las mismas características, pero que sean una creación nacional. Debo comunicar a todos mis lectores, que material histórico que no cuenta con los recursos suficientes para ser difundido por un canal que no sea internet, abunda por estos lares y personalmente he sido testigo de aquello. Muchos ni siquiera cuentan con un sello o editorial fuerte o vigente que los respalde ( no coloco a las productoras cinematográficas, simplemente porque en Chile no existen), y los que sí, serán víctimas de un lastre antes que beneficiarios de un privilegio, pues es poco verosímil que sus casas de origen vean un buen negocio en su recatalogación, al desaparecer una importante competencia.

No se trata de tener un espíritu anárquico respecto al disfrute de obras artísticas. Pero lo cierto es que la sociedad, o al menos sus dirigentes más fuertes, han tendido a ver a internet, desde su fundación, como una amenaza, válida sólo cuando cumple con las conductas que yo espero que todos tengan, y que al final, la reducen a una máquina de hacer dinero, como el joven rebelde que se convierte en un correcto oficinista. Por otra parte, valoro el hecho de que esta ley tenga menos aspectos represivos que sus símiles de Europa o Estados Unidos, aunque esto es a la larga una suerte de daño colateral no deseado, pues nuestro jibarizado Estado es incapaz siquiera de aplicar una norma policial tan drástica como la francesa. Sin embargo, esta iniciativa seguirá el derrotero de aquellas que mencioné en el segundo párrafo y se tornará un ente nefasto y contraproducente. Para los que usamos internet; pero especialmente para los comerciantes de piratería callejera, que recibirán penas de cárcel equivalentes a las del microtráfico de drogas. En definitiva, más personas que repletarán los ya saturados recientos penitenciarios.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Nacional Socialdemócratas

Ayer correspondió el sorteo de las parejas que intervendrán en el Grupo Mundial de la Copa Davis, y coincidió que Chile enfrentará a Israel. Digo esa palabra en dos sentidos: uno de absoluta obviedad, porque un acto entregado al azar las cosas siempre coinciden; y otro, referido a dos hechos puntuales que conformarán la estructura general de este artículo. Resulta que ambos equipos tenísticos debieron desplazarse a Suecia para medirse con el combinado local, en fechas muy distintas y con resultados muy dispares, ya que mientras los connacionales cayeron por 4-1 el año 1975, los hebreos derrotaron a los anfitriones 3-2 a comienzos de este 2009. Pero los dos desafíos estuvieron cruzados por un factor común: las airadas y a veces irracionales protestas de los suecos, tanto contra la dictadura de Pinochet, como hacia la violenta incursión israelí en Palestina, respectivamente. La intención de los manifestantes era la misma: hacerle sentir a los extranjeros que se hallaban en un ambiente ajeno y hostil, debido a que representaban a países cuyos regímenes habían sido condenados, con justos argumentos, por la comunidad internacional. Y de paso, aunque fuese un efecto no deseado, darle un aliento a sus coterráneos. No lograron todos sus objetivos, pues las llaves se disputaron, y sin público; y una de ellas, terminó con un triunfo para el vapuleado visitante.

¿ Por qué saco a colación esto? Porque muchos han visto en los incidentes de 1975 una movilización de exiliados que no temen ser tachados de antipatriotas con tal de llamar la atención sobre una cruel tiranía. La cual, además, habría revestido un carácter simbólico, por tener Suecia una tradición socialdemócrata. Cuando en verdad, aquellas manifestaciones fueron engrosadas ante todo por jóvenes suecos, los mismos rubios nórdicos que insultaban a los refugiados chilenos llamándolos "cabezas negras". Supongo que habrán empleado el mismo calificativo para referirse al equipo de tenis, al que vieron como una monotonera de chimpancés enviados por el gorila Augusto Pinochet ( un tipo de raza que, además, sólo puede darse en América Latina, jamás en la rubia, blanca y culta Europa). En definitiva, un puñado de muchachos del primer mundo que se sentían invadidos por indígenas y mestizos que no sintonizaban con su entorno, y que más encima les ocupaban los puestos de trabajo. Si señalaban a las raquetas rivales con el dedo, era porque el insufrible gobierno de facto que entonces administraba Chile, era la evidencia más cabal que los arrivados del ultramar eran bestias que estaban un escalafón más abajo en la evolución humana, y por ende, podían llegar a destruir todo vestigio de civilización. Lo de la sociedad de bienestar sueca y del paraíso socialista democrático y libertario, sólo fue más leña para la pira: nosotros somos los desarrollados y en consecuencia los únicos aptos para alcanzar esto; los otros, peligrosos ladrones que vienen a robar lo que hemos conseguido, de la misma manera que les es tan fácil hacerse con el poder.

Casi veinticuatro años después, la situación se volvió a repetir. Ignoro si en Suecia se produjeron masacres de judíos. Pero cabe señalar que los cultos y avanzados europeos son quienes más integrantes de esa etnia han enviado a las hogueras y las fosas comunes, y desde mucho antes que la Segunda Guerra Mundial. Incluso, si ahora critican los deslices de Ahmanidejab en cuanto al bullado Holocausto, lo hacen esencialmente para ocultar sus crímenes ancestrales y aparecer como prueba de una etapa superada. ¿ Que protestaban contra las incursiones militares en Palestina? Los rubiecitos de hoy hablan de "perros judíos" de la misma manera en que sus padres gritaban "cabezas negras". Nada más que muestras de racismo. Y solapadamente, intentos oscuros y cuestionables de apoyar a su combinado local. Aunque en los actuales tiempos, los más chicos ya le han perdido completamente el miedo al poderoso, y en su propia casa, jugando con sus propias reglas y tragándose todas las trampas que éste ha puesto en el camino: igual puede vencerlo. Ya que, como acotamos, el equipo de Israel ganó por tres partidos a dos.

Recomiendo esto a quienes quisieran, en la confrontación de la próxima Copa Davis, recordar la cuestión palestina con algún insulto de carácter antisemita. Aunque es probable que esto no ocurra, pues los chilenos, al menos en apariencia, tenemos bien aprendida la lección de lo ocurrido contra Argentina en el 2000. Toda vez que el actual presidente de la federación de tenis es judío, misma ascendencia étnica de la entrometida Sonia Fried, la madre de Nicolás Massú. Acuérdense que hace un cuarto de siglo fueron vituperados del mismo modo bajo el pretexto de una causa noble, con el fin no confesado de dar la imagen de un rival temible. Muy parecido a los reproches que desde Europa nos hacen a los latinoamericanos, a quienes nos acusan de resucitar conflictos bélicos resueltos a medias, con las confrontaciones deportivas.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Clase Política o Casta Política

Desde los años 1990, en Chile se viene acuñando el concepto de la "clase política", en el sentido de un estrato social, con su propia posición de poder, algunas características que permiten distinguirla de sus pares, y un determinado nivel de ingresos económicos. Que en definitiva, son las maneras de evaluar a este tipo de grupos. En el resto del mundo, al parecer este término no conoce un equivalente, y como consecuencia, cuando lo empleamos para referirnos a la supuesta clase política de otro país, ellos piensan que hablamos de buenos modales o de refinamiento. Quizá, porque nadie concibe que un gobierno democrático, que es elegido por personas de múltiples caudales monetarios, bautice a quienes ostentan cargos públicos con un nombre que sería más propio de lugares donde existe la nobleza o que se rigen por monarquías absolutas.

Y es ahí donde descubrimos la primera anomalía de las muchas que presentan nuestros servidores públicos, vistos tanto en términos generales como cada individuo en particular. Y que han empujado al chileno medio a desatender los procesos electorales. Los políticos han creado su propio sector socio económico, o lo han intentado crear, valiéndose de una terminología establecida por los medios masivos de comunicación, diseñada a gusto de los dueños de estos últimos; pero que los mismos afectados, que al final también tienen ciertos intereses, no han tratado de corregir. Y esto en un país cuyos rasgos más visibles son la mala distribución del ingreso -que la clase de marras no padece- y la escasa, cuando no nula, movilidad social. Se legitiman, entonces, aquellas quejas que alegan falta de representatividad de parte de los políticos, una cuestión que se agrava todavía más si nos detenemos en aspectos más puntuales, como que los hijos de quienes ya han ganado comicios pueden heredar los cargos o en su defecto, postular a otro puesto dentro de la administración estatal. Un hecho muy propio de sitios donde se la da una exacerbada importancia a la familia y donde además muy pocos miembos de los sectores más desposeídos tienen siquiera la más mínima oportunidad de mejorar su situación.

Esto es, además, reforzado por esa peculiaridad del sistema electoral chileno, donde quien desee votar debe primero incluirse en un registro público, y de ahí para adelante, está obligado a participar en todos los comicios convocados por el Estado. En resumen, inscripción voluntaria con sufragio obligatorio, absolutamente al revés de todas las democracias del mundo. Esto hace que los votantes siempre sean los mismos, y por lo tanto, también sean susceptibles de ser heredados mediante una sucesión dinástica. Luego, nos enfrentamos a dos clases sociales, dentro de la inamovilidad que en ese aspecto caracteriza a Chile. Dos castas, definitivamente. El problema es que ésta, la de los electores, por motivos obvios cuenta con menos recursos monetarios que sus al fin y al cabo beneficiarios, y por ende se ve resignada a permanecer en el escalafón inmediatamente inferior. Es decir, tenemos una estructura que dentro de sí misma se presenta como un binomio de estamentos cerrados, donde, como en todos los países latinoamericanos, existe una suerte de pueblo y quienes lo dominan. Y el hijo del que elige terminará eligiendo, mientras el vástago del gobernante acabará siendo electo igual que su padre. Una versión a escala de las viejas oligarquías de terrateniente rurales que tanto daño le ha hecho al subcontinente, adaptada, además, a la mentalidad del siglo XXI.

El desencanto con la política, al menos en su estilo más conocido, es un fenómeno global y propio del actual periodo de la historia. En otras latitudes, casi siempre, porque los servidores públicos, al igual que en Chile, tienen ciertos intereses y han conformado un grupo humano y social donde sólo caben los pares, aunque dependan para conservar su posición, de sus respectivos votantes. Pero al menos, en el mundo desarrollado hay una garantía de plena movilidad, que de vez en cuando permite dar sospresas. Además, los electores cumplen múltiples funciones en el aparataje social y no están con las manos atadas como aquí -y la prueba de ello es, por ejemplo, los comicios españoles del 2004-. Nosotros, en cambio, parece que ya hemos aceptado ser las nanas o los jardineros de los más acomodados, a quienes continuamos alimentando, porque no hay otra alternativa y menos nos queda tiempo para organizarla.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

El Subterfugio de la Clase Media

Como ha sido la costumbre desde el retorno a la democracia, la clase media conforma uno de los tantos temas que la derecha ha impuesto en los medios masivos de comunicación, los cuales, cuentan con propietarios afines a su pensamiento político. Así, ha desviado permanentemente la atención respecto de cuestiones realmente urgentes de solucionar, como la justicia laboral, la mala distribución del ingreso o los problemas de carácter ecologista: todos, por cierto, descalabros dejados por la dictadura de Pinochet, de la que fueron acérrimos colaboradores y por lo mismo, aún defienden. Mientras, en la Concertación, sus máximos dirigentes están comprometidos económica y estratégicamente con varios de sus pares opositores, debido a lo cual, permiten que estos temas se enquisten en la agenda y una vez ahí funcionen como virus computacionales.

Veamos. En Chile, la industria empezó a aparecer recién en 1940, con la creación de la CORFO. Y hasta hoy, tiene un rol poco participativo en la economía chilena, que depende mayoritariamiente de la agricultura -y por extensión, de las materias primas- y los servicios. Desde la Ilustración, con la irrupción de los burgueses, y en especial a partir de la Revolución Industrial, la clase media ha estado vinculada, justamente, a industriales independientes que son capaces de pararse como una alternativa en cuento a la generación de riqueza, ante los nobles y los terratenientes. En cambio, por acá tenemos que los primeros representantes de este sector social, surgidos de manera tímida a comienzos del siglo XX, fueron intelectuales que se desempeñaron en el servicio público -abogados, docentes, funcionarios estatales en general-: gente que vivía de un sueldo y no tenía mayor interés en generar caudal monetario. A partir del año antes mencionado, el grueso de las corporaciones fabriles corrió por cuenta del Estado, por lo cual no había empresarios privados comandando las industrias criollas. Tampoco existía un número significativo de profesionales relacionados con la actividad, que también aumentan las cifras de la clase media; y los pocos que podían contarse, venían de los estratos altos y por sus redes de contacto tendían a permanecer allí.

El exitismo y la hipocresía, no sólo moral, que han caracterizado a Chile desde 1990 -y que los políticos de las dos grandes alianzas se han esmerado en preservar, debido a intereses personales-, ha a su vez, impulsado a algunos a denominarse clase media, como modo de convencerse de que ya no están en el último peldaño de la sociedad, donde además, deambulaban desde que habían nacido. Con ello, se fue paulatinamente quedando obsoleta esa tesis del cuerpo popular que los movimientos de reivindicación social venían proponiendo desde la crisis del salitre a fin de presentar la imagen de una nación que lucha unida contra una minoría explotadora y subyugadora. Ahora, ese pueblo que por más de cinco décadas protestó en la calle por sus derechos, que sacrificó vidas en cada huelga, que eligió la Unidad Popular y después enfrentó decidido al régimen militar; estaba partido en dos grandes bloques que a su vez desprendían fragmentos más pequeños, pero igualmente irreconciliables ( las famosas claves C1, C2, C3, D y E). Durante la década de 1990, la sobrevalorada época del tigre mestizo, la clase media de entonces se autoproclamaba de tal para acentuar el desprecio generalizado que por esos años existía contra los pobres, y con esa actitud, ganarse un sitio en alguna mesa de la oligarquía, aunque fuera la de la cocina junto a la servidumbre. Del 2005 en adelante, con los subsidios poco racionales otorgados por la Bachelet, los arribistas de antaño lloran porque los tratan como el bocadillo del emparedado, que ellos ayudan a preparar con sus impuestos, pero que al final sólo lo disfrutan los otros dos estratos sociales: uno gracias a su dinero y las leyes que les permiten pagar bajos sueldos; el otro, por el apuntalamiento monetario que le entrega la administración política de turno.

En Chile nunca ha existido una auténtica clase media. Siempre hemos tenido dos instancias: el pueblo y quienes los dominan. Y los últimos, se han valido de esta subdivisión artificial que ha caracterizado a los treinta años más recientes de nuestra historia, para mantener su poder y su estructura abusiva. La desprolijidad conque la Concertación trató la injusticia social en la década de 1990, donde el chorreo del neoliberalismo sólo ensució las pocas prendas de vestir a las que pueden acceder los chilenos, ayudó a consolidar este paragima. Y las regalías clientelistas y escasamente reflexivas repartidas por Bachelet, terminaron por edificar el muro que faltaba entre dos supuestos arquetipos que, finalmente, sólo son representantes del mismo pueblo raso. Con matices, desde luego; pero con la misma condición de oprimidos.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Las Mujeres de Gabriela

Las reciente publicación de sus cartas a Doris Dana, para muchos interesados, develan defintivamente el aspecto más oculto de la vida de Gabriela Mistral: era lesbiana. Con esto, los colectivos feministas y homosexuales se ganan, aunque sea de manera póstuma, una nueva estrella para su firmamento, la cual, además, le arrebatan a la sociedad bienpensante. No importa que este supuesto nuevo hallazgo no constituya ningún aporte al momento de analizar lo verdaderamente interesante, como es la calidad literaria y artística de la poeta. Ni que tampoco, contribuya a la completa aceptación del llamado poder gay, que una vez más, se vale de un ícono externo al que intenta reinterpretar mediante investigaciones pretendidamente serias, en vez de potenciar los elementos que están en su propio seno, los cuales hace rato demandan su oportunidad.

Es cierto: Gabriela Mistral es una cosa lejana y etérea para muchísimos chilenos. Y eso, a pesar que nos sentimos orgullosos de decir que fue uno de nuestros dos premios Nobel; el único, además, obtenido por una mujer de habla hispana. Ayudaron a tal situación, ciertas actitudes de la propia escritora. Por ejemplo, el haber emigrado muy joven a México, país donde desarrolló buena parte de su talento, que no se circunscribió al ámbito lírico, porque fue la diseñadora del sistema educacional que hasta hoy rige a ese país. Como consecuencia, su radicación definitiva en el extranjero, lo cual la convirtió en una desconocida por estos pagos ( bajo estas circunstancias, hasta comprendo que le hayan otorgado el Premio Nacional de Literatura sólo seis años después del galardón de la Academia Sueca). Finalmente, se pueden citar algunas consideraciones más anecdóticas, como el hecho de que en vida publicó poco, sólo cuatro poemarios y una antología, y que su primera colección de versos apareció cuando la autora ya había pasado los treinta años de edad, no por iniciativa propia, sino de un grupo de académicos norteamericanos. Además, que los dos mejores, "Tala" y "Lagar", fueron ampliamente conocidos afuera antes de aparecer en Chile. Esto último, es un factor importante para comprender los arquetipos que aquí se han formado de Gabriela Mistral, a saber, la enamorada doliente de "Desolación" y la tierna maestra primaria de "Ternura". Dos caricaturas, contra las cuales han luchado los críticos literarios serios y que han sido la motivación para que sus idólatras más empedernidos -que suelen provocarle nada más que perjuicios a su objeto de alabanza- anuncien descubrimientos sensacionalistas como el que encabeza este artículo.

Sin embargo, más allá de la ignorancia histórica que los chilenos tienen en torno a la poeta -producida tanto por la falta de acceso a sus obras como por una decisión propia-, cabe señalar un hecho que muy pocos han tomado en cuenta, cual es el rol que tuvo la dictadura de Pinochet en alimentar todos estos prejuicios. Debido a que Pablo Neruda, simbólicamente fallecido el 23 de septiembre de 1973, fue durante gran parte de su vida militante comunista, lo cual no trepidó en recalcar en varios de sus últimos poemas, además de incondicional simplatizante y activista del régimen de la Unidad Popular; el gobierno militar requería de una estatua que desterrara de la memoria colectiva de los chilenos al vate rojo. Y lo que más estaba a la mano era la figura de la Gabriela, por diversas causas, entre las cuales pueden contarse la desinformación y la imagen ascética y aséptica que muchos en este rincón del mundo se esmeraron en darle. Cabe recordar, al respecto, que casi nadie por estos pagos había leído para entonces los escritos sociales de la Mistral, que en vida le significaron un fuerte rechazo de parte de sectores pudientes y no sólo en Chile. Más aún, ese tema lo trata en buena parte de su obra literaria que permaneció inédita hasta su muerte, y la cual, si no ha permanecido en esa condición, sólo se ha publicado en el extranjero o en ediciones limitadas para especializados. Por otro lado, cuando en 1989 se celebró el centenario de su nacimiento, la autoridad de facto desplegó una intensa maquinaria publicitaria que incluyó microprogramas en televisión -siempre mostrando la imagen tradicional-, homenajes rimbombantes al estilo de un gobierno de esa calaña, y varios concursos literarios para estudiantes con el nombre de la poeta ( yo gané uno, de hecho). A poco de las primeras elecciones multipartidistas en diecisiete años, y con Pinochet y sus secuaces intuyendo las escasas posibilidades de triunfo de los entonces candidatos oficialistas, no venían mal estos recordatorios, que mostraban a los militares preocupados por la creatividad artística, como para dejar en claro que el "apagón cultural" que caracterizó a ese periodo, no era sino un mito marxista.

Al final, tanta saturación derivó en un fruto no deseado. El chileno medio empezó a perder interés por una mujer que, después de tantas décadas, se les presentaba como una dama irrestrictamente conservadora. Ya en democracia, además, se hacía necesario restaurar la figura de Neruda, un hecho que hizo que el común de la gente creyera que existió una rivalidad ideológica entre ambos, cuando en realidad fueron amigos personales. También, otros revalorizados, como Vicente Huidobro y Pablo de Rokha, empezaron a exigir su espacio. Con respecto a Gabriela Mistral, muchos aceptaron que ya había tenido su recompensa. Cuando verdaderamente, fue sólo otra víctima del llamado "pago de Chile". Una mujer pobre -que no es lo mismo que una mujer a secas-, de la precordillera, provinciana en una época en que escaseaban las rutas terrestres, que fue capaz de educar pese a no contar con título universitario, que debió abandonar el colegio víctima del matonaje escolar, que debió abandonar muy joven su país de origen porque en él no la tomaban en cuenta, y eso último para no regresar jamás. Ahora que Chile ha pasado de pacato a frívolo, se populariza un aspecto superficial de su existencia y se vuelven a dejar bajo la alformbra las características que auténticamente han definido a la Mistral y que la hicieron merecedora del Premio Nobel. Por suerte que existió en un tiempo en que no se conocía la prensa de farándula, porque habría sufrido bastante más, cortesía de un país donde el chisme refleja con total cabalidad los insufribles grados de hipocresía.