miércoles, 2 de diciembre de 2009

Frei: Un Político Sin Futuro

No me atrevo a elucubrar sobre quién será el presidente de Chile para el periodo 2010-2014. La derecha, con Sebastián Piñera a la cabeza, ha sacado una buena ventaja, y es probable que en estas dos semanas que quedan antes de la elección, aún capte una minúscula cantidad de votos. Pero, por otra parte, la Concertación, confiada en la virtual segunda vuelta -que hace rato pasó de ser una probabilidad cierta a un hecho concreto-; piensa que es capaz de revertir la situación, amparada sobre todo en una característica muy comprobable respecto del sufragante chileno: el miedo visceral que se le tiene a los tenebrosos conservadores, lo que anula toda posibilidad de entregarles el gobierno, a sólo veinte años del fin de la dictadura militar.

Lo que queda claro es una cosa: Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el abanderado de la Concertación, que aspira a ganar su segunda legislatura tras el siniestro sexenio que protagonizó en 1994-2000, es, parodiando una famosa pregunta de las empresas encuestadoras, un político sin futuro. Pierda o gane. Si es derrotado, por motivos obvios: será el primer gran fracaso de la coalición oficialista desde su creación, en un momento en que está resquebrajada y ya no tiene la convocatoria de antes; en definitiva, le pondrá la lápida a su disolución. Y si triunfa, las perspectivas no se anuncian mejores. Será un gobierno impopular, sin respaldo en el Congreso -donde en el mejor de los casos, contará con mayoría relativa en ambas cámaras-, y en el que sus votantes, a diferencia de eventos anteriores, le mostrarán sin tapujos que en el balotaje se decidieron por el "mal menor". A Frei, es probable que le ocurra lo de otros gobernantes latinoamericanos reelegidos tras un periodo en el cual tomaron palco, como Belaúnde Terry o Sánchez de Losada: enfrentará una época distinta donde las demandas sociales se conducen por otros intereses, a lo que responderá con las soluciones ofrecidas durante su primer mandato, o simplemente no encontrará una respuesta satisfactoria, y su réplica será la represión o el autoritarismo. Los dos ejemplos que he nombrado son dispares: la primera administración de Belaúnde fue interrumpida por un golpe militar, mientras que el boliviano alternó sus periodos entre comicios democráticos. Y si el peruano acabó su segunda ordenanza en medio de un alto nivel de rechazo, Sánchez se vio forzado a renunciar debido a un alzamiento popular.

Debido a que varias constituciones latinoamericanas prohiben la relección inmediata, quizá por el miedo a que un sujeto carismático sucumba a la tentación de perpetuarse en el poder ( ha sucedido incontables veces en el pasado), los viejos presidentes que desean volver a sentarse en el máximo sillón abundan por estos lares. Sin embargo, existe una disquisición mental que también los motiva. Como los países de esta región viven y sobreviven en perpetua crisis - económica, política, social, cultural, o todas al mismo tiempo-, se ven a sí mismos como mesías o salvadores. No importa que lo hayan hecho mal en su anterior legislatura: aún cuentan con su capacidad de liderazgo. Al respecto, cabe recordar en Chile a Carlos Ibáñez del Campo, quien tras una desastrosa dictadura en 1927-1931, se presentó a las elecciones en 1958 y ganó, pues en el colectivo nacional se instauró la idea de que una mano fuerte podía controlar la hiperinflación de entonces, lo cual por cierto no acaeció. También, esta la opción de reivindicarse ante la opinión pública, pues esta segunda oportunidad permite corregir los errores del pasado. Algo de lo último está pasando con Frei, quien durante su campaña, ha prometido la consolidación de un Estado fuerte, siendo que llevó a cabo una seguidilla de privatizaciones de empresas totalmente rentables, las cuales jibarizaron el aparato estatal, toda vez que los nuevos dueños de las entidades negociadas, no han cumplido con las expectativas que ellos mismos ayudaron a crear.

La verdad es que quien regresa a repetirse el plato, tiene la misma ambición desmedida de aquellos que pretenden relegirse hasta la tumba. Y se valen de los mismos argumentos, pues aseveran que en todo el país no hay nadie con el suficiente peso para levantar a una sociedad alicaída. Y luego mira alrededor y logra convencer a todos de que eso es cierto: cómo iba a ser de otra forma, si por estos pagos el poder siempre lo ha detentado una oligarquía endogámica de contados miembros que sólo se dedican a repartirse el territorio. Frei ha reproducido este discurso, al afirmar que es la persona mejor preparada al momento de reencantar y reunificar al desilusionado electorado de la Concertación, cuestión que a todas luces no ha conseguido y a estas alturas ya no garantizará. Pero cree que su demacrado rostro ha hecho girar el timón en sentido contrario. Y eso lo obnubila. Ya que, de paso, le ahorra el bochorno de verse obligado a pedir discuplas por las atrocidades cometidas durante su anterior mandato. Y no me refiero al supuesto indulto a un narcotraficante ( mencionar eso una y otra vez es de nazis: finalmente, todo delincuente tiene derecho a rehabilitarse y el perdón presidencial es una facultad consagrada en la legislación chilena), sino a la seguidilla de casos de tortura y violaciones a los derechos humanos contra quienes dirigían movimientos independientes, algunos de los cuales remataron en muertes denunciadas hasta hoy por los organismos internacionales, pues sus autores han sido identificados pero jamás han recibido una condena por sus fechorías. Espero que alguna vez esos crímenes que él mismo ayudó a cubrir, le golpeen en la conciencia, aunque para obrar de la manera en que lo está haciendo, dudo que la tenga.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

La Camorra 2020

En el reciente conflicto con los profesores -donde de nuevo, una administración de la Concertación se olvida de las promesas de campaña y pasa a llevar a un gremio de trabajadores importante para el progreso del país-, apareció un convidado de piedra a quien nadie le preguntó su opinión, y que desde luego, no significó ningún aporte. Se trata de Educación 2020, una de las tantas organizaciones "ciudadanas", originadas bajo ese pretexto acuñado por Michelle Bachelet en las elecciones de 2005, y que no tenía otro fin que el de servir como eslogan publicitario, en los mismos términos que el "humanismo cristiano" de su entonces contendor Sebastián Piñera. Este movimiento, creado por padres y abuelos medianamente adinerados que, ante la poca necesidad de salir a buscar trabajo y así ganarse la vida, matan el aburrimiento mandándose recados por internet: dio a conocer sus propuestas atacando a viva voz a los maestros que se encontraban en el Congreso manifestándose contra el presupuesto de la cartera, el cual no incluye sus legítimas demandas. Como si fuera poco con los bajos salarios y el ambiente de trabajo hostil, ahora los docentes se ven obligados a soportar a una agrupación desconocida cuyos miembros, porque son acomodados, visten uniformes llamativos y señalan con el dedo a un determinado grupo de trabajadores; despiertan la atención y hasta la admiración de los medios de comunicación.

Veamos. Educación 2020 es una cosa amorfa con un nombre rimbombante, compuesto por una palabra que, por los más diversos motivos, está muy en boga en la opinión pública chilena, la cual es rematada por un número: un gancho comercial perfecto, que se instala en el subconsciente de la persona común y no se mueve de ahí. Esto hace creer, por obra y gracia de la subliminalidad, que es lo mejor que ha pasado en el último tiempo, y si el elemento al cual se dirige está en una crisis -como ocurre en Chile con la calidad de la enseñanza- a poco andar se percibe como un salvador. En resumidas cuentas, una chispa de ingenio útil para instalar un elemento que acaba de nacer. Y todo, antes siquiera de que alguien pregunte por sus planteamientos, los cuales, incluso, no es necesario dar a conocer. Más aún: el ya analizado nombre, le permite a sus defensores mantenerse por bastante rato en la primera plana, sin tener que elaborar propuestas, o en su defecto, deglosar un listado de clisés que servirán para sortear las preguntas de rigor, pues a la mayoría de los periodistas y entrevistadores no les interesa indagar más allá. Y si hay alguno que rompe la regla, simplemente no le concederán una conversación, o gritarán que es un malintencionado que busca tergiversar su iniciativa con preguntas capciosas o alejadas del contexto.

Fuera de eso, este movimiento nunca ha señalado cuáles son los componentes de su estructura interna. Eso lo reduce a un simple grupo de amigos, que por medio de sus recursos monetarios y su capacidad de meter bulla, quieren ganarse una cuota de poder. En tal sentido, su actitud es semejante a las barras de los clubes de fútbol. Pues dichas organizaciones, en su momento, surgieron como agrupaciones alternativas, sin otra motivación que alentar a su plantel favorito y descalificar a quienes preferían al bando contrario. Pero a poco andar, se construyeron una imagen donde se mostraban como imprescindibles hasta para la supervivencia de sus idolatradas instituciones, en una época en la cual el balompié chileno se encontraba muy alicaído. Entonces, los dirigentes acogieron a estas porras y les concedieron algunos privilegios, sin preguntarse de qué manera funcionaban ni cómo operaban, y desde luego, sin la obligación de modificar su conducta ni de presentar un sistema estructural formal. La consecuencia de aquella displicencia es que las mentadas barras, pasaron de ser una mera pandilla a una peligrosa camorra, capaz de cometer delitos y de amenazar a jugadores e incluso a los propios directivos de los clubes si se sentían que sus atribuciones no eran respetadas. Eso puede llegar a acontecer con Educación 2020, cuya situación es un tanto parecida, en el sentido de que es una instancia que no interviene directamente en el proceso educativo y que por ende toma sus decisiones desde la gradería, lugar de donde, empero, pretende dominar la enseñanza regular, ojalá, sin que un ente responsable les indique las estaciones del tren. Y estos camorreros son más sutiles y menos vistosos, quizá porque tienen dinero, pero terminan siendo igual de nocivos.

Cabe preguntarse si algún personero del gobierno de Bachelet está financiando a este grupúsculo. No me refiero a fondos públicos, aunque no se trataría del primer escándalo de corrupción. Sino con aportes privados, ya sea de empresarios amigos -que los hay, incluso en la oposición política- o de los mismos bolsillos de los funcionarios de mayor rango, que aunque lo nieguen, siempre están rebozantes. Algo debe haber, porque para poder haber entrado en el hemiciclo del Congreso, y de una forma que les permitía hacerse notar y a la vez insultar a los profesores, tuvieron que recibir una invitación de algún parlamentario. Al menos, debieron gastar ese dinero en mejorar la calidad de la enseñanza, y no cedérselo a movimientos siniestros que, con otro nombre y una presentación distinta, empero no son más que vulgares rompehuelgas.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Excremento de Género Sobre Un Palo

Dicen que cuando los países no tienen una gran historia que ofrecer, o sus estructuras sociales y políticas son insufribles, o pese a sus esfuerzos no pueden salir del subdesarrollo, casi siempre porque existe una oligarquía todopoderosa que lo impide; entonces alzan los ojos hacia sus mástiles y se quedan horas mirando, con una emoción sacada de la peor de las telenovelas, esos paños de género repletos de colores y dibujitos denominados banderas o símbolos patrios. Según los comentaristas más chuscos - que en Chile abundan, aunque no precisamente con un humor de calidad- esto es lo que estaría sucediendo hoy en el Perú, y su lacrimógeno escándalo, de parte, en todo caso, únicamente de sus dirigentes públicos, creado en torno al caso de contraespionaje, donde un militar de su propio ejército le habría pasado, por un buen tiempo, información a sus pares chilenos, a cargo de una no despreciable compensación pecuniaria. Este acontecimiento, que por sus características, de por sí deja muy malparadas a las fuerzas armadas del Rímac, ha sido empleado al sur de la línea de la Concordia para agregar un chiste de grueso calibre más a la interminable lista de burlas xenófobas contra los llamados "cholos", solventadas por el supuesto triunfo en una guerra que terminó hace más de cien años.

Vamos por partes. Efectivamente, Perú ha andado a los tumbos en términos políticos y económicos desde la década de 1980, y como sucede en el resto de América Latina, las causas pueden buscarse en decisiones erradas, descabelladas o interesadas, que se han venido tomando desde la independencia. No obstante, es preciso insistir que tales devaneos son responsabilidad exclusiva de sus gobernantes, y no atañen de manera alguna al pueblo peruano, que ha sufrido estas demostraciones dignas de alguien que desea ser erigido como el hazmerreír universal. Primero Alan García, que con una orientación pretendidamente socialista, condujo al país a una histórica catástrofe monetaria; luego, el japonés Alberto Fujimori, que sostenido en una supuesta lucha antiterrorista, ordenó incontables masacres y transformó el territorio en una hacienda personal; enseguida, Alejandro Toledo, que con una estatura y unos rasgos faciales muy parecidos a los del peruano medio, le vendió ilusiones a la población para, una vez instalado, se decantara por el nuevo liberalismo más salvaje, hundiendo a sus dirigidos en la pobreza y la inseguridad social, y empujándolos a otros países para buscar mejores salarios. Y al final, como una rémora imposible de eliminar, nuevamente Alan García, con más quilos, más hijos ( algunos lo ha debido reconocer durante su segunda legislatura) y menos ideas, conforme él y su partido, el legendario APRA, se van alejando de la izquierda y se ciñen sin objetar a las propuestas macroeconómicas del FMI y el Banco Mundial, las cuales le han impuesto a la nación, a veces, mediante las armas de fuego. Lo que causa más tirria, es que fue elegido como una alternativa de moderación frente a su contendor más fuerte, el ex militar con facha de homofóbico de Ollanta Humala. De hecho, su victoria electoral fue recibida con alivio en ciertos círculos en Chile, pues parecía que la diplomacia le ganaba a la confrontación belicista. Incluso, Mario Vargas Llosa, otro traidor ideológico, que hace rato dejó la profesión de escritor para convertirse en un curioso sacerdote secular e intelectual, le entregó su venia, pues logró derrotar al temible socialismo para el siglo XXI ( lamentablemente, Humala en su momento fue apoyado por Chávez), y además, se comprometió a seguir, en materia de hacienda, las directrices más conservadoras de la escuela de Chicago.

Pero veamos qué ocurre de este lado del ring. Cuando todos recomiendan no hacerle daño al puerco para que así todos caigan en la cuenta de que grita sin agresión de por medio, nuestra presidente ( que por esas vicisitudes de la vida, también es gorda) y el canciller formulan declaraciones que en modo alguno contribuyen a apagar la hoguera. De partida, se insiste, o al menos ése es el mensaje que se pretende comunicar entre líneas, en que los alaridos emitidos en el Perú son una simple ridiculez, con lo cual, al final se refuerzan todos los prejuicios racistas que los chilenos tienen para con sus vecinos del norte. Una y otra vez, se recalca que aquí no hay nada que investigar, sentencia que se expele con la intención manifiesta de que se transforme en la última palabra. Pero a vuelta de página, se remata afirmando que los peruanos, en realidad se valen de esta noticia para dos cosas: desviar la atención acerca de las crecientes reivindicaciones sociales que se suscitando allá, y obtener bonos en el tribunal internacional que dentro de unos meses fallará sobre el límite marítimo. Puede ser, porque tratándose de García, ya nada produce sorpresas. Sin embargo, esta respuesta apenas oculta se raíz chauvinista y tendenciosa. En especial, porque de paso se quiere descalificar un aspecto que el Perú principalmente ha señalado, pero del cual otros países de la región se han hecho eco: el Estado chileno es el que más gastos militares efectúa en relación con su presupuesto, y el que más compras por este ítem ha llevado a cabo en el último lustro. Las demás naciones latinoamericanas hacen rato que miran esto con preocupación, y tampoco lo han dejado de señalar. Y al momento de despejar la inquietud, poco aporta la intención de compra de misiles a Estados Unidos, un tipo de arma inédita en esta zona del mundo.

En resumen, dos gobiernos que desean trenzarse a golpes para el solaz de los habitantes de países más desarrollados, que de seguro verán esta situación como lo hace un espectador de boxeo, aunque reforzarán más su pensamiento acerca de los Estados tercermundistas: que son regidos por simios elegidos a su vez por gente tonta. De hecho, en América Latina es, mirando las cosas de cierto punto de vista, absurdo mantener fronteras internacionales tan marcadas, cuando el subcontinente ha tendido, desde su historia más ancestral, a llevar una movilidad común. Desde la época precolombina, con dos imperios amerindios que abarcaban casi toda la región, pasando por la colonia ( cuatro virreinatos), siguiendo por la independencia, con la colaboración mutua entre los próceres, hasta llegar a los movimientos revolucionarios e incluso las operaciones conjuntas de las dictaduras militares en el siglo XX; no ha sido difícil practicar eso que algunos llaman panamericanismo. El problema es que las anomalías sociales también cuentan con un denominador común: un puñado de oligarcas que somete violentamente al pueblo y que, para desviar su atención, inventa guerras con otro pueblo, al que le lanza las bombas, que jamás dañan a sus coetáneos de clase, con los cuales, muchas veces, están emparentados.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La Derecha Inculta

Uno puede o no estar de acuerdo con esa sentencia que proclama que las intervenciones derechistas en el terreno del arte y la cultura, son o puden ser tan poco afortunadas como las de la izquierda en el campo de la economía y el emprendimiento. El problema, es que los conservadores chilenos, cada vez que tienen la oportunidad, terminan confirmando dicho prejuicio, cuestión que no ha variado un ápice en la víspera de las elecciones generales de dicimiembre próximo, pues su candidato, Sebastián Piñera, ha formulado declaraciones propias de un ignorante de primera línea, con el agravante -y esto ya lo torna peligroso- de que se ha negado a reconocer esa condición, persistiendo en su estupidez y adornándola de tal modo que entre sus destinatarios, los sufragantes, se deje ver como verdad incuestionable.

Sin embargo, el actuar de la gobernante Concertación, coalición, cuando menos en el papel, de centroizquierda, no ha sido para nada ideal. Aunque ha creado algunos fondos con el fin de financiar proyectos artísticos, sus adjudicaciones jamás han estado exentas de polémica. En especial, se acusa de favorecer a los mismos de siempre, o sus protegidos, o a quienes están apadrinados por un gran dirigente de la alianza oficialista; en desmedro de iniciativas que, incluso para un neófito o un simple aficionado, se mostraban claramente de mayor calidad artística. Por otra parte, los falladores han tendido en darle el visto bueno a ciertas postulaciones dejándose embaucar por el estilo de redacción de la solicitud; o bien, han optado por propuestas más mastodónticas o espectaculares, que saben, llamarán la atención, en clave positiva o negativa -lo último, en relación con la buena cantidad de escándalos morales, creados o inflados por la televisión- de los medios de comunicación, pero cuyo aporte es escaso por no decir nulo. Lo peor, es que varios de estos esperpentos, curiosamente, se suelen llevar grandes tajadas de dinero, en un despilfarro que a poco andar impulsa a todos los interesados en el tema, a pedir explicaciones.

Y es que en el mundo de la centroizquierda -entendido como el grupo de ciudadanos que forma parte o se siente fuertemente influenciado por la Concertación- se ha llegado a caer en el mismo vicio que atraviesa a los derechistas. Se olvidan de que, primero que nada, es menester despojar al arte de cualquier añadidura superflua, dejando únicamente el punto de referencia estético. Que no se malinterprete que busco defender el principio de "el arte por el arte" acuñado por simbolistas y surrealistas, y que se encuentra muy ajeno a la realidad. Sin embargo, los progresistas criollos creen que apoyando los desnudos, colocando fugaces escenas de sexo en pantalla, declarando que todos caben el universo, emitiendo una opinión rechazada por los círculos religiosos tradicionales, o haciéndole preguntas capciosas a Dios: ya en el acto se transforman en artistas o en críticos expertos sobre la materia. Es decir, terminan caricaturizando el asunto tal como lo hacen sus adversarios, para quienes una obra digna de respeto es aquella que se ciñe a determinados valores morales ( y que no por nada se les llama también "culturales"), ya sea de índole cívica, teológica, política o relacionado con la movilidad social. Así, si por un lado se exige que no se dañen instituciones como el matrimonio y la familia, cuando menos en términos genéricos; del otro, se solicita que se ensalcen costumbres libertarias que empero no ocasionen división en la comunidad, que en última instancia, éste es un aspecto de la diversión humana tendiente a conseguir su total felicidad. De tal modo que cada sector termina por imponer sus propios inquisidores: en una vereda están los curas, los empresarios y, cuando la situción reviste carácter de extrema urgencia, los militares; en la calzada contraria, por su parte, nos encontramos con los sicólogos y los analistas universitarios. Y atención, porque en muchos casos, ambos bandos suelen coincidir y actuar juntos, si de censurar al mismo artista se refiere.

El arte es rupturista y ese solo hecho lo vuelve controversial. Esto significa que, al menos en primera instancia, una obra no puede masificarse, porque para eso se requiere un consenso, y siempre existirá un sector de la población que la rechazará de forma virulenta y por más de un motivo. Ya sea que se considere escandalosa o elitista: lo cual, curiosamente, es la causa de aversión de derechistas e izquierdistas, respectivamente. Aunque, como fue señalado en el párrafo anterior, a veces los brutos se unen en pro de un objetivo común, como aconteció con el Estado chileno y la encarcelación de Eliana Varela, por realizar un trabajo sobre la represión contra los mapuches en el sur, cuyo financiamiento había sido garantizado por instancias gubernamentales.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

La Isla Sin Nana

Frente a la polémica que ha levantado la decisión del comité evaluador respectivo, que prefirió llevar al filme " Dawson, Isla 10", de Miguel Littin, a la competición por la nominación de mejor película extranjera para los Óscar, en detrimento de "La Nana", de Sebastián Silva; cabe señalar, antes que todo, que buena parte de las críticas contra tal determinación, si bien son destempladas y están fuera del ámbito propiamente artístico, no dejan, pese a ello, de tener bastante veracidad. La entidad calificadora está compuesta por integrantes que, por su sola cercanía con los gobiernos de la Concertación y todo lo que representan, resultan más proclives a favorecer un relato que habla de los prisioneros políticos mantenidos en aquella remota ínsula austral tras el golpe militar de 1973. Más aún, si la historia es extraída de un testimonio autobiográfico, escrito por uno de los representantes más conocidos de esa alianza, que fue senador y ministro de varias carteras y en más de una legislación, además, incluso, de ostentar cargos gerenciales en fundaciones creadas por importantes empresarios y personajes de la oposición, como lo es Paz Ciudadana con sus majaderos sermones sobre la delincuencia. Desde luego, también cabe una explicación más pedestre: los funcionarios públicos de esta administración, también quienes forman parte del ya varias veces mencionado comité, son amigos personales del cineasta beneficiado, y tienen una coincidencia generacional que va más allá del mero dato de la edad. Por último, y aunque las autoridades quieran hacer creer a la población que los artistas forman parte de un corpus fuertemente cohesionado que actúa de manera unívoca; la realidad no es así y este incidente es un claro indicio de ello.

Ahora: otra cosa es analizar por separado los méritos de cada filme y luego hacer la comparación correspondiente. Tras esa inspección, se puede concluir que la producción de Silva es superior a la de Littín. No por muchos escalafones, pero sí por una diferencia que se puede apreciar a simple vista. "Dawson, Isla 10" es una obra de un realizador decadente, que siempre ha intentado proponer una tesis que en lo medular se mantiene, pero que ha modificado varios aspectos esenciales conforme pasa el tiempo y se suscitan los acontecimientos históricos: primero, el socialismo como reivindicación social -en la notable "El Chacal de Nahueltoro"-; después, el socialismo a la chilena proclamado por Salvador Allende -que a despecho de su aceptable praxis, no alcanzó una definición paradigmática-; más tarde, el socialismo como una recuperación de la cultura ancestral latinoamericana -censurada por las atroces dictaduras instauradas en el subcontinente-; acto seguido, el socialismo como portador de valores universales -con "Alsino y el Cóndor", loa a la revolución sandinista nicaragüense-, y tras el desplome del muro de Berlín, el socialismo como una forma de vida que libera la percepción sin hacerle daño a nadie. Toda una filmografía que, además, sigue una línea estética perfectamente definida y fácil de reconstruir, solventada en el cine abstracto en boga durante la década de 1960. Hoy nadie cuestiona la trascendencia de movimientos como la "nouvelle vague", el "free cinema", el "nuevo cine alemán", la escuela de Barcelona, o sus equivalentes iberoamericanos, como el "cinema novo" o el "nuevo cine chileno", que marcaron la dirección del audiovisual en sus países de origen. Pero también es innegable que, vistas hoy, esas películas son difíciles de disfrutar y más que nada parecen divertimentos de niñatos pedantes que quieren mostrar ante sus vecinos el último regalo de Navidad. Prueba de ello es que los mejores cineastas de cada uno de esos movimientos son precisamente quienes abandonaron buena parte de los principios de éstos y se atrevieron con una carrera absolutamente personal. Con honrosas salvedades, como Jean Luc Godard o el propio Littín, que pasaron a la posteridad como ejemplos de lo que puede llegar a hacer el rupturismo y la vanguardia con los talentos que insisten en permanecer fieles a sus desmadres juveniles.

Y sin embargo, la realización de Silva esconde sus propios factores adversos, que incluso llegan a concluir que la decisión institucional fue la más acertada. Porque "La Nana" es un filme realizado en un notorio formato digital, en el que deliberadamente se deja ver la economía de recursos. Por otro lado, la historia está contada en clave irónica y absurda, y para colmo, es un cuento completamente individual, que ni siquiera está inserto en el marco de un acontecimiento importante. Y para volver de California con un Óscar, es más recomendable narrar tramas épicas, no melodramáticas pero sí dramáticas, con su justo y específico toque de comedia. Los bonos mejoran si se toma como base un hecho real. Desde luego -sólo basta echar un vistazo a las sinopsis para darse cuenta- en la reunión de tales requisitos, "Dawson..." está varios pasos adelante. Para ser bien acogido por la Academia, hay que ser menos Sundance y más Hollywood. Y eso también fue puesto en la balanza a la hora de decidir cuál será el representante chileno, para al menos, caber dentro de las cinco nominadas. Además de otro detalle: Littín es el único cineasta nacional que ha competido en la mejor película extranjera, y en dos ocasiones, con "La Tierra Prometida" (1975), por México, y "Alsino y el Cóndor" (1982), por Nicaragua.

Aunque, siendo objetivo, lo más probable es que la obra de Littín no será mencionada en la ceremonia de entrega. Como ya ha sido señalado, es un realizador en franca declinación, que emplea un estilo agotado y repetitivo, donde antepone la ideología política a la calidad artística; peor aún, de manera liviana y nunca decidida, para que no se note y todos seamos felices en la diversidad del pensamiento. Una actitud que lo llevó a estrenar dos bodrios, como "Los Náufragos" (1995) y la simplemente insalvable "Tierra del Fuego" (1999). Hay que comprender, al respecto, que el Óscar no lo es todo en el cine y que existe una incontable gama de festivales donde se exhiben creaciones de altísimo vuelo. Y "La Nana" ya ha ganado varios de esos eventos. Tal vez, de haber sido afectado por una determinación favorable, Sebastián Silva habría terminado contratado por Hollywood y su capacidad hubiese caminado a la disolución. O bien, se habría enorgullecido más de lo recomendable, y también habría terminado mermando sus aptitudes. O quizá, habría sido echado a un lado por el propio gremio, al menos por los más empoderados, del mismo en que lo hicieron con Gloria Munchmayer cuando se ganó la Palma de Oro en Cannes por su intervención en "La Luna en el Espejo", como una expresión de envidia mezclada con un intento de castigo, por obtener un galardón que, por cuestiones de estratificación, sólo les pertenece a algunos.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Las Palabras Perdidas de Bello

Aunque hoy, los países americanos que usan el español como lengua oficial, y que por supuesto, fueron colonias de la península, han acordado ceñirse literalmente a los dictámenes de la RAE, tanto en la ortografía y la gramática del idioma como en la aceptación de términos, al menos, en un pequeño trozo de la historia y en algunos territorios, fue de otra manera. Y se procedió en base a un modelo originado en esta parte del mundo, que hoy, por cuestiones de sentido común, clama su consideración e incluso su reposición.

El destacado escritor y filólogo venezolano Andrés Bello ( 1871-1865), propuso en 1823 una serie de innovaciones ortográficas que permitían despejar las dudas que al respecto siempre tenemos los que escribimos en esta lengua, con lo cual, además, lo acercaba a la oralidad, una cuestión lógica tratándose de estos menesteres. Entre otras ideas, invitaba a superar los problemas derivados del empleo de "g" o "j" utilizando en esas situaciones sólo esta última letra: por ejemplo, "jeneral", "jirasol". Es decir, el famoso "tratado de límites" que solicitaba García Márquez. De paso, se podía eliminar la "u" muda de las combinaciones gue-gui, pues ya no se generaría una confusión fonética, lo cual a su vez redundaba en otro hecho positivo para el poco letrado: la prescindencia de las diéresis. Dicha grafía, tampoco estaría presente en los compuestos "que" o "qui", donde sólo cabría sitio para la "q", la cual además podía sustituir a la "c", que en su sonido suave, igualmente podía ceder ante la "z" ( "zerdo", "zielo", "zero"). Otras innovaciones, consistían en eliminar la "h" ( rupestre e irreconocible en el habla), así como la "y" semivocal ( "carai", "Uruguai", "farmacia i perfumería"), fuera de duplicar la "r" en todos los casos que se pronunciara fuertemente ( "alrrededor" "rratón"). Las letras del alfabeto usadas por los hispanohablantes serían veintiséis ( no existirían la "c", la "k" y la "h", añadiéndose a cambio un tercer dígrafo: "rr") y el único lastre que perviviría sería la disyuntiva entre "b" y "v", asunto sobre el que Bello, extrañamente, jamás se pronunció, como tampoco lo hizo sobre la dicotomía ll/y.

Todos sabemos que este lingüista fue contratado en Chile hacia 1829, donde realiza una decisiva y fructífera labor en la educación. Aquí se unió a Juan García del Río y juntos intentaron masificar estas propuestas, actividad en la cual cosecharon un relativo éxito, pues fueron rápidamente aceptadas en Argentina, Colombia, Nicaragua, Ecuador y Venezuela. Sin embargo, la diplomacia peninsular comienza a funcionar con similar presteza, y en 1927 consigue que el dictador chileno Carlos Ibáñez del Campo ( que había dado un golpe meses antes y en 1931 saldrá en medio de una huelga general, para regresar en 1952, irónicamente gracias a las urnas), promulgue un decreto que dictamina que la ortografía oficial y exclusiva del español es la que fija la RAE, desalentando el uso de las innovaciones de Bello en el resto de los países donde arraigaron. Con todo, se continuarán empleando de manera más o menos persistente hasta bien entrada la década de 1950, principalmente por intelectuales americanistas y personas cultas que veían en ellas un toque de distinción. Sin embargo, el conservadurismo recalcitrante de Franco, que tenía mucho interés en reponer la hegemonía peninsular en sus antiguas colonias latinoamericanas, al menos hasta donde se pudiera, logró permear a las clases altas y éstas volvieron a conducir a los pueblos al imprialismo , ya sea yanqui o coño ( muchas oligarquías del subcontinente vieron en " el caudillo" y su fascismo católico y militarista, una directriz para contrarrestar las reivindicaciones sociales que las estaban atosigando), lo cual remató en un desprecio por las reformas ortográficas antes mencionadas, incluso la amenaza del casigo moral o judicial si continuaban ejerciéndose. De este modo, la mentada RAE consiguió que su normativa fuese, ahora sí de forma definitiva, vinculante.

Hay muchas explicaciones de por qué las propuestas de Bello fueron censuradas. Primero, está el hecho de originarse desde América, algo que siempre les causa tirria a los peninsulares, que nunca van a aceptar la enajenación de un patrimonio que consideran suyo. Después, podría agregarse la disminución de grafías canónicas, pues a los gallos castizos les encanta decir con orgullo que "el español utiliza el alfabeto romano con una letra adicional: la ñ", como una suerte de superioridad sobre otras lenguas, romances o no ( la "w" es una ligadura aportada por los bárbaros en los albores de la Edad Media, por lo que puede pasar). Y finalmente, se puede argumentar que la simplificación ortográfica equivalía, para los monjes de la filología que rigen este idioma, una vulgarización inaceptable, al otorgarle acceso al populacho, supuestamente, nivelando hacia abajo. Que sientan el mismo esfuerzo que experimentamos nosotros, aunque no tengan herramientas para sobrellevarlo en el tiempo.

miércoles, 21 de octubre de 2009

La Norma y Los Dialectos

Con contadas excepciones, las lenguas se comportan de manera diferente de acuerdo a una determinada zona geográfica o grupo social. Por tal motivo, de su seno se desprenden los dialectos, que pueden ir de poco perceptibles giros en la pronunciación, hasta complejos orales y escritos mutuamente ininteligibles con el tronco central, fenómeno conocido como disglosia. Cuando dichos dialectos adquieren identidad propia - un número importante de hablantes, una tradición literaria sostenida en el tiempo y cualitativamente consistente-, pueden ser considerados nuevas lenguas y así la raíz original corre el riesgo de desaparecer. Aconteció de tal modo, por ejemplo, con el latín y el sánscrito. Para evitar ese desbande, entre los círculos de especialistas, se fijan las llamadas normas: variantes estandarizadas y desde su fundación, pretendidamente universales, que son o deben ser aprendidas por los diversos parlantes de un determinado idioma. Con algunas salvedades, suele existir sólo una norma por lengua. En el caso del español se sigue la regla, y así tenemos que la RAE establece, a través de sus tratados de gramática y ortografía, y del diccionario de términos, las directrices que deben ser seguidas por todos aquellos que se expresan o desean expresarse en este habla.

Este hecho no provoca un retroceso de los dialectos y muchos menos alienta una probable extinción. Por el contrario, éstos suelen permanecer como un rasgo distintivo de una región, un país o una clase social. Con el español, aquello se torna una realidad bastante interesante. Sobre todo, si apuntamos que la norma sentenciada por la RAE es de carácter exclusivamente escrito y no existe en el discurso oral, lo cual, por extensión, puede conducir a afirmar que no existe verdaderamente, si entendemos el lenguaje como un proceso lógico que parte en los labios y culmina en el papel. En consecuencia, estamos en condiciones de concluir que la mentada norma española es, al menos en sentido estricto, una lengua artificial impuesta, muchas veces, en contra de los geolectos y sociolectos locales, que además, adquieren la condición de habla nativa. Dicha dicotomía remata en una aseveración que hace rato se ha transformado en un clisé: decir que los habitantes de tal o cual territorio pronuncian mal, o simplemente, no se saben manejar con el español. Que los argentinos hablan mal, que los chilenos hablan mal, que los caribeños hablan mal... que los ( aquí se puede colocar cualquier nacionalidad que no provenga de la Península Ibérica) hablan mal el idioma. Algo que, si hilamos fino, se reduce a una perogrullada si nos referimos al régimen que gobierna al castellano.

Esta situación se da en otras lenguas, como el alemán o el vasco. Sin embargo, la tendencia más común - otra vez tropezamos con esas peculiaridades propias que sólo se pueden dar en el español- no es hacia la norma artificial, sino a la modificación, leve o profunda, del dialecto más significativo, que puede ser el de la capital del país de origen ( práctica muy común en aquellas lenguas que se identifican mayormente con un solo Estado, como el japonés) o aquel que ha alcanzado el más grande prestigio cultural ( el italiano, derivado del toscano florentino, es una clara muestra de ello). Ya hemos acotado, tanto en este artículo como en otros, que existen lenguas que presentan más de una estandarización, que en ciertos casos, como el inglés o el portugués, ha sido tomado como un asunto de identidad nacional. Pero también se dan situaciones en las cuales caben dos normas independientes dentro de un mismo país, por ejemplo el noruego. Incluso, hay lenguas que no cuenta con una norma determinada y sin embargo no se resquebrajan, como el maorí, que ni siquiera cuenta con una ortografía unificada.

Desde luego que no se trata de llamar a la anarquía absoluta y a olvidarnos del diccionario en favor de los modismos locales. Insisto, como lo he recalcado en textos anteriores, que la existencia de la RAE ha sido un factor de suma importancia en la conservación de la lengua española y en el hecho de que cuente con un gran número de hablantes. Y una de las actitudes que ha permitido esas consecuencias, es precisamente gracias a la confección de un techo que, si bien parece más un aura, tiene la virtud de cobijar a todos los que quieran sin, al menos en primera instancia, hacer discriminaciones. El problema radica en el desprecio por los geolectos locales y la insistencia en seguir un "castellano neutro". A propósito, dicha prerrogativa ha sido una obsesión puramente latinoamericana, probablemente porque aquí hay diecinueve países donde el español es lengua oficial, más ciertos estados norteamericanos donde también posee ese rango. Es decir, no se restringe a uno, como en Europa o África. El problema es que tal consenso ha impulsado a creer a los hablantes exóticos o de segunda lengua -sobre todo los del Viejo Mundo- que la norma es la pronunciación ibérica, y así lo enseñan los profesores y lo aprenden los alumnos. En circunstancia que España sólo practica su propio dialecto, que por cierto, está fragmentado en varios subdialectos geográficos y locales, algunos con significativas diferencias. Luego, cuestiones como el zezeo, considerado en todas la latitudes como el sonido propio para esa letra, en realidad sólo forman parte del giro fonético peninsular. ¿ Por qué, entonces, Argentina no defiende sus versiones particulares del yeísmo o el lleísmo? ¿ O Chile no hace lo propio con su uve interdental? ¿ O los caribeños dejan de avergonzarse de las diferencias que hacen entre la hache, la jota o la ge? Al menos podríamos distinguir cada grafía y evitar aberraciones ortográficas. Si este subcontinente ha enriquecido el idioma con sus aportes literarios, no veo por qué le debemos cerrar la puerta a sus propuestas filológicas.