miércoles, 5 de noviembre de 2008

Estados Unidos y las "Raíces"

Que un afroamericano sea elegido en el nunca despreciable cargo de presidente de los Estados Unidos, desde luego que es un hito, aunque sólo sea por lo inédito. Sin embargo, es algo que debió haberse producido hace bastante tiempo. Estamos hablando de un país que se enorgullece de su carácter multicultural tanto como de su capacidad para manipular armas; pero donde la mayor excentricidad que se había dado al respecto, era hasta ahora, la unción del magnate, hijo de inmigrantes y católico John Kennedy. Nunca existió no sólo un gobernante negro, sino uno judío ( pese a que esa cultura está totalmente adaptada a la realidad norteamericana), uno hispano o uno indígena ( etnia que hoy tiene más limitaciones que los propios afros): por lo que la asunción de Obama, más que exclamaciones de júbilo, debiera conducirnos a una reflexión acerca de la mentalidad en la "América profunda" como gustan autodenominarse en el Tío Sam.

La importancia, analizando este hecho desde un punto de vista sociológico antes que histórico, radica en todo el fenómeno que se generó en torno a Barack Obama, donde caben los antecedentes que permitieron su aplastante victoria, y las expectativas que ha creado pensando ya en su legislatura. Lo primero parte de un punto de referencia claramente establecido: George W. Bush, el ex alcohólico devenido en conservador a ultranza, hijo de su papá en todo sentido de la palabra, incapaz de mostrar idoneidad siquiera para ser un barrendero de la White House; que lanzó a su país a una guerra insoluble, y que como corolario y evidencia de la motivación de su mandato, se va en medio de una crisis económica sin precedentes en los EUA, la cual pagarán los pobres y la clase media, pero nunca sus responsables, entre los cuales se encuentra él. El hecho de que además se trate de ocho años de gobierno republicano, dio pie a que la batuta de la renovación la transportaran ahora los demócratas, con un postulante atípico, excentricidad que casi exclusivamente se han dado sus rivales, con, por ejemplo, Richard Nixon, Ronald Reagan y el mismo Bush. En tal sentido, podemos definir a Obama como la figura o el rostro -consciente, en todo caso- que representa las ansias de cambio de una sociedad que durante un buen tiempo le dio la oportunidad al conservadurismo más recalcitrante, pero que ante el fracaso de éste, le devuelve la mano a un restaurado sector progresista. El senador Obama, en conclusión, fue el candidato del cambio, la medicina para curar el marasmo; pero jamás fue un candidato negro.

Lo segundo es bastante incierto, especialmente porque hay que proyectarlo a futuro. Aunque Estados Unidos prefiera la diplomacia a la hora de resolver sus conflictos internacionales, aunque su ejército se retire de Irak admitiendo una derrota militar; quiero insistir en el concepto que dije en artículos anteriores: no hay presidente norteamericano que no ataque a un país díscolo, lejano y pobre, y esta legislatura no será la excepción. Respecto al descalabro económico, la situación se va a mantener así durante buena parte del 2009, a menos que exista un sujeto lo suficientemente habiloso que logre acortar el periodo oscuro. No dudo que alguien en la nueva administración, incluso el propio Obama, tenga esa capacidad. Pero deberá enfrentar una bóveda de caudales vacía y un presupuesto en buena parte amarrado, al menos, durante un año. Y atención con el aire de triunfalismo que rodea a los círculos progresistas: porque la obtención de la mayoría absoluta en las dos cámaras del Capitolio, caduca el 2010, cuando se celebran elecciones legislativas. Hay que ver si los entuertos dejados en casi una década, se arreglan en veinticuatro meses. De todas maneras, espero que los demócratas utilicen esta confianza dada por el pueblo para reformar el criminal e insensible sistema de salud norteamericano, tan bien retratado por Michael Moore, y sobre el cual el propio presidente electo, ha dicho que necesita una restructuración profunda.

En fin: por sus características - negro, demócrata, representante del progresismo- Barack Obama es el depositario del cambio que los norteamericanos necesitan con suma urgencia. Pero será ante todo el "presidente de los Estados Unidos" pronunciado con la pompa de las películas patrioteras de Hollywood. Hay algunas expectativas creadas en torno a su figura, que son irreales, aunque otras sí son perfectamente realizables. Es de esperar, por el bien de la humanidad, que su gobierno sea correcto, que sea reelegido en cuatro años más - hay que hacer un gobierno especialmente malo para no conseguirlo- y que le devuelva a su país el respeto que ha perdido, y que dadas las circunstancias actuales, no se merece. Y aquí se acaba mi serie de artículos relacionados con la elección presidencial estadounidense. Ya era tiempo: los acontecimientos paralelos que han ocurrido durante estas semanas, tanto en Chile como en el resto del mundo, no pueden dejarse pasar.

No hay comentarios: