miércoles, 29 de abril de 2009

El Virus de la Desinformación

¿ Alguien me puede explicar qué se entiende por "influenza porcina"? Mejor dicho, alguien nos puede explicar, porque dudo que mis lectores realmente sepan de qué se trata el término. Al menos en los informativos, la enfermedad apareció de repente, el sábado por la tarde, y los lectores de noticias estaban tan asustados que con su sólo temor nos dieron a entender que estábamos al borde de un apocalipsis. Nadie entrega un dato concreto: todos gritan, desesperados, advertencias incoherentes, que por lo mismo nos impulsan a formar parte del miedo. Pero ninguno se atreve a dar el paso adelante y proporcionar datos concretos de lo que está sucediendo. Y en la histeria colectiva se incluyen, especialmente, quienes tienen la responsabilidad de colocar las cosas en su lugar: periodistas, autoridades, médicos, científicos. Unos dicen que se viene una pandemia histórica - que aquí debe leerse como "catastrófica"-; otros, que lo mejor es mantener la calma. Pero los bandos no se ponen de acuerdo, lo cual, en la opinión pública, aumenta la angustia.

Por otro lado, las noticias provenientes de México, donde se originó esta gripe, indican que el primer caso patológico se dio hace un mes y medio en Oaxaca, y de ahí se propagó hacia la capital. Y en el intertanto, parece que la autoridad sanitaria, y por ende la política, o minimizó el problema, o simplemente lo ocultó. Porque, para cuando la enfermedad llegó al D.F., había adquirido una virulencia que hoy tiene a la población en vilo, encerrada la mayor parte del tiempo en sus casas, o saliendo a la calle sólo a lo estrictamente necesario, con la cara cubierta con mascarillas. Las causas, en todo caso, parecen justificarlo: existen más de dos mil sospechosos de haber contraído el mal, y de las cientocuarenta muertes que a la fecha se han producido por complicaciones respiratorias, en unas cincuenta se ha confirmado que es debido a este agente. Datos suficientes para que la histeria se expanda con mucha mayor rapidez que la propia peste, repitiendo esa imagen de los ciudadanos temerosos y enmascarados en varias partes del mundo, como en Chile, donde no se ha comprobado ningún caso y es relativamente difícil que la situación se revierta en el corto plazo; pero donde ya observamos gente corriendo a los ya precarizados hospitales y consultorios públicos, pidiendo ser examinados por lo que, finalmente, es un simple resfrío.

Pero, volviendo al planteamiento inicial del párrafo anterior, ya en México existen vocen que atribuyen al descuido de los encargados tanto la extensión de esta gripe como su repentina y mortal violencia. Argumentos contundentes hay: todos sabemos que los virus mutan a veces en espacios muy cortos de tiempo, y que esto, entre otros factores, puede verse estimulado por la ausencia de una barrera sanitaria importante. Ya algunos señalan que esto debió haber ocurrido en el país azteca; de otro modo, no se explicaría por qué se han registrado tantos contagiados y tantas víctimas sólo en la capital mexicana, siendo que en otros lugares las cifras, en ambos ítemes, siguen siendo marginales. Otro factor interesante es que Ciudad de México es una urbe con más de veinte millones de habitantes, y en un territorio superpoblado, una enfermedad de rápida propagación hace de las suyas. De nuevo, falló el sistema inmunológico del cuerpo social, es decir, la red sanitaria, en especial dentro del ámbito de la prevención. Sin embargo, ahora que la epidemia es un hecho, sólo queda huir despavorido hacia ninguna parte. Ni siquiera cabe refugiarse en los templos, porque al menos en el D.F., fueron cerrados por la emergencia.

Entonces, el "ya es tarde para lamentaciones", se transforma en un blindaje para la impunidad. Ahora estamos todos preocupados de nuestro miedo, y de confesarnos antes que la amenaza del fin del mundo nos arrastre. En cierto sentido, y admitiendo el tono de humor negro, este virus se asemeja a sus homónimos que infectan los computadores y destruyen o debilitan la información almacenada en los computadores. En este caso, la mutación entre el agente original, la desidia y el desinterés de las autoridades, o peor, el interés mezquino, ha derivado en una enfermedad imparable. Y el diablo, encarnado en un empresario farmacéutico, sonríe en las sombras.

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