domingo, 26 de marzo de 2017

La Nueva Política de los Dos Bloques

Un hecho que fue común tanto en las elecciones celebradas en Austria el año pasado como en Holanda hace pocas semanas, es que los integrantes de los partidos políticos más tradicionales o convencionales, frente al avance de los movimientos fascistas y xenófobos que se suscitó en cada uno de esos países miembros de la Unión Europea, discurrieron en alentar a la población a apoyar, al menos de modo mayoritario, a los candidatos con mejores posibilidades aparte de quienes representaban a las colectividades de índole racista, con la promesa -cumplida en ambos casos, aunque más por un asunto de supervivencia- de gobernar en coalición con aquellos grupos cuyos votantes se vieron estimulados a cambiar la orientación de su sufragio bajo la excusa del mal menor. Con esta premisa, Viena es hoy dirigida por los ecologistas y La Haya por los conservadores, dos corrientes muy dispares entre sí, aunque no necesariamente antagónicas.

Hay un cierto peligro en esta forma de contrarrestar a los grupúsculos racistas que podría traer graves consecuencias a futuro, sobre todo porque debido a la situación social que se está suscitando en la Unión Europea, la cual ha sido determinante en las recientes inclinaciones de los sufragistas, podría en cualquier momento dejar de ser la solución si las cosas continúan como ahora. Pues la fortaleza electoral que están adquiriendo los xenófobos está motivando al resto de los partidos a conformar acuerdos cada vez más amplios, sin tener en cuenta el espectro donde se ubican los distintos componentes de las alianzas ni el origen de sus cabezas más visibles. Así, volviendo a los comicios de Austria y Holanda, tenemos que los triunfadores fueron dos movimientos alternativos, de izquierda y derecha respectivamente, de mediana raigambre popular que no habrían llegado a la primera magistratura de no ser por el apoyo de otras colectividades incapaces de levantar un líder competitivo. Que además están más bien alejados del centro, y por lo mismo, en una época donde las arengas más violentas provocan un mayor atractivo, sus posturas iniciales más radicales se erigen como la manera más eficaz de contrarrestar al enemigo. Que en este caso -no olvidarlo- es común.

Al final se regresa a la vieja política de los dos bloques que rigió a Europa por cuatro décadas y que ha sido tan vilipendiada en el último tiempo, por los sufragistas que han dejado de votar a los partidos alternantes y los analistas que encuentran en sus supuesto agotamiento la causa del alza de los grupos fascistas. Sólo que en una forma bastante torcida y espeluznante. Ahora se enfrentan los xenófobos versus los demás, que no ofrecen ninguna propuesta y se mueven por la única motivación de frenar a los primeros. Y no se trata de aseverar que los racistas presenten un programa coherente (ni siquiera se puede decir que tengan ideas, ya que su discurso apela de modo exclusivo a las emociones más básicas), sino de que en la coyuntura actual constituyen una novedad y eso a la larga genera la percepción de que se trata de los próximos agentes del cambio, factor que se torna muy atractivo en épocas de crisis, que es lo que se está viviendo en Europa en estos momentos. Para colmo, al frente hay una tropa desesperada de orígenes tan dispersos que parece haber dejado de lado sus pensamientos originales y se ha concertado con la sola finalidad de para a los portadores de la transformación. La sensación que ello le ocasiona al ciudadano pedestre -que debido a la mencionada crisis, suele estar tan angustiado como el integrante de un partido tradicional, aunque a causa de una situación opuesta- es que existe una confabulación de estos tipos para preservar sus puestos e impedir que salgan a la luz unas cuantas verdades. Si volvemos a considerar la eficacia que muestran los fascistas en manejar aspectos netamente emotivos, muy poco esa percepción se demora en tornarse una aceptación cada vez más sólida en las urnas.

El cada día tan común como ineficiente consenso político surgido tras una mala aunque acomodaticia interpretación de la globalización, está causando estragos en el primer mundo y en varios países en vías de desarrollo también. Las nuevas coaliciones que se conforman en atención al avance de la xenofobia se presentan con una idea moralizadora, de guiar al votante supuestamente poco instruido e informado a lo que es (políticamente) correcto. Y es sabido que una persona no suele reaccionar de buena manera frente a los sermones y a las indicaciones con el dedo, porque dan la sensación de que se lo está llamando tonto. Por lo demás esos intentos de enseñar a la masa popular son propios de la demagogia, tanto en el sentido etimológico griego que tiene ese término como en el actual (por algo uno condujo al otro como los demagogos antiguos y contemporáneos condujeron a sus respectivos pueblos). Sin ideas que comunicar, las colectividades convencionales sólo están comunicando un vacío que en los ciudadanos se torna una percepción de que están protegiendo sus propias parcelas. Y cuando hay poco o nada que decir, el terreno es fértil para el auge de movimientos basados en respuestas fáciles.

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