viernes, 28 de noviembre de 2008

La Patriada Por Los Lisiados

Desde ha algunos años, se ha venido calificando a La Teletón como "el barómetro de la solidaridad" chileno. La verdad es que, con el rumbo que ha tomado esta sociedad durante las últimas décadas -y que, de todas formas, no es culpa exclusivamente de ella-, dicho evento se ha convertido en necesario, eso sí, dentro de las actuales reglas del juego, las que no todos aceptan. Así, por ejemplo, fue imprescindible crear esta campaña en 1978, cuando la dictadura militar imponía un estilo de vida donde cada cual debía rascarse con sus propias uñas; nadie tenía tiempo para detenerse a auxiliar al vecino, y si alguien más ocupaba el puesto que uno envidiaba, todas las tácticas para removerlo de ahí eran válidas, incluida la delación. Entonces, veintisiete horas cada año se tornaron un respiro, que todos, víctimas y victimarios, debíamos tomar, con el fin de continuar el teatro y para que este sistema, a fin de cuentas el mal menor, nos pudiera seguir agrediendo.

Por cierto, resultó recomendable continuarla hasta después de terminada la dictadura ( recordemos que La Teletón tenía una fecha de caducidad: 1982), si es que ésta también mantenía una buena parte de su legado. De hecho, fue durante los años noventa, cuando se consolidaron la desigüaldad económica, la hipocresía moral y la supremacía del dinero, que se empezó a mencionar el ya hostigoso " barómetro de la solidaridad", como diciendo que quienes detentaban el poder eran capaces de abrir su corazón e incitar a la poblada, pese a sus pingües recursos, a hacer lo mismo. Pues, no lo olvidemos, la campaña siempre se ha promocionado como un esfuerzo conjunto entre adinerados y pobres, o, adaptándose a la realidad chilena, entre empresarios y trabajadores, en proporción de acuerdo a los recursos disponibles de cada uno; cuando, la verdad, todos sabemos que los primeros donan el dinero de los segundos, que ingenuamente compran productos que llevan el logotipo de La Teletón, incluso después de terminado el evento, sin percatarse que la recaudación económica también se cerró, y que de lo adquirido antes, menos del uno por cien recaerá en los beneficiarios. Por otra parte, muchos consumidores desconocen el enorme lavado de imagen que hacen algunos participantes de la campaña, llámense empresarios, artistas o rostros televisivos. Así, tenemos al dueño de los supermercados Líder, Nicolás Ibáñez, empresa caracterizada por los sueldos miserables, los abusos laborales y las prácticas antisindicales, que carga una acusación de violencia intrafimiliar bastante bien fundada, de la cual ha intentado zafarse mediante arreglos judiciales. O al Banco de Chile, que obliga a sus empleados a trabajar horas extras, ignoro si pagadas.

Finalmente, los niños lisiados, motor del movimiento, no son más que un pretexto patético para sacar lágrimas y evadir los problemas. De hecho, si realmente La Teletón fuese solidaria, podría albergar en su seno otros defectos físicos, como los ciegos, los sordomudos o los fisurados. Pero los muchachos están ahí, y lo peor, realmente requieren de ayuda. Entonces, la donación del ciudadano común y silvestre se torna fundamental. Mal que mal, uno no ha sido bueno durante el año: ha dejado sordo a algún peatón a bocinazos, o ha puteado a un automovilista imprudente. Y éste es el momento de enmendarse, dando dinero a un desconocido sin hacer preguntas, mandato esencial de la caridad cristiana. Por último, las reglas del juego las aceptamos todos.

En el evento de este año, honesta o cínicamente, más de un chileno llorará, y cuando la meta se logre, los asistentes al Estadio Nacional entonarán el mismo cántico de siempre. El domingo se celebrará el almuerzo de la victoria - con platas recaudadas en la misma campaña-, y a partir del lunes, Chile volverá a su rutina egoísta y capitalista de siempre, ahora, inflamada por las compras navideñas. Los minusválidos volverán a sus rutinas, sufriendo burlas y discriminación, realizando enormes esfuerzos para subir una escalera, porque no lo olvidemos, ante todo son el medio para conseguir otros fines. A propósito: si bien es cierto que La Teletón los sacó de su anonimato, no es correcto afirmar que avances en este sentido, como la instalación de ramplas para sillas de ruedas, le son atribuibles a la existencia de este evento. Por el contrario, tales logros se consiguieron a partir de 1995, y si bien la campaña en su momento los reclamó, las protestas se produjeron sólo después de asumido el gobierno democrático. Bueno: para que vean que no soy un insensible con estos niños, les solicitaré que efectúen su donación voluntaria, y luego visiten la playa, asistan al cine, al local nocturno o al evento cultural o deportivo. Pero no cometan la torpeza de ver el espectáculo televisivo. Ni aunque haya nada más que hacer.

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