martes, 3 de julio de 2012

Karadima y Precht: La Misma Iglesia

Muchos simpatizantes de izquierda, además de algunas personas vinculadas a la defensa de los derechos humanos durante la dictadura, han quedado estupefactos tras la determinación del Vaticano de investigar al sacerdote Cristián Precht, miembro de la extinta Vicaría de la Solidaridad, producto de varias denuncias que se han formulado en su contra respecto de abusos de niños. Los expertos citados para la ocasión han corroborado que estas acusaciones -que incluyen testimonios de un variado grupo de víctimas y hasta la sórdida historia de un sicólogo que no aguantó la vergüenza y se suicidó- cuentan con un rango de credibilidad, declaraciones que para el cura han significado la suspensión de su cargo. El proceso, que hasta ahora se ha manejado sólo en el ámbito eclesiástico y no ha trascendido a la justicia civil, recién está comenzando, pero ya se vislumbra un nuevo escándalo de proporciones en el seno del romanismo, donde una vez más el fantasma, o a estas alturas el demonio, de la pedofilia estaría echando por tierra la carrera de un reconocido investido.


Lo que más ha sido destacado por la prensa son las declaraciones de los círculos de conocidos del acusado, muy similares a las que emitieron los partidarios de Fernando Karadima cuando ese consagrado finalmente fue hallado culpable de diversas agresiones sexuales en contra de niños y adolescentes sobre quienes fungía como líder espiritual. Al punto que se puede establecer un perfecto paralelismo. Pues, han pasado desde la incredulidad (amparados por el actual estado del proceso, que está en fase probatoria) a la improvisación de un listado de las cosas "buenas" o memorables supuestamente realizadas por el indagado (es preciso recordarlo: Precht fue miembro de la Vicaría de la Solidaridad y por ende tiene la imagen de haber sido un protector de los perseguidos por Pinochet), sin faltar aquellos que advierten de una conspiración, insistiendo en que el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati -quien llevó los antecedentes a Roma y recomendó a los máximos purpurados que autorizaran la investigación- trata de buscar un empate moral con los sectores más conservadores del catolicismo, los cuales entregan los mayores aportes pecuniarios y además contarían con un alto número de representantes en la conferencia episcopal -el mismo Ezzati entre ellos-. Respecto del abominable pedófilo de ascendencia griega, en su momento se afirmó que todo se trataba de una maquinación para desacreditar a un firme defensor tanto de la dictadura militar y la libre acumulación de riqueza como de los "valores tradicionales más elementales" que algunos consideran como el único sentido de lucha de un cristiano: condena a los colectivos gay, al sexo no matrimonial y al empleo de anticonceptivos. Incluso en su momento ciertos medios de prensa -los mismos que hoy rasgan vestiduras por lo de Precht, es necesario agregar- intentaron descalificar las confesiones de los agredidos tachándolos de homosexuales reprimidos e insatisfechos. Antes, eso sí, de destacar que el mentado Karadima había dedicado su vida a la iglesia -y por conclusión, a Dios y al bien- al extremo que gran parte de su existencia la utilizó en formar sacerdotes, varios de quienes actualmente son obispos.

Pero, ¿quienes son los que, más allá de las frases de buena crianza -como aseverar que estamos frente a un proceso serio que debe ser respetado- de igual modo continúan poniendo las manos al fuego por Precht? En su mayoría se trata de personalidades públicas que provienen del mismo sector social al cual pertenece el cura caído en desgracia, y que por distintas vicisitudes de la vida terminaron inclinándose por la llamada centro izquierda (en realidad una parte, ya que más de la mitad son democristianos). Dicho estamento no son sino las clases más adineradas en cualquiera de sus acepciones, desde donde surge el grueso de los sacerdotes católicos, o al menos, quienes tienen el privilegio de alcanzar prestigio durante su carrera (¿quién de estos acaudalados señores se refirió alguna vez en términos positivos al padre Tato, que después de todo mayormente cometió estupros?). No es necesario reiterar -ya ha sido descrito en artículos anteriores- que la labor de la manida Vicaría antes que nada fue de propaganda, con el fin de preparar el terreno para que, tras ser abolida la férula del dictador, la iglesia católica recuperara su sitial del que se sentía con la exclusiva atribución de espiar a los ciudadanos en favor de sus propios intereses. Lo que acaece hoy es sólo el grito desesperado por salvar a otro investido de apellido europeo, cuyo derribo dejará a los más pudientes aún más desnudos en su condición de autoridad moral, no únicamente en el campo religioso, sino además en el económico, político o social, ya que estamos en un país clasista donde los ricos siempre han mandado. Y en el que incluso esa monserga del "sueldo ético", constituye un lavado de imagen que apenas disfraza su connubio con el romanismo, al ser exigido primeramente al Estado y no a los empresarios.


En la década de 1990, proliferaron los obispos veteranos vinculados a la Vicaría de la falsedad -Carlos González, Jorge Hourton- que iban a una parroquia local a recordar con lágrimas en los ojos su supuesta lucha contra la dictadura, para acto seguido pasar a su relamido discurso de la "opción por los pobres"; pero que a las pocas horas se encontraban en la catedral agradeciendo los regalos -automóviles del año, prendas, predios- que les obsequiaban las conspicuas señoras esposas de esos mismos empresarios y agentes militares que recién parecían fustigar ante una audiencia en una población, a quienes se les debía aceptar su generosidad porque eran correctas amas de casa que paraban el cuidado de su prole sólo una ocasión por semana con el propósito de acarrearlos al templo. En la actualidad, los partidarios de Precht critican la decisión del arzobispado de Santiago de designar a Raúl Hasbún como defensor canónico del sacerdote acusado. Muchos aseveran que se trata de una jugada de Ezzati por sacar a alguien que a ciertos benefactores de la iglesia católica les parece molesto (siendo que ellos también son donantes importantes y la única diferencia con los otros estriba en que su número es menor). En realidad es sólo la comprobación de que el romanismo, como bien lo expresan varios escritos conciliares y papales, es un cuerpo indivisible e infalible, y que en materia de abusos todos sacan su correspondiente tajada. Quienes han propuesto una alternativa han sido exterminados, excomulgados o sancionados, cuando no han renunciado al paraguas papista. Y a lo mejor este cura termina siendo enviado al mismo convento donde Karadima cumple su sentencia de "oración y penitencia" (debe darse por hecho que no le quitarán sus investiduras, al contrario de lo que le sucedió al ya citado Tato) en que ambos, en el descanso que tendrán que tomar por lo agotadores que resultarán sus "ejercicios espirituales" impuestos por sus autoridades eclesiásticas además, recordarán como viejos sentados en una mesa de ajedrez la época en que se situaban en veredas opuestas, soltando una rimbombante carcajada al remembrar a los ingenuos que se colocaban detrás de cada uno de ellos.

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