En primera instancia, dudo que Leonardo Farkas acepte una candidatura presidencial. Fenómenos así, con más características de espectáculo que de servicio público, han proliferado por montones en el mundo y también en Chile: baste recordar que, para las elecciones de 1989, fueron lanzadas postulaciones como las de Roberto Jacob Elo, el recordado mago de la Polla Gol, y hasta el mismísimo Don Francisco, que hasta bromeó con su público al respecto, insinuando por algunos instantes que aceptaba la oferta. Otro animador, Julio Videla, incluso realizó una falsa campaña política por las calles. Y no podemos dejar de lado el caso del poeta Vicente Huidobro, magnate derrochador igual que Farkas, que en 1925 quiso transformar su actitud contestataria y su vanguardismo literario en una postulación, con mucho de lo que hoy se denomina farándula. Desde luego, ninguno de estos personajes siquiera apareció en la papeleta, como tampoco lo lograron hacer las incontables mascotas y delincuentes encarcelados que han sido lanzadas para los diferentes comicios de Estados Unidos, donde bueno, sólo con otear el circo que cada cuatro años montan los dos partidos turnantes, uno se da cuenta del lugar donde vino a caer.
Eso sí, estoy consciente de una cosa: si Farkas finalmente se postula, tiene altas posibilidades de convertirse en el catapilco de Sebastián Piñera, algo que quienes vemos con preocupación que este empresario y el círculo político que lo rodea se instale en el poder, por supuesto nos gustaría que pasase. Así lo han entendido esa especie de faranduleros alternativos que responden al nombre de The Clinic, y hasta varios intelectuales y cientistas políticos de izquierda, le han dedicado artículos, si no elogiosos, al menos con muestras de simpatía. No es necesario citar aquí los paralelos que entre uno y otro han confeccionado los medios de comunicación. Sin embargo, es interesante notar como esta burbuja ha crecido merced a la falta de opciones que los autodenominados progresistas han puesto enfrente. Porque la Concertación, natural competidora de Piñera y la derecha política, tiene a dos envejecidos ex presidentes como primera oferta, y parece que todos ahí no quisieran que se asome otro rostro. Y ante el desgaste y la falta de ideas, esperemos que el trabajo sucio lo haga, sin siquiera saberlo, este rubio melenudo que parece ídolo musical de dueñas de casa, pero que ha amasado una fortuna en el negocio minero. Después de todo, él no saldrá elegido: sus rivales también podrán ser bufones, pero cuentan con instituciones empoderadas detrás. No nos importe que sus votos sean un ochenta por ciento de chacota y un veinte por ciento de protesta, mientras el rival directo y temido por todos no gane. Aunque atención: parte de esa protesta podría ser contra la Concertación.
Respecto de la personalidad de Farkas, lamentablemente le tengo que decir a mis lectores que cargo con la formación cristiana evangélica, y eso significa que detesto muchas de sus actuaciones. Me chocan los tipos que arrojan billetes por el balcón y procuran que los demás se enteren, porque si se quiere entregar una donación, prefiero a quien lo hace de manera anónima y sin esperar recompensa. Además, tengo algunas dudas sobre el caudal de este zar de los yacimientos: no olvidemos que los chilenos nos caracterizamos por construirnos en base a apariencias, y casos de famosos a quienes se les ha descubierto su lado oscuro, hay para llenar varias veces este blog. De todas formas tiene su lado positivo, ya que siempre es mejor que un magnate financie cosas concretas, como un hospital en una comuna pobre, a que le entregue los excedentes a la iglesia católica a cambio de indulgencias, que es la forma de proceder más común entre nuestros millonarios. Por otra parte, Farkas derriba el mito del judío tacaño, y eso es un punto en favor del combate contra el racismo.
En conclusión, estamos ante un sujeto ostentoso que golpea el muro de sobriedad que siempre ha caracterizado a los chilenos. Sobriedad legítima y recomendable, pero que en los grupos de poder, quienes nos deben bastante, se torna hipocresía. Y el fasto es el mal menor ante el cinismo. En definitiva, nos provoca empatía un tipo que hace alarde de su fortuna, porque al frente están el doctor Jekyll y el señor Hyde, como en el cuento, dentro de la misma persona. Como en estos veinte años de democracia, en que hemos optado por la Concertación, que ha optado por hacer gobiernos de centroderecha, porque al lado se encuentra la ultraderecha inquisidora y papista. La misma que se ve desenmascarada por los deaguisados de Farkas.
martes, 2 de diciembre de 2008
viernes, 28 de noviembre de 2008
La Patriada Por Los Lisiados
Desde ha algunos años, se ha venido calificando a La Teletón como "el barómetro de la solidaridad" chileno. La verdad es que, con el rumbo que ha tomado esta sociedad durante las últimas décadas -y que, de todas formas, no es culpa exclusivamente de ella-, dicho evento se ha convertido en necesario, eso sí, dentro de las actuales reglas del juego, las que no todos aceptan. Así, por ejemplo, fue imprescindible crear esta campaña en 1978, cuando la dictadura militar imponía un estilo de vida donde cada cual debía rascarse con sus propias uñas; nadie tenía tiempo para detenerse a auxiliar al vecino, y si alguien más ocupaba el puesto que uno envidiaba, todas las tácticas para removerlo de ahí eran válidas, incluida la delación. Entonces, veintisiete horas cada año se tornaron un respiro, que todos, víctimas y victimarios, debíamos tomar, con el fin de continuar el teatro y para que este sistema, a fin de cuentas el mal menor, nos pudiera seguir agrediendo.
Por cierto, resultó recomendable continuarla hasta después de terminada la dictadura ( recordemos que La Teletón tenía una fecha de caducidad: 1982), si es que ésta también mantenía una buena parte de su legado. De hecho, fue durante los años noventa, cuando se consolidaron la desigüaldad económica, la hipocresía moral y la supremacía del dinero, que se empezó a mencionar el ya hostigoso " barómetro de la solidaridad", como diciendo que quienes detentaban el poder eran capaces de abrir su corazón e incitar a la poblada, pese a sus pingües recursos, a hacer lo mismo. Pues, no lo olvidemos, la campaña siempre se ha promocionado como un esfuerzo conjunto entre adinerados y pobres, o, adaptándose a la realidad chilena, entre empresarios y trabajadores, en proporción de acuerdo a los recursos disponibles de cada uno; cuando, la verdad, todos sabemos que los primeros donan el dinero de los segundos, que ingenuamente compran productos que llevan el logotipo de La Teletón, incluso después de terminado el evento, sin percatarse que la recaudación económica también se cerró, y que de lo adquirido antes, menos del uno por cien recaerá en los beneficiarios. Por otra parte, muchos consumidores desconocen el enorme lavado de imagen que hacen algunos participantes de la campaña, llámense empresarios, artistas o rostros televisivos. Así, tenemos al dueño de los supermercados Líder, Nicolás Ibáñez, empresa caracterizada por los sueldos miserables, los abusos laborales y las prácticas antisindicales, que carga una acusación de violencia intrafimiliar bastante bien fundada, de la cual ha intentado zafarse mediante arreglos judiciales. O al Banco de Chile, que obliga a sus empleados a trabajar horas extras, ignoro si pagadas.
Finalmente, los niños lisiados, motor del movimiento, no son más que un pretexto patético para sacar lágrimas y evadir los problemas. De hecho, si realmente La Teletón fuese solidaria, podría albergar en su seno otros defectos físicos, como los ciegos, los sordomudos o los fisurados. Pero los muchachos están ahí, y lo peor, realmente requieren de ayuda. Entonces, la donación del ciudadano común y silvestre se torna fundamental. Mal que mal, uno no ha sido bueno durante el año: ha dejado sordo a algún peatón a bocinazos, o ha puteado a un automovilista imprudente. Y éste es el momento de enmendarse, dando dinero a un desconocido sin hacer preguntas, mandato esencial de la caridad cristiana. Por último, las reglas del juego las aceptamos todos.
En el evento de este año, honesta o cínicamente, más de un chileno llorará, y cuando la meta se logre, los asistentes al Estadio Nacional entonarán el mismo cántico de siempre. El domingo se celebrará el almuerzo de la victoria - con platas recaudadas en la misma campaña-, y a partir del lunes, Chile volverá a su rutina egoísta y capitalista de siempre, ahora, inflamada por las compras navideñas. Los minusválidos volverán a sus rutinas, sufriendo burlas y discriminación, realizando enormes esfuerzos para subir una escalera, porque no lo olvidemos, ante todo son el medio para conseguir otros fines. A propósito: si bien es cierto que La Teletón los sacó de su anonimato, no es correcto afirmar que avances en este sentido, como la instalación de ramplas para sillas de ruedas, le son atribuibles a la existencia de este evento. Por el contrario, tales logros se consiguieron a partir de 1995, y si bien la campaña en su momento los reclamó, las protestas se produjeron sólo después de asumido el gobierno democrático. Bueno: para que vean que no soy un insensible con estos niños, les solicitaré que efectúen su donación voluntaria, y luego visiten la playa, asistan al cine, al local nocturno o al evento cultural o deportivo. Pero no cometan la torpeza de ver el espectáculo televisivo. Ni aunque haya nada más que hacer.
Por cierto, resultó recomendable continuarla hasta después de terminada la dictadura ( recordemos que La Teletón tenía una fecha de caducidad: 1982), si es que ésta también mantenía una buena parte de su legado. De hecho, fue durante los años noventa, cuando se consolidaron la desigüaldad económica, la hipocresía moral y la supremacía del dinero, que se empezó a mencionar el ya hostigoso " barómetro de la solidaridad", como diciendo que quienes detentaban el poder eran capaces de abrir su corazón e incitar a la poblada, pese a sus pingües recursos, a hacer lo mismo. Pues, no lo olvidemos, la campaña siempre se ha promocionado como un esfuerzo conjunto entre adinerados y pobres, o, adaptándose a la realidad chilena, entre empresarios y trabajadores, en proporción de acuerdo a los recursos disponibles de cada uno; cuando, la verdad, todos sabemos que los primeros donan el dinero de los segundos, que ingenuamente compran productos que llevan el logotipo de La Teletón, incluso después de terminado el evento, sin percatarse que la recaudación económica también se cerró, y que de lo adquirido antes, menos del uno por cien recaerá en los beneficiarios. Por otra parte, muchos consumidores desconocen el enorme lavado de imagen que hacen algunos participantes de la campaña, llámense empresarios, artistas o rostros televisivos. Así, tenemos al dueño de los supermercados Líder, Nicolás Ibáñez, empresa caracterizada por los sueldos miserables, los abusos laborales y las prácticas antisindicales, que carga una acusación de violencia intrafimiliar bastante bien fundada, de la cual ha intentado zafarse mediante arreglos judiciales. O al Banco de Chile, que obliga a sus empleados a trabajar horas extras, ignoro si pagadas.
Finalmente, los niños lisiados, motor del movimiento, no son más que un pretexto patético para sacar lágrimas y evadir los problemas. De hecho, si realmente La Teletón fuese solidaria, podría albergar en su seno otros defectos físicos, como los ciegos, los sordomudos o los fisurados. Pero los muchachos están ahí, y lo peor, realmente requieren de ayuda. Entonces, la donación del ciudadano común y silvestre se torna fundamental. Mal que mal, uno no ha sido bueno durante el año: ha dejado sordo a algún peatón a bocinazos, o ha puteado a un automovilista imprudente. Y éste es el momento de enmendarse, dando dinero a un desconocido sin hacer preguntas, mandato esencial de la caridad cristiana. Por último, las reglas del juego las aceptamos todos.
En el evento de este año, honesta o cínicamente, más de un chileno llorará, y cuando la meta se logre, los asistentes al Estadio Nacional entonarán el mismo cántico de siempre. El domingo se celebrará el almuerzo de la victoria - con platas recaudadas en la misma campaña-, y a partir del lunes, Chile volverá a su rutina egoísta y capitalista de siempre, ahora, inflamada por las compras navideñas. Los minusválidos volverán a sus rutinas, sufriendo burlas y discriminación, realizando enormes esfuerzos para subir una escalera, porque no lo olvidemos, ante todo son el medio para conseguir otros fines. A propósito: si bien es cierto que La Teletón los sacó de su anonimato, no es correcto afirmar que avances en este sentido, como la instalación de ramplas para sillas de ruedas, le son atribuibles a la existencia de este evento. Por el contrario, tales logros se consiguieron a partir de 1995, y si bien la campaña en su momento los reclamó, las protestas se produjeron sólo después de asumido el gobierno democrático. Bueno: para que vean que no soy un insensible con estos niños, les solicitaré que efectúen su donación voluntaria, y luego visiten la playa, asistan al cine, al local nocturno o al evento cultural o deportivo. Pero no cometan la torpeza de ver el espectáculo televisivo. Ni aunque haya nada más que hacer.
jueves, 20 de noviembre de 2008
De Familia Ejemplar a Hervidero
El vuelco judicial que experimentó el asesinato de Diego Schmidt-Hebel, a sólo un día y medio de haberse cometido el crimen, trajo aparejado otro vuelco, más escondido, esto último debido a ciertos intereses, y que guarda relación con la conducta de la élite y la alta sociedad chilenas. Cuando todo parecía indicar que sólo estaba involucrado un homicida, un narcotraficante dedicado ocasionalmente al sicariato, no faltó el medio de prensa que destacó al universitario como un joven responsable, amigo de sus amigos y deportista ( como si esas características fueran excepcionales y no deberes sociales), además de hijo de un respetado economista, que, para bien o para mal, justo se hallaba en Francia dando una conferencia relacionada con su profesión, donde de seguro -en caso contrario, no lo habrían mencionado tanto- se dedicó a defender alguna variante del neoliberalismo. Aparte de ello, políticos de diversas tendencias pero del mismo origen social conocían a la familia, algo que durante la noche debió haber estado machacando la cabeza de Juan Ruz, su atacante, porque en las entrevistas que concedieron no dudaron en mencionar la violenta muerte como una pérdida injusta e irreparable, y ya sabemos lo que pasa en Chile cuando los adinerados afirman eso. La coronación máxima de toda esta rabia encorsetada fue la entrevista que los padres de la víctima concedieron a Canal 13, que les permitió transformar a su vástago en un "angelito", del mismo modo que sucedió con las nueve adolescentes que murieron en el accidente de tránsito de Arica, todas ellas alumnas del exclusivo y excluyente colegio Cumbres. Ah, por cierto, en ambos casos las televisoras no esperaron la transmisión de sus noticiarios para entregar la información, sino que la presentaron por primera vez en extras no programados.
Pero, antes incluso que saliera al aire la mencionada entrevista, la investigación policial había dado con un hecho tan inédito como sorprendente: el crimen había sido encargado por una tía de su pareja, que en realidad quería deshacerse del padre de ésta. De un momento a otro, desaparecieron las amistades políticas, los padres del muchacho tomaron, por voluntad propia, un discreto segundo plano, y el dulce aunque herido ambiente familiar se convirtió en morbo para crónica roja. El ejecutor ya no era un malvado delincuente común que por robar era capaz de quitarle la vida a otro ser, sino que estaba en el propio entorno del finado, el mismo que era visto como ideal al momento de efectuarse el velatorio. La víctima era ultimada por una mujer conocida, a quienes todos apodaban con el poco decoroso mote de La Quintrala, y que ya tenía otros delitos en su haber; casi todos, curiosamente, contra aquellos que solemos llamar "seres queridos". El mal estaba al interior de la familia y de la alta sociedad, y peor aún, erraba medio a medio, disparándole a un blanco equivocado.
El hecho de que la relación entre el asesinado y la sobrina de la autora intelectual, fuera sólo de pololeo, ha atenuado un poco las cosas. Los parientes biológicos del joven Schmidt ya no aparecen públicamente, y supongo que están tranquilos conque la historia se siga desarrollando exclusivamente por los cauces judiciales. Pero atención: los planes entre ambos eran serios, y un enlace matrimonial ya se vislumbraba en el horizonte. Y es preciso recordar que cuando uno se casa, de algún modo, lo hace también con la parentela, al menos la más directa, que incluye a los tíos. Y si de dinero se trata, esta niña tenía sus avales; más aún, el problema surgió a raíz de la disputa de unas propiedades heredadas, de las cuales la propia Quintrala tenía una parte, pero que no la conformaba, pues pensaba que debía tenerlo todo.
Quizá lo más interesante, aunque sólo a modo de concluir este artículo, sea la comparación entre María del Pilar y Catalina de los Ríos, la verdadera Quintrala, hacendada del siglo XVI, que se convirtió en el primer sicópata de la historia chilena, incluyendo a los hombres ( Inés de Suárez fue sólo una agente obedeciendo órdenes). Torturó salvajemente a sus inquilinos, a sus familiares más cercanos y a todo quien se le pusiera por delante, sólo por gusto personal. Ambas, curiosamente, son mujeres adineradas que basaban su fortuna en los bienes raíces, y cuya posición les permitió actuar con relativa impunidad o al menos, no salir tempranamente a la luz. Ahora: la de la Colonia recibió su condena, y la contemporánea es muy probable que obtenga lo suyo. Cualquiera diría que por ser mujeres son inmediatamente descubiertas si transgreden los moldes. Puede ser. Pero al menos las mujeres con posición sí pueden romper las reglas. Aunque sea por un tiempo
Pero, antes incluso que saliera al aire la mencionada entrevista, la investigación policial había dado con un hecho tan inédito como sorprendente: el crimen había sido encargado por una tía de su pareja, que en realidad quería deshacerse del padre de ésta. De un momento a otro, desaparecieron las amistades políticas, los padres del muchacho tomaron, por voluntad propia, un discreto segundo plano, y el dulce aunque herido ambiente familiar se convirtió en morbo para crónica roja. El ejecutor ya no era un malvado delincuente común que por robar era capaz de quitarle la vida a otro ser, sino que estaba en el propio entorno del finado, el mismo que era visto como ideal al momento de efectuarse el velatorio. La víctima era ultimada por una mujer conocida, a quienes todos apodaban con el poco decoroso mote de La Quintrala, y que ya tenía otros delitos en su haber; casi todos, curiosamente, contra aquellos que solemos llamar "seres queridos". El mal estaba al interior de la familia y de la alta sociedad, y peor aún, erraba medio a medio, disparándole a un blanco equivocado.
El hecho de que la relación entre el asesinado y la sobrina de la autora intelectual, fuera sólo de pololeo, ha atenuado un poco las cosas. Los parientes biológicos del joven Schmidt ya no aparecen públicamente, y supongo que están tranquilos conque la historia se siga desarrollando exclusivamente por los cauces judiciales. Pero atención: los planes entre ambos eran serios, y un enlace matrimonial ya se vislumbraba en el horizonte. Y es preciso recordar que cuando uno se casa, de algún modo, lo hace también con la parentela, al menos la más directa, que incluye a los tíos. Y si de dinero se trata, esta niña tenía sus avales; más aún, el problema surgió a raíz de la disputa de unas propiedades heredadas, de las cuales la propia Quintrala tenía una parte, pero que no la conformaba, pues pensaba que debía tenerlo todo.
Quizá lo más interesante, aunque sólo a modo de concluir este artículo, sea la comparación entre María del Pilar y Catalina de los Ríos, la verdadera Quintrala, hacendada del siglo XVI, que se convirtió en el primer sicópata de la historia chilena, incluyendo a los hombres ( Inés de Suárez fue sólo una agente obedeciendo órdenes). Torturó salvajemente a sus inquilinos, a sus familiares más cercanos y a todo quien se le pusiera por delante, sólo por gusto personal. Ambas, curiosamente, son mujeres adineradas que basaban su fortuna en los bienes raíces, y cuya posición les permitió actuar con relativa impunidad o al menos, no salir tempranamente a la luz. Ahora: la de la Colonia recibió su condena, y la contemporánea es muy probable que obtenga lo suyo. Cualquiera diría que por ser mujeres son inmediatamente descubiertas si transgreden los moldes. Puede ser. Pero al menos las mujeres con posición sí pueden romper las reglas. Aunque sea por un tiempo
jueves, 13 de noviembre de 2008
La Inmunodeficiencia de Chile
Aunque todos, en diferentes grados, nos hemos sorprendido con el cúmulo de negligencias que nuestro sistema de salud tuvo para con los enfermos de sida, lo cierto es que ya deberíamos aceptar que todos estos bochornos son parte de algo mucho mayor, inmerso en la idiosincrasia nacional, o al menos, en la mentalidad de la clase gobernante. No estoy hablando de la tan sensacionalista como inexistente "ideología de la corrupción", porque, si no somos honestos, al menos somos pésimos ladrones. Me refiero a la pacatería moral, que todavía hace pensar a muchos que el VIH es un castigo divino, reservado a los homosexuales y promiscuos. La misma que ha desviado a estos enfermos al punto de no asegurarles completamente su terapia, dejándolos aún más solos de lo que socialmente están. Una actitud que incluso, permitió por un buen tiempo, la existencia de un hecho deleznable, destapado hace unos meses atrás, pero que ha caído en el olvido y aún sin culpables: la desaparición de dineros de fundaciones internacionales destinados justamente a tratar a los pacientes de sida, los cuales le fueron confiados al Estado chileno.
Completo: para muchos miembros de nuestra clase gobernante - en sentido amplio, es decir, incluyendo a la oposición-, el sida es un mal de libertinos sexuales. Y eso, pese a que en Chile lo han contraído personas que siempre y desde siempre han practicado la opción de la pareja única, y cuyo único error - ya que no se puede hablar de pecado- es haber creído ciegamente en su media naranja, condición esencial para que pueda hablarse de un acto de amor, al menos en términos religiosos. Sin embargo, como esto es poco menos que el caballo amarillo del Apocalipsis, es preciso aceptar sin rechistar los designios providenciales, señales, además, de lo que les ocurre a quienes se apartan del recto camino, donde, se supone al menos, no estamos nosotros, por lo cual no debemos preocuparnos - aún más, deberíamos alegrarnos- por la suerte de estas ovejas descarriadas. Si nuestros mandamases actuaran de otra manera, entonces el preservativo sería el centro de las campañas contra el sida. Y conste que aquí no estoy citando a nuestra oportunista e integrista derecha, pues los gobiernos democráticos jamás han tomado el tema en serio, restringiendo su interés a comerciales que se emiten sólo durante dos meses en el año, donde, con respetables excepciones, se cuidan de, primero, mencionar la abstinencia sexual, luego la pareja única, y finalmente, el "uso correcto" del condón. Y esa expresión no pasa sin un dejo de ambigüedad: o se refiere a la manipulación del adminículo, o es un mensaje subliminal llamando a no caer en la fornicación. Lo cierto es que escasas veces se ha incluido un manual acerca de cómo emplear el profiláctico, y menos, se ha contribuido a eliminar los prejuicios que un sector de la población tiene respecto a él.
Lamentablemente, aquí hay una diferencia abismante con lo que se destina a otros ítemes, como, por ejemplo, la prevención del consumo de drogas. Claro: ahí se puede prohibir, y las acciones punitivas y coercitivas son vastas y variadas. Pero el sexo no se puede proscribir, no por cochino o inmoral, sino porque sería políticamente incorrecto. Entonces, el consuelo es arrinconarlo lo más posible, por último para no inquietar a un puñado de sujetos que, por desgracia para la mayoría, acumulan dinero y poder, y a los cuales, además, la clase gobernante les debe la vida - en buena parte de los casos, en términos estrictamente irónicos-, y por lo tanto tiene el deber de seguir o al menos escuchar atentamente sus planteamientos. Los enfermos de sida están en medio de grupos de presión y de grupúsculos autodenominados progresistas, pero cuya única ideología es la de ser pusilánimes, rastreros y convenientemente convencidos. Y todos los apuntan con el dedo, con la cobardía de alguien que sabe que su oponente está derrotado, o peor aún, morirá antes que la batalla termine.
El descuido hacia los enfermos de sida es otra muestra del espíritu chileno, al menos en lo que a dirigentes políticos se refiere. Un total desprecio por el prójimo, aunque cientos de hipócritas afirmen lo contrario. El problema aquí es que el otro es sospechoso de conductas impías, reñidas con nuestros preceptos. Estos individuos, no obstante, deberían considerar una cuestión de vital importancia: el prójimo necesita ayuda porque precisa que lo limpien de toda inmundicia, ya sea la física como la espiritual. A propósito de que muchos de estos personajes van a derramar lágrimas de cocodrilo en unos pocos días, cuando el teletón, que al menos, mis lectores tengan estos preceptos en cuenta.
Completo: para muchos miembros de nuestra clase gobernante - en sentido amplio, es decir, incluyendo a la oposición-, el sida es un mal de libertinos sexuales. Y eso, pese a que en Chile lo han contraído personas que siempre y desde siempre han practicado la opción de la pareja única, y cuyo único error - ya que no se puede hablar de pecado- es haber creído ciegamente en su media naranja, condición esencial para que pueda hablarse de un acto de amor, al menos en términos religiosos. Sin embargo, como esto es poco menos que el caballo amarillo del Apocalipsis, es preciso aceptar sin rechistar los designios providenciales, señales, además, de lo que les ocurre a quienes se apartan del recto camino, donde, se supone al menos, no estamos nosotros, por lo cual no debemos preocuparnos - aún más, deberíamos alegrarnos- por la suerte de estas ovejas descarriadas. Si nuestros mandamases actuaran de otra manera, entonces el preservativo sería el centro de las campañas contra el sida. Y conste que aquí no estoy citando a nuestra oportunista e integrista derecha, pues los gobiernos democráticos jamás han tomado el tema en serio, restringiendo su interés a comerciales que se emiten sólo durante dos meses en el año, donde, con respetables excepciones, se cuidan de, primero, mencionar la abstinencia sexual, luego la pareja única, y finalmente, el "uso correcto" del condón. Y esa expresión no pasa sin un dejo de ambigüedad: o se refiere a la manipulación del adminículo, o es un mensaje subliminal llamando a no caer en la fornicación. Lo cierto es que escasas veces se ha incluido un manual acerca de cómo emplear el profiláctico, y menos, se ha contribuido a eliminar los prejuicios que un sector de la población tiene respecto a él.
Lamentablemente, aquí hay una diferencia abismante con lo que se destina a otros ítemes, como, por ejemplo, la prevención del consumo de drogas. Claro: ahí se puede prohibir, y las acciones punitivas y coercitivas son vastas y variadas. Pero el sexo no se puede proscribir, no por cochino o inmoral, sino porque sería políticamente incorrecto. Entonces, el consuelo es arrinconarlo lo más posible, por último para no inquietar a un puñado de sujetos que, por desgracia para la mayoría, acumulan dinero y poder, y a los cuales, además, la clase gobernante les debe la vida - en buena parte de los casos, en términos estrictamente irónicos-, y por lo tanto tiene el deber de seguir o al menos escuchar atentamente sus planteamientos. Los enfermos de sida están en medio de grupos de presión y de grupúsculos autodenominados progresistas, pero cuya única ideología es la de ser pusilánimes, rastreros y convenientemente convencidos. Y todos los apuntan con el dedo, con la cobardía de alguien que sabe que su oponente está derrotado, o peor aún, morirá antes que la batalla termine.
El descuido hacia los enfermos de sida es otra muestra del espíritu chileno, al menos en lo que a dirigentes políticos se refiere. Un total desprecio por el prójimo, aunque cientos de hipócritas afirmen lo contrario. El problema aquí es que el otro es sospechoso de conductas impías, reñidas con nuestros preceptos. Estos individuos, no obstante, deberían considerar una cuestión de vital importancia: el prójimo necesita ayuda porque precisa que lo limpien de toda inmundicia, ya sea la física como la espiritual. A propósito de que muchos de estos personajes van a derramar lágrimas de cocodrilo en unos pocos días, cuando el teletón, que al menos, mis lectores tengan estos preceptos en cuenta.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
Estados Unidos y las "Raíces"
Que un afroamericano sea elegido en el nunca despreciable cargo de presidente de los Estados Unidos, desde luego que es un hito, aunque sólo sea por lo inédito. Sin embargo, es algo que debió haberse producido hace bastante tiempo. Estamos hablando de un país que se enorgullece de su carácter multicultural tanto como de su capacidad para manipular armas; pero donde la mayor excentricidad que se había dado al respecto, era hasta ahora, la unción del magnate, hijo de inmigrantes y católico John Kennedy. Nunca existió no sólo un gobernante negro, sino uno judío ( pese a que esa cultura está totalmente adaptada a la realidad norteamericana), uno hispano o uno indígena ( etnia que hoy tiene más limitaciones que los propios afros): por lo que la asunción de Obama, más que exclamaciones de júbilo, debiera conducirnos a una reflexión acerca de la mentalidad en la "América profunda" como gustan autodenominarse en el Tío Sam.
La importancia, analizando este hecho desde un punto de vista sociológico antes que histórico, radica en todo el fenómeno que se generó en torno a Barack Obama, donde caben los antecedentes que permitieron su aplastante victoria, y las expectativas que ha creado pensando ya en su legislatura. Lo primero parte de un punto de referencia claramente establecido: George W. Bush, el ex alcohólico devenido en conservador a ultranza, hijo de su papá en todo sentido de la palabra, incapaz de mostrar idoneidad siquiera para ser un barrendero de la White House; que lanzó a su país a una guerra insoluble, y que como corolario y evidencia de la motivación de su mandato, se va en medio de una crisis económica sin precedentes en los EUA, la cual pagarán los pobres y la clase media, pero nunca sus responsables, entre los cuales se encuentra él. El hecho de que además se trate de ocho años de gobierno republicano, dio pie a que la batuta de la renovación la transportaran ahora los demócratas, con un postulante atípico, excentricidad que casi exclusivamente se han dado sus rivales, con, por ejemplo, Richard Nixon, Ronald Reagan y el mismo Bush. En tal sentido, podemos definir a Obama como la figura o el rostro -consciente, en todo caso- que representa las ansias de cambio de una sociedad que durante un buen tiempo le dio la oportunidad al conservadurismo más recalcitrante, pero que ante el fracaso de éste, le devuelve la mano a un restaurado sector progresista. El senador Obama, en conclusión, fue el candidato del cambio, la medicina para curar el marasmo; pero jamás fue un candidato negro.
Lo segundo es bastante incierto, especialmente porque hay que proyectarlo a futuro. Aunque Estados Unidos prefiera la diplomacia a la hora de resolver sus conflictos internacionales, aunque su ejército se retire de Irak admitiendo una derrota militar; quiero insistir en el concepto que dije en artículos anteriores: no hay presidente norteamericano que no ataque a un país díscolo, lejano y pobre, y esta legislatura no será la excepción. Respecto al descalabro económico, la situación se va a mantener así durante buena parte del 2009, a menos que exista un sujeto lo suficientemente habiloso que logre acortar el periodo oscuro. No dudo que alguien en la nueva administración, incluso el propio Obama, tenga esa capacidad. Pero deberá enfrentar una bóveda de caudales vacía y un presupuesto en buena parte amarrado, al menos, durante un año. Y atención con el aire de triunfalismo que rodea a los círculos progresistas: porque la obtención de la mayoría absoluta en las dos cámaras del Capitolio, caduca el 2010, cuando se celebran elecciones legislativas. Hay que ver si los entuertos dejados en casi una década, se arreglan en veinticuatro meses. De todas maneras, espero que los demócratas utilicen esta confianza dada por el pueblo para reformar el criminal e insensible sistema de salud norteamericano, tan bien retratado por Michael Moore, y sobre el cual el propio presidente electo, ha dicho que necesita una restructuración profunda.
En fin: por sus características - negro, demócrata, representante del progresismo- Barack Obama es el depositario del cambio que los norteamericanos necesitan con suma urgencia. Pero será ante todo el "presidente de los Estados Unidos" pronunciado con la pompa de las películas patrioteras de Hollywood. Hay algunas expectativas creadas en torno a su figura, que son irreales, aunque otras sí son perfectamente realizables. Es de esperar, por el bien de la humanidad, que su gobierno sea correcto, que sea reelegido en cuatro años más - hay que hacer un gobierno especialmente malo para no conseguirlo- y que le devuelva a su país el respeto que ha perdido, y que dadas las circunstancias actuales, no se merece. Y aquí se acaba mi serie de artículos relacionados con la elección presidencial estadounidense. Ya era tiempo: los acontecimientos paralelos que han ocurrido durante estas semanas, tanto en Chile como en el resto del mundo, no pueden dejarse pasar.
La importancia, analizando este hecho desde un punto de vista sociológico antes que histórico, radica en todo el fenómeno que se generó en torno a Barack Obama, donde caben los antecedentes que permitieron su aplastante victoria, y las expectativas que ha creado pensando ya en su legislatura. Lo primero parte de un punto de referencia claramente establecido: George W. Bush, el ex alcohólico devenido en conservador a ultranza, hijo de su papá en todo sentido de la palabra, incapaz de mostrar idoneidad siquiera para ser un barrendero de la White House; que lanzó a su país a una guerra insoluble, y que como corolario y evidencia de la motivación de su mandato, se va en medio de una crisis económica sin precedentes en los EUA, la cual pagarán los pobres y la clase media, pero nunca sus responsables, entre los cuales se encuentra él. El hecho de que además se trate de ocho años de gobierno republicano, dio pie a que la batuta de la renovación la transportaran ahora los demócratas, con un postulante atípico, excentricidad que casi exclusivamente se han dado sus rivales, con, por ejemplo, Richard Nixon, Ronald Reagan y el mismo Bush. En tal sentido, podemos definir a Obama como la figura o el rostro -consciente, en todo caso- que representa las ansias de cambio de una sociedad que durante un buen tiempo le dio la oportunidad al conservadurismo más recalcitrante, pero que ante el fracaso de éste, le devuelve la mano a un restaurado sector progresista. El senador Obama, en conclusión, fue el candidato del cambio, la medicina para curar el marasmo; pero jamás fue un candidato negro.
Lo segundo es bastante incierto, especialmente porque hay que proyectarlo a futuro. Aunque Estados Unidos prefiera la diplomacia a la hora de resolver sus conflictos internacionales, aunque su ejército se retire de Irak admitiendo una derrota militar; quiero insistir en el concepto que dije en artículos anteriores: no hay presidente norteamericano que no ataque a un país díscolo, lejano y pobre, y esta legislatura no será la excepción. Respecto al descalabro económico, la situación se va a mantener así durante buena parte del 2009, a menos que exista un sujeto lo suficientemente habiloso que logre acortar el periodo oscuro. No dudo que alguien en la nueva administración, incluso el propio Obama, tenga esa capacidad. Pero deberá enfrentar una bóveda de caudales vacía y un presupuesto en buena parte amarrado, al menos, durante un año. Y atención con el aire de triunfalismo que rodea a los círculos progresistas: porque la obtención de la mayoría absoluta en las dos cámaras del Capitolio, caduca el 2010, cuando se celebran elecciones legislativas. Hay que ver si los entuertos dejados en casi una década, se arreglan en veinticuatro meses. De todas maneras, espero que los demócratas utilicen esta confianza dada por el pueblo para reformar el criminal e insensible sistema de salud norteamericano, tan bien retratado por Michael Moore, y sobre el cual el propio presidente electo, ha dicho que necesita una restructuración profunda.
En fin: por sus características - negro, demócrata, representante del progresismo- Barack Obama es el depositario del cambio que los norteamericanos necesitan con suma urgencia. Pero será ante todo el "presidente de los Estados Unidos" pronunciado con la pompa de las películas patrioteras de Hollywood. Hay algunas expectativas creadas en torno a su figura, que son irreales, aunque otras sí son perfectamente realizables. Es de esperar, por el bien de la humanidad, que su gobierno sea correcto, que sea reelegido en cuatro años más - hay que hacer un gobierno especialmente malo para no conseguirlo- y que le devuelva a su país el respeto que ha perdido, y que dadas las circunstancias actuales, no se merece. Y aquí se acaba mi serie de artículos relacionados con la elección presidencial estadounidense. Ya era tiempo: los acontecimientos paralelos que han ocurrido durante estas semanas, tanto en Chile como en el resto del mundo, no pueden dejarse pasar.
viernes, 31 de octubre de 2008
De Presidentes y Guerras
Un dicho norteamericano asegura que siempre son los demócratas los que inician las guerras y siempre son los republicanos quienes las terminan. Es algo extraño, si se considera el prejuicio que se tiene de cada partido, al menos, en América Latina. Pero en caso alguno ajeno a la realidad: si miramos la historia, nos damos cuenta que los presidentes de la colectividad del burro - Clinton, Carter, Kennedy, Wilson...- no han abandonado la Casa Blanca sin un conflicto bélico importante a sus espaldas. Sus rivales políticos, en cambio, y con la sola excepeción de los Bush, parecen venir a encauzar estos entuertos, y así tenemos, por ejemplo, que el rabioso y oscuro Nixon retiró las tropas de Vietnam. ¿ Por qué, si se supone que son los republicanos los que recurren a la pólvora, al momento de imponer puntos de vista?
En primer lugar, es menester reiterar lo que he señalado en los artículos anteriores, en el sentido de que ambos referentes tienen un origen común, y, en el caso de sus características particulares, contradictorio con el sector de la sociedad norteamericana que representan hoy. Pero se pueden añadir otras conclusiones. A saber, que los republicanos, si aceptamos que pertenecen a un espectro político que podríamos calificar de derechista, prefieren actuar sutilmente y dar patadas bajo la mesa. De este modo, el ya mencionado Richard Nixon nunca invadió Chile para desalojar al gobierno de Salvador Allende; pero financió a grupos que contribuyeron a provocar el colapso de la UP. Otra manera de actuar, además, ha sido con invasiones rápidas, desproporcionadas si se considera la fuerza rival, que por lo mismo ocasionan cierta sensación de ambigüedad a la hora de calificarlas como enfrentamientos armados. Ronald Reagan procedió de esta forma innumerables veces durante los ochenta, ya sea interrumpiendo el proceso democrático, como en Granada, o derribando a un dictador que ya no le era confiable, como en Haití. El actor de vodevil, además, financió a la guerrilla contrainsurgente de Nicaragua, que de otro modo no habría podido mantenerse en la resistencia por más de diez años.
Si lo extrapolamos a las definiciones políticas, tenemos que las derechas tienen por costumbre actuar en silencio, hipócritamente, dando el golpe desde las sombras. El policía represor que espera pacientemente el momento propicio para abalanzarse, el conservador que no quiere llamar la atención con su vestimenta, el millonario que no hace ostentación de su dinero: son las tretas de alguien que no mete bulla, que parece inofensivo; pero que en realidad está juntando energías para cuando pueda dar el zarpazo. Actitud propia de los reaccionarios: causar miedo y, como consecuencia, inercia social. Pero también de los especuladores y los comerciantes, quienes analizan los números calmada y calladamente, para que cuando nadie se dé cuenta, consigan comprar o vender, obteniendo suculentas ganancias.
Por lo mismo, entre otras cosas, es que Bush ha sido golpeado en su popularidad por lo de Irak. Proclamó una guerra abierta, bulliciosa, en la cual los norteamericanos llevan más de cinco años enfrascados. No fue rápido - aunque en su momento afirmó lo contrario- por ende tampoco eficaz y su aventura hasta hoy ha solucionado nada, ni siquiera el terrorismo islámico. Se fue contra los dictámenes de su propio partido y perdió, como los demócratas que buscan ser sinceros jugando a la batalla con las reglas internacionales. Es eso, y no el pacifismo, lo que se rechaza actualmente en Estados Unidos: utilizar métodos prestados, en un país débil donde debíamos demostrar nuestro poderío, y resulta que nos están humillando. Créanme: Obama e incluso McCain podrán representar un cambio, pero a la hora de arreglar problemas, lo harán de la única manera que saben: desenfundando la pistola. Y al menos en ese momento, su popularidad subirá como la espuma.
En primer lugar, es menester reiterar lo que he señalado en los artículos anteriores, en el sentido de que ambos referentes tienen un origen común, y, en el caso de sus características particulares, contradictorio con el sector de la sociedad norteamericana que representan hoy. Pero se pueden añadir otras conclusiones. A saber, que los republicanos, si aceptamos que pertenecen a un espectro político que podríamos calificar de derechista, prefieren actuar sutilmente y dar patadas bajo la mesa. De este modo, el ya mencionado Richard Nixon nunca invadió Chile para desalojar al gobierno de Salvador Allende; pero financió a grupos que contribuyeron a provocar el colapso de la UP. Otra manera de actuar, además, ha sido con invasiones rápidas, desproporcionadas si se considera la fuerza rival, que por lo mismo ocasionan cierta sensación de ambigüedad a la hora de calificarlas como enfrentamientos armados. Ronald Reagan procedió de esta forma innumerables veces durante los ochenta, ya sea interrumpiendo el proceso democrático, como en Granada, o derribando a un dictador que ya no le era confiable, como en Haití. El actor de vodevil, además, financió a la guerrilla contrainsurgente de Nicaragua, que de otro modo no habría podido mantenerse en la resistencia por más de diez años.
Si lo extrapolamos a las definiciones políticas, tenemos que las derechas tienen por costumbre actuar en silencio, hipócritamente, dando el golpe desde las sombras. El policía represor que espera pacientemente el momento propicio para abalanzarse, el conservador que no quiere llamar la atención con su vestimenta, el millonario que no hace ostentación de su dinero: son las tretas de alguien que no mete bulla, que parece inofensivo; pero que en realidad está juntando energías para cuando pueda dar el zarpazo. Actitud propia de los reaccionarios: causar miedo y, como consecuencia, inercia social. Pero también de los especuladores y los comerciantes, quienes analizan los números calmada y calladamente, para que cuando nadie se dé cuenta, consigan comprar o vender, obteniendo suculentas ganancias.
Por lo mismo, entre otras cosas, es que Bush ha sido golpeado en su popularidad por lo de Irak. Proclamó una guerra abierta, bulliciosa, en la cual los norteamericanos llevan más de cinco años enfrascados. No fue rápido - aunque en su momento afirmó lo contrario- por ende tampoco eficaz y su aventura hasta hoy ha solucionado nada, ni siquiera el terrorismo islámico. Se fue contra los dictámenes de su propio partido y perdió, como los demócratas que buscan ser sinceros jugando a la batalla con las reglas internacionales. Es eso, y no el pacifismo, lo que se rechaza actualmente en Estados Unidos: utilizar métodos prestados, en un país débil donde debíamos demostrar nuestro poderío, y resulta que nos están humillando. Créanme: Obama e incluso McCain podrán representar un cambio, pero a la hora de arreglar problemas, lo harán de la única manera que saben: desenfundando la pistola. Y al menos en ese momento, su popularidad subirá como la espuma.
jueves, 23 de octubre de 2008
Ser Presidente de los Estados Unidos
Siempre me ha llamado la atención la frase con que titulo este artículo, tan propia de las películas de Hollywood, pero por lo mismo, fiel retrato de la idosincrasia norteamericana. Siempre se nos ha dicho, mejor, se nos ha inculcado, que Estados Unidos es la democracia más antigua del mundo. Bien: aunque no fue el primer territorio que se pudo gobernar sin monarca, sí es el más viejo entre los que están vigentes, y el sistema que las Trece Colonias crearon en 1776, fue un impulso para la Revolución Francesa, que a su vez, motivó la independencia de las dependencias españolas. Por eso, fuera de ubicarse en su zona de influencia, es tan importante para América Latina lo que ocurre con el tío del norte. Mal que mal, nuestros sistemas políticos se sentaron gracias a su ejemplo.
Mientras el término "rey" nos retrotrae al romanticismo de los cuentos de hadas, la palabra "presidente" nunca ha salido del entorno político. Más aún: la propia Biblia llama a Dios " el rey de Judá"; y en nuestro lenguaje coloquial es posible encontrar expresiones como " el rey del mote con huesillos" o " el rey de los helados". Me pregunto, con un dejo de sorna, qué le habría sucedido a Boris Quercia de haber bautizado su filme como " El Presidente de los Huevones"... ¡ ahí sí que sería el rey! De acuerdo: la mayoría de los cuentos de hadas que conocimos desde niños, vienen de la Europa medieval o del milenario Oriente, sectores donde no concebían otra forma de gobierno que la monarquía. Pero referirse al presidente en Estados Unidos ( ni siquiera de los Estados Unidos) encierra todo un lenguaje y, por extensión, toda una cultura. Hablamos del decano de las democracias, que es cuarto en el mundo por su extensión territorial, potencia mundial desde hace cien años, y, como para justificar todos esos logros, con manifiestas pretensiones de que lo traten como imperio. Ser presidente de los EUA equivale a un emperador sin corona, que al igual que sus pares romanos, no le hereda el cargo a sus hijos, al menos teóricamente hablando. Recordemos que los gobernantes de Roma elegían sucesor entre los miembros del senado cuando no adoptaban a un mozalbete despierto y con don de mando. Y si insistían en legarles el Estado a sus descendientes directos, venía un militar o un intelectual envidioso y los asesinaba. También, los tipos mandataban sobre un vasto territorio, y su influencia abarcaba todo el mundo conocido.
La presidencia norteamericana tiene una mística especial. Tanto o más que ser rey en Europa, cargo que aún tiene mucho peso. Por lo mismo, su figura no está a la altura de un cuento de hadas, pero sí de esos filmes políticos que, cada cierto tiempo, Hollywood financia para agradecer a la patria que lo engendró. En tal sentido, si la palabra rey ha sido apropiada por los europeos, el término presidente ha sido secuestrado por los gringos. Ahora, las monarquías fueron indispensables en un pasado tan remoto como legendario, mientras que las repúblicas son un realidad del presente. Y en la actualidad, el mayor punto de referencia, para bien o para mal, es Estados Unidos. Y lo seguirá siendo conforme no se invente un sistema de gobierno más perfecto que la democracia pluripartidista, algo que dudo ocurra en los próximos siglos. Aunque en la práctica, el de los norteamericanos, como muchos otros, sólo sea bipartidista.
Mientras el término "rey" nos retrotrae al romanticismo de los cuentos de hadas, la palabra "presidente" nunca ha salido del entorno político. Más aún: la propia Biblia llama a Dios " el rey de Judá"; y en nuestro lenguaje coloquial es posible encontrar expresiones como " el rey del mote con huesillos" o " el rey de los helados". Me pregunto, con un dejo de sorna, qué le habría sucedido a Boris Quercia de haber bautizado su filme como " El Presidente de los Huevones"... ¡ ahí sí que sería el rey! De acuerdo: la mayoría de los cuentos de hadas que conocimos desde niños, vienen de la Europa medieval o del milenario Oriente, sectores donde no concebían otra forma de gobierno que la monarquía. Pero referirse al presidente en Estados Unidos ( ni siquiera de los Estados Unidos) encierra todo un lenguaje y, por extensión, toda una cultura. Hablamos del decano de las democracias, que es cuarto en el mundo por su extensión territorial, potencia mundial desde hace cien años, y, como para justificar todos esos logros, con manifiestas pretensiones de que lo traten como imperio. Ser presidente de los EUA equivale a un emperador sin corona, que al igual que sus pares romanos, no le hereda el cargo a sus hijos, al menos teóricamente hablando. Recordemos que los gobernantes de Roma elegían sucesor entre los miembros del senado cuando no adoptaban a un mozalbete despierto y con don de mando. Y si insistían en legarles el Estado a sus descendientes directos, venía un militar o un intelectual envidioso y los asesinaba. También, los tipos mandataban sobre un vasto territorio, y su influencia abarcaba todo el mundo conocido.
La presidencia norteamericana tiene una mística especial. Tanto o más que ser rey en Europa, cargo que aún tiene mucho peso. Por lo mismo, su figura no está a la altura de un cuento de hadas, pero sí de esos filmes políticos que, cada cierto tiempo, Hollywood financia para agradecer a la patria que lo engendró. En tal sentido, si la palabra rey ha sido apropiada por los europeos, el término presidente ha sido secuestrado por los gringos. Ahora, las monarquías fueron indispensables en un pasado tan remoto como legendario, mientras que las repúblicas son un realidad del presente. Y en la actualidad, el mayor punto de referencia, para bien o para mal, es Estados Unidos. Y lo seguirá siendo conforme no se invente un sistema de gobierno más perfecto que la democracia pluripartidista, algo que dudo ocurra en los próximos siglos. Aunque en la práctica, el de los norteamericanos, como muchos otros, sólo sea bipartidista.
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