jueves, 20 de noviembre de 2008

De Familia Ejemplar a Hervidero

El vuelco judicial que experimentó el asesinato de Diego Schmidt-Hebel, a sólo un día y medio de haberse cometido el crimen, trajo aparejado otro vuelco, más escondido, esto último debido a ciertos intereses, y que guarda relación con la conducta de la élite y la alta sociedad chilenas. Cuando todo parecía indicar que sólo estaba involucrado un homicida, un narcotraficante dedicado ocasionalmente al sicariato, no faltó el medio de prensa que destacó al universitario como un joven responsable, amigo de sus amigos y deportista ( como si esas características fueran excepcionales y no deberes sociales), además de hijo de un respetado economista, que, para bien o para mal, justo se hallaba en Francia dando una conferencia relacionada con su profesión, donde de seguro -en caso contrario, no lo habrían mencionado tanto- se dedicó a defender alguna variante del neoliberalismo. Aparte de ello, políticos de diversas tendencias pero del mismo origen social conocían a la familia, algo que durante la noche debió haber estado machacando la cabeza de Juan Ruz, su atacante, porque en las entrevistas que concedieron no dudaron en mencionar la violenta muerte como una pérdida injusta e irreparable, y ya sabemos lo que pasa en Chile cuando los adinerados afirman eso. La coronación máxima de toda esta rabia encorsetada fue la entrevista que los padres de la víctima concedieron a Canal 13, que les permitió transformar a su vástago en un "angelito", del mismo modo que sucedió con las nueve adolescentes que murieron en el accidente de tránsito de Arica, todas ellas alumnas del exclusivo y excluyente colegio Cumbres. Ah, por cierto, en ambos casos las televisoras no esperaron la transmisión de sus noticiarios para entregar la información, sino que la presentaron por primera vez en extras no programados.

Pero, antes incluso que saliera al aire la mencionada entrevista, la investigación policial había dado con un hecho tan inédito como sorprendente: el crimen había sido encargado por una tía de su pareja, que en realidad quería deshacerse del padre de ésta. De un momento a otro, desaparecieron las amistades políticas, los padres del muchacho tomaron, por voluntad propia, un discreto segundo plano, y el dulce aunque herido ambiente familiar se convirtió en morbo para crónica roja. El ejecutor ya no era un malvado delincuente común que por robar era capaz de quitarle la vida a otro ser, sino que estaba en el propio entorno del finado, el mismo que era visto como ideal al momento de efectuarse el velatorio. La víctima era ultimada por una mujer conocida, a quienes todos apodaban con el poco decoroso mote de La Quintrala, y que ya tenía otros delitos en su haber; casi todos, curiosamente, contra aquellos que solemos llamar "seres queridos". El mal estaba al interior de la familia y de la alta sociedad, y peor aún, erraba medio a medio, disparándole a un blanco equivocado.

El hecho de que la relación entre el asesinado y la sobrina de la autora intelectual, fuera sólo de pololeo, ha atenuado un poco las cosas. Los parientes biológicos del joven Schmidt ya no aparecen públicamente, y supongo que están tranquilos conque la historia se siga desarrollando exclusivamente por los cauces judiciales. Pero atención: los planes entre ambos eran serios, y un enlace matrimonial ya se vislumbraba en el horizonte. Y es preciso recordar que cuando uno se casa, de algún modo, lo hace también con la parentela, al menos la más directa, que incluye a los tíos. Y si de dinero se trata, esta niña tenía sus avales; más aún, el problema surgió a raíz de la disputa de unas propiedades heredadas, de las cuales la propia Quintrala tenía una parte, pero que no la conformaba, pues pensaba que debía tenerlo todo.

Quizá lo más interesante, aunque sólo a modo de concluir este artículo, sea la comparación entre María del Pilar y Catalina de los Ríos, la verdadera Quintrala, hacendada del siglo XVI, que se convirtió en el primer sicópata de la historia chilena, incluyendo a los hombres ( Inés de Suárez fue sólo una agente obedeciendo órdenes). Torturó salvajemente a sus inquilinos, a sus familiares más cercanos y a todo quien se le pusiera por delante, sólo por gusto personal. Ambas, curiosamente, son mujeres adineradas que basaban su fortuna en los bienes raíces, y cuya posición les permitió actuar con relativa impunidad o al menos, no salir tempranamente a la luz. Ahora: la de la Colonia recibió su condena, y la contemporánea es muy probable que obtenga lo suyo. Cualquiera diría que por ser mujeres son inmediatamente descubiertas si transgreden los moldes. Puede ser. Pero al menos las mujeres con posición sí pueden romper las reglas. Aunque sea por un tiempo

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