miércoles, 25 de julio de 2012

El Aprovechamiento Moral

En varios lugares tanto del Primer como del Tercer Mundo, sólo se sabe de dos cosas: crisis y prohibiciones. En algunos países como la católica España, se intenta restringir los derechos del aborto, que ya son limitados en comparación con el resto de Europa, a la par con el alza de impuestos y los recortes en los programas sociales, entre los cuales se incluyen aquellos de protección a la infancia. Los musulmanes intentan proscribirlo casi todo: homosexuales, otras religiones... hasta variante de su propio credo que se consideran apóstatas o blasfemas. Entre tanto, los pro animal quieren eliminar el rodeo y la tauromaquia, los izquierdistas livianos desean erradicar el tabaco y el alcohol, los homosexuales exigen que ya no se hagan chistes sobre ellos, los sicólogos quieren sellar los dibujos animados clásicos por considerarlos sádicos y racistas, y quienes siguen un movimiento sincrético con espiritualidad oriental buscan acabar con una lista jamás determinada de actividades que consideran están dañando al planeta.

Sin recurrir a aquella muletilla que asevera que en tiempos de crisis económicas las personas se tornan más conservadores, que es cierta sólo en forma parcial, no obstante igual puede formularse un paralelismo entre el fenómeno de auge que están experimentando las tendencia descritas en primer párrafo y la dinámica de la coyuntura mundial actual. Es un hecho que cuando cruje la estabilidad financiera y producto de ello aumentan el desempleo y por consiguiente la pobreza, empiezan a pulular los especuladores y negociantes inescrupulosos de siempre, que aprovechan la oportunidad de ganar dinero comprando barato para vender caro cuando la situación retorne a la normalidad. Una lógica de procedimientos que no sólo se da en estos avatares, sino en otros como por ejemplo una catástrofe natural, donde los acontecimientos además se precipitan en el tiempo y se reducen en el espacio, por lo que podemos observarlos con mayor claridad. Desde luego, un damnificado, desesperado  ante la tardanza de la ayuda y en su afán de buscar algo que comer -porque no recibe ingresos o se halla en la ruina-, cultiva la intención de vender lo poco que le queda frente a la primera oferta que lo obnubile, con la finalidad de solucionar una emergencia, urgencias que por lo general no dan siquiera segundos para pensar o reflexionar.

Más o menos es con esa desesperación con la cual juegan los grupos conservadores y reaccionarios y los fanáticos religiosos, ahora en el terreno de la espiritualidad. Sabiendo además que un alto número de personas se sienten en el absoluto desamparo y por ende terminan aferrándose a la única opción que les queda, cual es la fe. De ese modo, se tornan vulnerables frente a inescrupulosos quienes a cambio de su libertad y su posibilidad de razonar de forma independiente les ofrecen una salvación basada en convicciones que en realidad son meros prejuicios fáciles de aprender y memorizar, pues llevan una buena cantidad de siglos arraigados en la sociedad, aún cuando en el último tiempo parecían haberse superado o mejor dicho reducido a un ámbito meramente folclórico. Entonces, estos individuos, especie de compradores de almas -una cuestión que no tranza mediante el dinero físico-, se comportan igual que los aprovechadores económicos, con el propósito de expandir sus movimientos saturados de convencionalismos entre mentalidades cuya mala situación los ha empequeñecido hasta la ingenuidad. Súmese a este cóctel aquel discurso que asegura que todo lo que está pasando se debe a un castigo divino porque los ciudadanos se han apartado de las normas morales esenciales, y tendremos una estructura lista para explotar en la cara de los incrédulos.

Conste que no me estoy refiriendo -no cuando menos en forma exclusiva- a esos predicadores pelagatos que de cuando organizan una secta que los hace ricos a costa de su rebaño. Sino a una buena cantidad de líderes políticos y empresariales que obran de idéntica manera. Varios de quienes han pasado estas prohibiciones por debajo de la puerta, en medio de donaciones de caridad ofrecidas a la masa empobrecida y falta de empleo, conscientes de que tales limosnas en definitiva no alcanzarán para todos. Con lo cual contribuyen a la incubación de dos modos de actuar colectivo. Por un lado, personas que tratan de mimetizar su línea de pensamiento con la del jefe, comenzando a condenar las contrarias o distintas a ésta, llegando en los casos más extremos a delatar a quienes actúan con determinados grados de autonomía. Por otro, una masa que no reaccionará frente a los intentos de las autoridades por coartar su libertad, puesto que existen otras prioridades, y los mismos gobernantes están trabajando en la solución, con lo cual las decisiones que tomen serán positivas y en algún sentido calzan con la preocupación principal. Toda vez que una masa así convencida termina renunciando a la protesta, y fortaleciendo la extensión del imperio de los interesados.

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