jueves, 2 de agosto de 2012

Por Un Prepucio

Desde Alemania llegó la noticia de que un tribunal de ese país, específicamente el de Colonia, intentó prohibir la circuncisión ritual tras las graves lesiones que un médico le provocó a un niño de cuatro años hijo de musulmanes, para quienes esa operación es señal de compromiso con su dios. La sentencia estaba dirigida a los grupos islámicos, renovado objetivo de xenofobia en Europa y por supuesto en las tierras de los nazis. Sin embargo, los jueces, quizá enceguecidos por su impulso de restringir el actuar de una religión considerada en el primer mundo como violenta, retrógrada y troglodita, o tal vez por mera ignorancia; pasaron por alto el hecho de que dicha operación fue dada a conocer a la humanidad a través de los judíos, que también la practican por un motivo espiritual, y bastante antes que los mahometanos. Y aunque Hitler trató de borrar a los hebreos de suelo germano, aún existe ahí una minoría importante, que desde luego no se quedó callada ante la amenaza de la proscripción, y movilizó a políticos, intelectuales, diplomáticos y empresarios de diversos lugares con el propósito de que se pronunciaran en contra de la medida, por cierto que también refrescando la memoria de los teutones, acerca de las tropelías que cometieron durante la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, el parlamento federal revocó la orden judicial acabando de ese modo con los temores de los colectivos afectados.

Existe en prácticamente todas las religiones, y en especial en aquellas cuyos practicantes se ufanan de divulgar un mensaje de alcance universal, la tendencia a condensar en un acto específico, muchas veces físico -en el sentido de que debe ser expresado en el mismo cuerpo o en su defecto en la vestimenta o la personalidad del feligrés- la pertenencia de sus miembros en el redil, además de condensar una buena parte del pensamiento global del credo, de preferencia aquellas normativas que justamente deben ser seguidas por cada uno de sus individuos. Es un sello de distinción de todo lo demás, y por lo mismo una muestra de que, si no es la única opción de acceder a la verdad, al menos es una alternativa considerable. Dicha diferenciación se torna más urgente en las propuestas de origen abrahámico u oriental, cuyos sistemas de creencias así como sus divinidades requieren de un nivel mayor de abstracción por parte del interesado, ya que rechazan la fabricación de ídolos, los que a veces llegan a ser sustituidos por estas acciones simbólicas. Así, los testigos de Jehová no aceptan las transfusiones de sangre ni los trasplantes de órganos por considerar, de acuerdo a una interpretación del Antiguo Testamento, que el alma y la carne son una sola y la misma cosa. En el catolicismo está el asunto del pan consagrado, de acuerdo con la doctrina de la transubstanciación. Ciertos grupos evangélicos son muy rigurosos en cuanto a las ropas ya que las ven como un reflejo de humildad, decencia y moralidad. Unas expresiones obligan a sus componentes a raparse y otras a dejarse crecer el cabello. Algunas recurren a los tatuajes o las pintadas de cara. Y también está el caso de los judíos y enseguida de los musulmanes respecto de la circuncisión.

Dicha operación, si bien fue conocida primero por sus fines estrictamente religiosos, hoy en día es usada por los médicos con el propósito de corregir anomalías en los genitales masculinos. También se ha descubierto que previene las enfermedades venéreas, algo que probablemente ya conocían los primeros hebreos pues no cabe duda que su implantación esconde un trasfondo higiénico, al igual que muchos decretos contenidos en la Torá, como la prohibición de consumir determinados animales o las condenas a la menstruación y la masturbación. Que para que fuesen aceptados de manera más rápida por la población, en una época en que no existía la educación regular, eran presentados como mandatos divinos. Estos antecedentes acaban desembocando en una evaluación positiva de la circuncisión, tenga su práctica una motivación quirúrgica o netamente espiritual. No acontece lo mismo con, por poner un ejemplo, los testigos de Jehová y su mencionado rechazo a las transfusiones y los trasplantes, ya que tal insistencia atenta contra el derecho a la vida. O con la ablución, una actividad que por sus características -intervención de aparato genital, rito de iniciación y señal de pacto- algunos la identifican con el equivocado nombre de "circuncisión femenina", moviendo a la confusión, pues en este caso se trata de una auténtica mutilación física. Tampoco con la inclinación de los musulmanes de obligar a sus mujeres a cubrirse, una prescripción nacida de las mejores intenciones -se pretendía evitar las miradas maliciosas de los hombres y los potenciales abusos sexuales derivados de éstas-, pero hoy completamente contraproducente, ya que representa una forma de opresión y de segregación por género.

Por ello, es que no debiera caber recelo alguno contra la circuncisión, en cualquiera de sus posibles motivaciones, siempre y cuando la operación se haga con las medidas higiénicas adecuadas y los médicos calificados, a fin de que el procedimiento no termine provocando infecciones indeseables en el paciente. Todo lo contrario a aquellas prácticas que los nuevos conocimientos han demostrado que no están acordes con la realidad o incompatibles con la vida, como el mencionado asunto de las transfusiones. Y en esto no sólo deben entrar los hallazgos de las ciencias exactas, sino los de disciplinas más fácticas: por ejemplo la cuestión del velo islámico puede ser tratada en el ámbito de la sociología (lo cual puede derivar en conclusiones negativas pero también positivas, como finalmente concluir que esta práctica es un sello de distinción absolutamente legítimo). De igual modo se podría considerar a los evangélicos y el atavío de la vestimenta, que en verano o en zonas tropicales puede ser perjudicial -contribuye al aumento de la transpiración y por ende de la deshidratación-, además de que el uso de polleras en las mujeres no es totalmente recomendable en invierno, ya que por muy largas que sean las faldas en situaciones de frío intenso conviene la utilización de pantalones. A todo esto se debe agregar que lo más importante -y los credos citados aquí lo confirman- es el sentimiento honesto que es capaz de pasar por alto normas externas cuando su aplicación pone en riesgo la integridad del hermano.

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