domingo, 9 de abril de 2017

Nacionalistas de la India

Las noticias más recientes que provienen de la India no son muy alentadoras para los cristianos. El gobierno de ese país, asumido hace ya dos años, está promoviendo una campaña de defensa de su religión tradicional, el hinduismo, lo cual en la práctica se ha traducido en que los miembros de otros credos han encontrado dificultades para expresar su fe, y en el caso específico de los creyentes en Jesús, algunas misiones, incluyendo las que efectúan labores benéficas, han sufrido restricciones en su actuar, cuando no el cierre parcial o total de sus funciones por decretos públicos y la expulsión de sus integrantes extranjeros.

La India es hoy regida por un partido confesional y nacionalista, situado a la derecha en el espectro político local. Esto ha significado que las autoridades se han tornado muy observantes de los llamados valores tradicionales, que se resumen en cuestiones que son comunes a muchas religiones: la familia clásica, el rechazo a las relaciones de pareja entre congéneres o la sumisión de la mujer (que en el caso de los cultos orientales es una doctrina muy marcada, más que en el islam). Además de ciertos aspectos propios del hinduismo como el odioso sistema de castas basado en los dogmas del karma y la reencarnación. También, en concordancia con lo recién explicado, y siguiendo un proceso lógico, esta agrupación ha procurado redondear su conducta protectora de la idiosincrasia cultural de la nación blindando a una de sus caras más visibles, como es su credo más identificable. Una actitud que siempre se traduce en el hostigamiento hacia quienes profesan otra clase de fe, que en estas situaciones siempre se le define como un elemento capaz de distorsionar y deformar el acerbo más característico.

Ahora. ¿Dónde encontramos ese chovinismo en occidente? Sí, acertaron. En los movimientos xenófobos que están subiendo como la espuma en Europa y la administración de Donald Trump en Estados Unidos. Seguidos, en ambos casos, por un significativo número de cristianos, que se han dejado seducir por sus promesas de impulsar el retorno a la familia tradicional, censurar el matrimonio gay, restringir el aborto, volver a los roles tradicionales de cada género, regresar la oración y los crucifijos a las escuelas públicas o expulsar a los musulmanes (que en la India, dicho sea de paso, constituyen un quinto de la población y están padeciendo represalias por parte del actual gobierno). Desde luego que una motivación de estos nacionalismos -aparte de la captación de votos- es la prueba plausible de que los países en donde pretenden consolidarse se formaron en base a orientaciones cristianas. Sin embargo, es menester aclarar que estos grupos se sienten impulsados por el concepto de la patria, no por una real creencia en Cristo. Y asimismo cabe recordar que en la composición de la idiosincrasia de algunos territorios estuvieron involucrados aspectos que poco o nada tienen que ver con las doctrinas de Jesús, los cuales se han estado manifestando al interior de estos movimientos. Así, por ejemplo, en algunas zonas de Europa esta ola nacionalista ha revitalizado olvidados credos paganos, como Thor u Odín, mientras en Estados Unidos ha sido acompañada por elementos cuestionables ya desde la óptica bíblica como la libre circulación de las armas de fuego.

La lista suma y sigue. En Rusia, la supremacía de la iglesia ortodoxa ha conseguido que se impida la realización de las marchas por el orgullo gay y que se prohíban las malas palabras en la televisión. Sin embargo, en paralelo otras expresiones de fe se han visto asfixiadas e incluso ahogadas debido a la serie de legislaciones que favorecen a dicho credo, y que en muchos casos son peores que la situación que se vivía bajo el comunismo soviético. En Nicaragua, un gobierno de tendencia socialista y progresista ha procurado garantizar la preeminencia del catolicismo, lo cual ha derivado en la erradicación de la práctica del aborto, incluso el terapéutico, y a su vez en ciertas hostilidades hacia los evangélicos. Ni hablar de los territorios musulmanes, con sus leyes contra los homosexuales -algunas de las cuales los condenan a muerte- que se ya se querrían varios cristianos, justamente los que terminarían en el patíbulo si se pusieran a predicar allí. Eso es el nacionalismo. Una ideología con componentes comunes pero que aplicadas a la cada realidad, desemboca en prácticas tan parecidas como antagónicas. Y que ya por eso se opone al mensaje universal de buena nueva transmitido por Jesús.

domingo, 26 de marzo de 2017

La Nueva Política de los Dos Bloques

Un hecho que fue común tanto en las elecciones celebradas en Austria el año pasado como en Holanda hace pocas semanas, es que los integrantes de los partidos políticos más tradicionales o convencionales, frente al avance de los movimientos fascistas y xenófobos que se suscitó en cada uno de esos países miembros de la Unión Europea, discurrieron en alentar a la población a apoyar, al menos de modo mayoritario, a los candidatos con mejores posibilidades aparte de quienes representaban a las colectividades de índole racista, con la promesa -cumplida en ambos casos, aunque más por un asunto de supervivencia- de gobernar en coalición con aquellos grupos cuyos votantes se vieron estimulados a cambiar la orientación de su sufragio bajo la excusa del mal menor. Con esta premisa, Viena es hoy dirigida por los ecologistas y La Haya por los conservadores, dos corrientes muy dispares entre sí, aunque no necesariamente antagónicas.

Hay un cierto peligro en esta forma de contrarrestar a los grupúsculos racistas que podría traer graves consecuencias a futuro, sobre todo porque debido a la situación social que se está suscitando en la Unión Europea, la cual ha sido determinante en las recientes inclinaciones de los sufragistas, podría en cualquier momento dejar de ser la solución si las cosas continúan como ahora. Pues la fortaleza electoral que están adquiriendo los xenófobos está motivando al resto de los partidos a conformar acuerdos cada vez más amplios, sin tener en cuenta el espectro donde se ubican los distintos componentes de las alianzas ni el origen de sus cabezas más visibles. Así, volviendo a los comicios de Austria y Holanda, tenemos que los triunfadores fueron dos movimientos alternativos, de izquierda y derecha respectivamente, de mediana raigambre popular que no habrían llegado a la primera magistratura de no ser por el apoyo de otras colectividades incapaces de levantar un líder competitivo. Que además están más bien alejados del centro, y por lo mismo, en una época donde las arengas más violentas provocan un mayor atractivo, sus posturas iniciales más radicales se erigen como la manera más eficaz de contrarrestar al enemigo. Que en este caso -no olvidarlo- es común.

Al final se regresa a la vieja política de los dos bloques que rigió a Europa por cuatro décadas y que ha sido tan vilipendiada en el último tiempo, por los sufragistas que han dejado de votar a los partidos alternantes y los analistas que encuentran en sus supuesto agotamiento la causa del alza de los grupos fascistas. Sólo que en una forma bastante torcida y espeluznante. Ahora se enfrentan los xenófobos versus los demás, que no ofrecen ninguna propuesta y se mueven por la única motivación de frenar a los primeros. Y no se trata de aseverar que los racistas presenten un programa coherente (ni siquiera se puede decir que tengan ideas, ya que su discurso apela de modo exclusivo a las emociones más básicas), sino de que en la coyuntura actual constituyen una novedad y eso a la larga genera la percepción de que se trata de los próximos agentes del cambio, factor que se torna muy atractivo en épocas de crisis, que es lo que se está viviendo en Europa en estos momentos. Para colmo, al frente hay una tropa desesperada de orígenes tan dispersos que parece haber dejado de lado sus pensamientos originales y se ha concertado con la sola finalidad de para a los portadores de la transformación. La sensación que ello le ocasiona al ciudadano pedestre -que debido a la mencionada crisis, suele estar tan angustiado como el integrante de un partido tradicional, aunque a causa de una situación opuesta- es que existe una confabulación de estos tipos para preservar sus puestos e impedir que salgan a la luz unas cuantas verdades. Si volvemos a considerar la eficacia que muestran los fascistas en manejar aspectos netamente emotivos, muy poco esa percepción se demora en tornarse una aceptación cada vez más sólida en las urnas.

El cada día tan común como ineficiente consenso político surgido tras una mala aunque acomodaticia interpretación de la globalización, está causando estragos en el primer mundo y en varios países en vías de desarrollo también. Las nuevas coaliciones que se conforman en atención al avance de la xenofobia se presentan con una idea moralizadora, de guiar al votante supuestamente poco instruido e informado a lo que es (políticamente) correcto. Y es sabido que una persona no suele reaccionar de buena manera frente a los sermones y a las indicaciones con el dedo, porque dan la sensación de que se lo está llamando tonto. Por lo demás esos intentos de enseñar a la masa popular son propios de la demagogia, tanto en el sentido etimológico griego que tiene ese término como en el actual (por algo uno condujo al otro como los demagogos antiguos y contemporáneos condujeron a sus respectivos pueblos). Sin ideas que comunicar, las colectividades convencionales sólo están comunicando un vacío que en los ciudadanos se torna una percepción de que están protegiendo sus propias parcelas. Y cuando hay poco o nada que decir, el terreno es fértil para el auge de movimientos basados en respuestas fáciles.

domingo, 5 de marzo de 2017

Yo Acuso Truco Publicitario

Ante una serie de querellas ingresadas en su contra, producto de los negocios oscuros en que sus empresas, principalmente las del rubro pesquero, se vieron envueltas durante su periodo presidencial, Sebastián Piñera ha respondido con varios ataques en contra de miembros del poder judicial y adversarios políticos, alegando que están orquestando una campaña sucia en su contra, a fin de evitar que vuelva a ocupar la primera magistratura, hecho que podría acaecer si gana los comicios a realizarse este fin de año, en los que distintas encuestan lo sitúan como favorito. El punto culminante de esta bocanada de diatribas fue un artículo que publicó en su página de Facebook titulado "Yo Acuso" intentando emular los textos homónimos dados a conocer en su momento por escritores como Emille Zola o Pablo Neruda.

Basta sólo con leer el título de su panfleto para caer en la cuenta que lo de Piñera no es más que un burdo truco propagandístico para llamar la atención, algo a lo que este magnate nos tiene acostumbrados. Con la única diferencia que en este caso, en vez de usar su carisma para potenciar su figura, lo hace en el marco de una tan desesperada como inconsistente defensa de un serie de libelos judiciales que los propios organismos encargados han declarado como admisibles. Dicho de otra manera: en lugar de abocarse a triunfar en una elección, está empleando las armas de siempre con el afán de no perderla. Lo cual lo acaba perjudicando más que ayudando. Porque lo que antes eran estratagemas para aventajar al oponente -algunas controvertidas, pero aceptadas por el marco legal y al menos medianamente por la sociedad-, ahora son respuestas puramente emotivas y rabiosas, que no aclaran las objeciones formuladas -más bien buscan evadirlas- y por ende se terminan transformando en meros insultos, que lo dejan en el más desnudo de los ridículos (ya que los supuestos receptores, lejos de sentirse ofendidos, encuentran más argumentos para solventar sus sospechas).

Una de las cosas en las que no ha reparado Piñera es que está llevando a la banalidad una expresión que en su momento marcó hitos importantes en la historia y en la literatura, gracias a la calidad de los autores que la acuñaron, de quienes este magnate se encuentra a una distancia sideral. Bueno. La verdad es que no es primera vez que empobrece un aspecto significativo de la cultura tras abrir la boca. No sólo por el lío judicial que dio origen a este panfleto ni por intentar compararse con escritores tan insignes. Tomando el caso de Neruda (porque dudo que conozca al creador original de la frase), el premio Nobel redactó su denuncia en favor de quienes estaban siendo perseguidos debido a la ilegalidad en la que habían caído tras ser promulgada la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, ideada durante el gobierno de Gabriel González Videla con el propósito de frenar a organizaciones sindicales, federaciones estudiantiles, partidos de izquierdas y en general lo que pudiese ser señalado como divulgador del comunismo soviético. Y su propia intervención en el Senado le valió el desafuero, el pase a la clandestinidad y el exilio. Muy distinto a la coyuntura de Sebastián que está siendo investigado por delitos tributarios, respecto de los cuales, incluso si es señalado como culpable, es inimaginable que se enfrente a la opción de un huir de un país que pretende encarcelarlo, debido al modo que las autoridades chilenas tratan estos deslices, en especial cuando el involucrado pertenece a una determinada capa social.

Piñera nos tiene acostumbrados a este tipo de berrinches. Es la conducta que caracteriza a un acaudalado que por esa condición se siente dueño hasta de lo que no tiene, incluyendo la vida privada de las personas. Ello lo impulsa a responder de manera tan virulenta ante sospechas que aún en el marco de la presunción de inocencia tienen fundamento. En su fuero interno debe sentir que, porque ha amasado una enorme fortuna, es el único con la capacidad de salvar a la nación de todos sus problemas, tanto reales como quiméricos. Y que cualquiera que se oponga a ese pensamiento o sostenga que esconde otras intenciones, es un envidioso que quiere obtener dinero fácil sin trabajar, mediante regalías estatales o a través del robo, esto último dirigido a precisamente a seres como él. Un engreimiento que además lo conduce a tomarse atribuciones como la de usufructuar de una frase reconocida en la cultura internacional y manipularla para sus propios intereses. Si Sebastián mirara su reflejo (y su vanidad) en el espejo de la bruja de Blancanieves, éste lo apuntaría con el dedo y le diría "yo te acuso".

domingo, 19 de febrero de 2017

La Caza De Los Culpables

Los devastadores incendios forestales acaecidos en la zona central de Chile durante el pasado enero, han traído consigo, aparte de la destrucción característica de estos fenómenos y los típicos llamados a la solidaridad caritativa a través de lacrimógenas pero igualmente efectivas súplicas en los medios de comunicación encargadas a reporteros especializados: una suerte de caza de brujas respecto de la búsqueda y captura de los supuestos culpables de los siniestros. Bajo esta premisa no sólo hemos sido testigos de agresiones a personas identificadas como causantes de las quemas, a las cuales por cierto no se les ha podido demostrar participación alguna en ellas, sino también del desfile de más de cuarenta ciudadanos pedestres por los cuarteles policiales y los tribunales de justicia, los que en la actualidad se hallan en situaciones que van desde las medidas cautelares hasta la prisión preventiva. 

Aunque resulte repetitivo, tanto la idiosincrasia como la formación cultural y el nivel de instrucción del chileno medio vuelven imprescindible recordar una y otra vez tanto las causas que originan un incendio forestal como las que provocan su en muchos casos incontrolable e incomprensible expansión. Basta una colilla de cigarro mal apagada o un pedazo de cristal -por el efecto lupa- arrojados a la maleza para desatar un infierno. Otras maneras más concretas -y por ende más probables- de ocasionarlo es mediante una quema de pastizales, muy comunes entre los agricultores, que la utilizan como un modo rápido de deshacerse de los residuos vegetales; o por sucesos que en una explicación formal se calificarían como fortuitos, aunque en realidad no lo son: por ejemplo, hace unos años, muy cerca de la localidad de Santa Olga, punto más afectado por los últimos siniestros, el operador de una máquina taladradora golpeó accidentalmente ese aparato con una piedra, lo que provocó una chispa que acabó reduciendo a cenizas un centenar de hectáreas. El excesivo calor (¿nadie ha reparado en que estas tragedias se suscitan casi siempre en verano?) se transforma en un alimentador del fuego, que si surge en un área donde hay vientos más o menos veloces, se puede propagar a distintas partes a causa de las brasas encendidas más volátiles,cuando no por el simple aumento de la temperatura. Súmese que hablamos de terrenos boscosos, susceptibles de tornarse en una pira de leña, y que no siempre están habitados por lo cual la información puede no llegar a tiempo.

El problema es que la sociedad chilena -y esto también es necesario reiterarlo cuantas ocasiones se tenga- posee un decepcionante nivel educacional y cultural, asume los valores religiosos en sus variantes culposas -y no sólo con el cristianismo, que los movimientos alternativos dejan bastante que desear- y nutre su sed de conocimientos -más bien de verdades absolutas que no requieran mucha preparación ni mucho esfuerzo- a través de astrólogos, teóricos de conspiraciones y un cuanto hay de charlatanes carismáticos que pululan por los mismos medios de comunicación que ante los desastres se encargan de difundir las notas lastimeras mencionadas al comienzo de este artículo, porque ambas cosas les dan réditos en el marco de la sintonía. Y al igual que la combinación de sequedad, altas temperaturas y vientos rápidos que originan y luego difuminan los incendios forestales, esta otra unión de factores contribuye en generar una sicosis colectiva que remata en la toma de acciones desmedidas, desproporcionadas y poco acertadas, que incluso impiden comprender la lógica que tiene la primera asociación de sucesos. Es la lucha entre la correcta instrucción y las simples supercherías. Que ganan las segundas porque ellas constituyen la formación mayoritaria del chileno medio, además de verse favorecidas por el miedo irracional que buen parte de la población del país le tiene a la delincuencia común, encarnizada en la caricatura del caco originario de un determinado sector social -ojalá de uno sin poder económico y menos político- que actúa en la oscuridad de la noche y a rostro cubierto. Que no es sino una edición pretendidamente seria y adulta del temor infantil al coco. 

Eso último ha dado como fenómeno que se acuse a grupos tan distintos, como los mapuches o los empresarios forestales especuladores, de quemar los bosques. Cada cual se refugia en su parcela o grumo y considera que todos los que están afuera o tan sólo al frente sólo tienen la intención de atacarlo. En las detenciones ciudadanas donde se ha golpeado a supuestos pirómanos, los agresores siempre han sido miembros de una misma comunidad que al descubrir a un desconocido rondando por los territorios que ellos conocen, se le van a una sin siquiera preguntar. El problema se torna grave cuando la justicia formal entra en escena, y apresa al pobre despistado, manteniéndolo por semanas o meses en prisión preventiva basándose únicamente en el testimonio de quienes lo redujeron. Y tal vez el incendio fue ocasionado por esos mismos vecinos vengadores, al efectuar una cremación controlada de pastizales que creyeron apagada pero horas más tarde y en su ausencia se reactivó. Quizá, al respecto, la solución vaya por erradicar ciertas costumbres de las zonas rurales, como ésta, optándose a futuro por enterrar la maleza en lugar de incinerarla. Aunque eso signifique pasar por encima de una tradición folclórica, que eso del buen salvaje hoy se ha comprobado que es una farsa incluso dentro del ámbito de las estampas turísticas.

domingo, 5 de febrero de 2017

El Grupo de Los Siete

Opiniones divergentes ha provocado la decisión de Donald Trump, de publicar un decreto que impide la entrada, por un periodo de noventa días, de ciudadanos provenientes de siete países específicos -Siria, Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen-, a territorio de Estados Unidos. La consecuencia más inmediata para estas personas es que se han visto impedidas de ingresar a la nación norteamericana, pese a contar con visas aprobadas de refugio o trabajo. Incluso, los extranjeros que residen allá y cuyo origen está en algunos de los lugares cuestionados, y que debido a cualquier motivo han debido efectuar un viaje internacional, se han encontrado con la ingrata sorpresa de no poder retornar a sus domicilios, permaneciendo varados en las fronteras o los aeropuertos.

Es interesante echar un vistazo a la situación política interna y externa en que se encuentra hoy cada uno de los países de la discordia. Tres de ellos -Somalía, Irak y Libia- no cuentan con un gobierno propiamente dicho y se encuentran a merced de los llamados señores de la guerra, coyuntura que se desencadenó después de sendas invasiones norteamericanas. Un segundo triunvirato, formado por Sudán, Siria y Yemen, sí tienen una legislatura más o menos distinguible, pero su capacidad se halla mermada porque llevan años de conflictos civiles armados, en donde Estados Unidos, en lugar de erigirse como un factor mediador, se ha colocado de manera flagrante al lado de una de las partes, lo que ha además ha contribuido al desarrollo y en ciertos casos al inicio de la conflagración. Queda Irán, el único del lote con una administración estable, que ha sostenido una lucha diplomática de más de cuatro décadas con los sucesivos presidentes estadounidenses, quienes rechazan la rebelión armada que dio origen al actual régimen de los persas en 1979. En resumen, tenemos que seis de estos territorios han sido despedazados tras una intervención de los gringos, y al séptimo lo han intentado aislar por todos los caminos posibles, como una manera de conseguir su corrección, que no han conseguido por la vía armada.

Por lo que podemos llegar a concluir que esta medida no hace sino repetir la política de Estados Unidos hacia ciertos territorios, en el caso específico del Medio Oriente (de hecho este grupo de los siete formaba parte de una lista de "países que causan preocupación" durante el gobierno de Barack Obama). Se impone una condena en contra de naciones a las cuales los gringos han buscado enrielar en base a sus propios y arbitrarios preceptos utilizando la fuerza, resultando un fracaso, al menos a largo plazo, en la totalidad de los casos. En tal sentido, la decisión posee un curioso e igualmente importante contenido de lavado de conciencia, usando una táctica muy común entre los militares yanquis a fin de sortear esta clase de reveses: buscar una manera de expiar las culpas sin reconocerlas. Analizado así, significa que la determinación de Trump no cuenta con el supuesto elemento distintivo que sus entusiastas partidarios le atribuyen a su administración -y que él se ha encargado de hacer creer a esos ilusos que existe, precisamente firmando decretos como éste-, el cual se resume, para la coyuntura que ahora nos atañe, en un combate enérgico contra los extremistas musulmanes (en realidad para el islam en general, que los nuevos inquilinos de White House simplemente consideran un religión terrorista). Pues, como bien lo han apuntado algunos críticos, los mahometanas que han perpetrado ataques en suelo estadounidense durante este siglo, partiendo por las Torres Gemelas hasta el tiroteo de Orlando, no tienen raíces en las zonas cuestionadas, sino que provienen desde aliados como Arabia Saudita, Afganistán o Pakistán.

Más aún: la medida podría ser contraproducente. Muchas personas que han debido pernoctar en las terminales por estos días, son refugiados que precisamente vienen huyendo de la insufrible situación que viven en sus países, donde han padecido toda clase de atrocidades, en ciertos casos, como ocurre con el Estado Islámico en Irak, ocasionadas justamente por fanáticos islámicos. Incluso lo relativo a Irán es bastante más delicado. Quienes demandan asilo desde allí, lo más probable es que sean perseguidos políticos, los cuales, al ingresar a suelo norteamericano, se transforman en potenciales instrumentos de propaganda, capaces de justificar ante la comunidad internacional las reservas que mantiene Estados Unidos respecto del régimen persa. La verdad es que la única promesa que ha empezado a cumplir Trump con el dichoso decreto es su recelo a la admisión de inmigrantes, en cualquier condición que vengan. Cubierta por el discurso moral y en apariencia altruista de garantizar la seguridad de su pueblo. Hipocresía pura, que ni si siquiera se atreve a reafirmar uno de sus más cacareados anuncios de campaña, a pesar de que a sus partidarios más incondicionales ni se les pasaría por la cabeza cuestionarlo.

domingo, 1 de enero de 2017

Las Muertes Ilustres de 2016

La cantidad de fallecimientos de personalidades reconocidas en distintos ámbitos, como las artes (David Bowie, Michael Cimino), las ciencias o la política (Fidel Castro), durante el recién terminado 2016, ha llamado la atención de los comentaristas de diversa índole que en vísperas del año nuevo se dedican a elaborar los recuentos característicos de la ocasión, que luego son presentados en los distintos medios de comunicación. Sobre el supuesto fenómeno se han elucubrado las más variadas conjeturas, algunas provenientes del ámbito de las supercherías y las teorías conspirativas; pero otras, elaboradas a partir de análisis serio. Aceptando que todos los obituarios anuales incluyen más de un ciudadano ilustre en sus listas -situación que parece no haber sido tomada en cuenta por los asombrados diseñadores de tales menesteres en esta ocasión-, no estaría de más detenerse en una de las explicaciones sugeridas, reproducida en muchos artículos y reportajes, y que guarda un relativo asidero con la realidad.

Un grueso importante en esta clase de decesos se dio entre personas que habían iniciado sus carreras, o al menos consiguieron el reconocimiento masivo, en las décadas de 1950 y 1960. El periodo donde irrumpió y se consolidó de forma definitiva la denominada cultura pop, en el cual además se suscitaron diversos cambios y explosiones sociales que sería una redundancia enumerar, elementos que se vieron acompañados por la aparición de una copiosa serie de individuos que llegaron con ideas absolutamente transgresoras y renovadoras a remecer los distintos ambientes, en una eclosión que no se daba desde la época de los vanguardismos de 1920. Estos sujetos no sólo eran excelentes y eficientes en los campos en que se desempeñaban, sino que gracias al ambiente en que se vieron involucrados -que ellos supieron aprovechar en aras de su desarrollo y beneficio personales- contaron con el aval de ser fundacionales, factor que les dio un peso extra al momento de pretender extender su sombra -la que muchas veces se amplió sin que requiriera de sus intervenciones-. Si añadimos a eso el que durante su periodo de influencia no sucedieron acontecimientos tan determinantes a escala global -como los vanguardistas recién mencionados, que debieron enfrentar la Segunda Guerra Mundial- tenemos una contundente -si bien no absoluta- conclusión de por qué han resultado tan determinantes hasta la fecha, así como por qué sus muertes han generado tanto impacto.

El problema es que tras ellos no han surgido generaciones que causen un revuelo parecido. No tanto porque éstas carezcan de integrantes de igual o mejor calidad. Sino debido a otra serie de asuntos, entre los cuales el más visible es el ya mencionado de la sombra alargada. De hecho, en la actualidad existen una serie de jóvenes artistas y científicos (no sé si políticos o empresarios) que poco o nada tienen que envidiarle a los surgidos en la llamada revolución de las flores o en sus épocas más próximas. Sin embargo, los más antiguos son tan trascendentes, sus obras mantienen un alto nivel de vigencia y popularidad (ya que irrumpieron en una etapa en la que se masificó la cultura, no sólo cuentan con la venia de la crítica sino también con la del público), y varios continúan lanzando producciones estimables, que se torna innecesario recurrir a los más nóveles. A lo que cabe añadir que en la actualidad los medios masivos suelen ser o pertenecer a enormes e impersonales corporaciones, en ciertos casos ni siquiera especializadas en lo audiovisual, y tales negocios por una cuestión de seguridad económica les conviene mantenerse en el estatus quo. El inconveniente surge cuando, con estos fallecimientos, caemos en la cuenta de que quienes sostenían la industria ya han cumplido los setenta años y sus cuerpos están respondiendo al inexorable llamado de la naturaleza, por lo cual, debido a motivos obvios, ya no podrán continuar aportando en el futuro. Por algo muchos de los comentaristas citados en el primer párrafo están advirtiendo que decesos de esta índole nos seguirán impactando en los tiempos más próximos, y lo dicen con un dejo de preocupación intencionada, a fin de que la inquietud se traspase a sus lectores y oyentes.

Si hacemos caso a ese manido refrán que reza que las crisis en realidad son oportunidades, entonces sería el momento de echar un vistazo a los talentos emergentes, y si no se encuentran al primer intento, crear las herramientas para que tales habilidades exploten. La opción de esos mismos jóvenes, de crear espacios o tomarse los que se muestran como no utilizados, podría ser válida: de hecho eso fue lo que ocurrió en los años 1960. Quizá nos asombremos de una manera mucho mayor a la que se suscita en este momento con los decesos ilustres, y ahora en términos positivos. Cuando la galería de arte empieza a parecer un panteón (en los dos sentidos más comunes de esas palabra: morada de dioses pero también de muertos), por supuesto que es imprescindible recordar a los que ya están, y una de las formas de hacerlo es renovándolos.

domingo, 18 de diciembre de 2016

El Crimen De Alan

La víspera de Navidad nos ha traído un terrible regalo: el asesinato, tras doce horas de tortura, de un menor de trece años llamado Alan, que días antes había huido de un centro del Sename de Temuco, donde permanecía internado como medida de "protección" debido a que unos sicólogos y otros supuestos profesionales dictaminaron que sus parientes biológicos eran incapaces de cuidarlo. El crimen fue cometido por cuatro adultos, entre ellos los padres de una niña de cinco años que acusó al malogrado adolescente de haberla violado, delito que tras practicar los exámenes médicos de rigor, no ha sido comprobado.

 Así como los abusadores sexuales merecen todo el repudio posible, no importando su condición social, su estado de salud, su género o su edad (de haber sido cierto lo denunciado por la niña, hasta yo mismo tendría deseos de participar en la agresión), es igualmente significativo agotar todas las instancias de investigación cuando alguien, sobre todo si no tiene antecedentes respecto de esta clase de aberraciones, es señalado como autor de una de ellas. Y cuando hay involucrados seres de muy corta edad, la cautela debe ser mucho mayor. Por una serie de circunstancias, entre las cuales se hallan los prejuicios y las sicosis colectiva que en primera instancia padecen los adultos pero que a poco andar terminan traspasando a sus pupilos, uno de éstos es capaz de asociar, de modo completamente ingenuo, cualquier cosa que ve con un ultraje, a veces sin tener la menor idea de lo que significan esos términos y en un contexto absolutamente ajeno a dichas situaciones. Y lo peor, ciertos tutores, motivados por la sobre reacción irracional recién descrita -que sólo ellos pueden experimentar, pues entre los más chicos ese lugar lo ocupa la inocencia- al oír estas conexiones arbitrarias emitidas vaya uno a saber en qué contexto, arman un escándalo que crece como bola de nieve y acaba perjudicando no sólo al acusado injustamente, sino también al mismo infante desde donde surgió el malentendido, que queda en la imposibilidad de aclarar el error porque es algo de lo que se están haciendo cargo quienes lo cuidan y por ende saben qué es lo mejor para él, además de tratarse de una supuesta víctima de un suceso traumático. Si les parece descabellado lo que digo, vean "Jagten" (La Caza) filme de Thomas Viterberg. O remítanse a casos reales como la Casa de Acogida en Portugal.

En el hecho que ahora nos atañe, hablamos de un menor de trece años, proveniente de una familia quebrada, donde la madre había abandonado el hogar y el padre, debido a su pobreza y su necesidad de trabajar lejos de su lugar de residencia, había él mismo aceptado que su hijo fuera internado en esos recintos que las más recientes investigaciones han constatado que son un paradigma de los peores mitos creados en torno a los orfanatos. Y de los cuales escapaba bastante a menudo, aunque a veces, movido por el desamparo, regresaba. A eso hay que agregar que, a modo, de justificar aún más la reclusión, un grupo de sicólogos le diagnosticó asperger, uno de esos cuadros clínicos de nombres rimbombantes que estos sujetos no se atreven a llamar enfermedad, porque dado que no son médicos, no pueden efectuar ese tipo de dictámenes, aún cuando en su fuero interno saben que así será considerado por la sociedad y sobre esa base escriben sus informes, teniendo en cuenta el miedo que la comunidad suele expresas hacia quienes ellos califican de desquiciados mentales. El cóctel suficiente para que una jauría de adultos afectados por la más peligrosa de las sicosis colectivas, la que surge desde la ignorancia y los prejuicios, planeara una inaceptable venganza, que de seguro será parte significativa de la historia criminal chilena. Un mozalbete sin progenitores responsables, por lo tanto sin alguien que lo corrigiera, ni siquiera la ley por el asunto de la edad de responsabilidad penal, más encima calificado por los expertos como el más ominoso de los antisociales. Sólo él debía cometer un hecho tan abominable como la violación. Y sólo él se merecía una muerte tan atroz.

Una clase de lógica que no resulta extraña en el sur profundo chileno, donde las violencias patriarcal y patronal se funden en un todo que funge de paradigma, donde una depende de la otra y ambas se yerguen como demostraciones, aunque no lo queramos, de una cultura ancestral, difícil de erradicar a causa del poco acceso a la información. El asesinato de este niño, es parte de un círculo vicioso que incluye las agresiones hacia los mapuches y de éstos contra quienes los maltratan en actos que trascienden la legítima defensa. También abarca los crímenes propios de la delincuencia común, que allá son poco frecuentes, pero brutales. Una zona que siempre ha parecido tan distante de la civilización, y cuyos habitantes parecen estar orgullosos de su situación. O al menos no tienen intención de cuestionarla.