jueves, 16 de agosto de 2012

El Regreso del Quinto Medio

Una de las iniciativas que se han planteado a propósito de la baja calidad de la educación, tema puesto desde hace seis años en primera plana a consecuencia de las movilizaciones estudiantiles, es la de reforzar la llamada área de técnicos profesionales, que producto de diversos factores -falta de atención, prejuicios cognitivos, desconocimiento general del asunto- no se encuentra muy desarrollada en Chile. Lo que por cierto es una realidad que urge ser modificada. Por lo mismo, las miradas se han dirigido a los denominados Centros de Formación Técnica (CFT), lo más cercano a ese tipo de instrucción que existe en el país, y que son uno de los tantos engendros resultantes de las reformas de 1981, las mismas que constituyen la principal causa del hundimiento de nuestro nivel de escolaridad. Algunos insisten en la posibilidad de que los egresados secundarios que se decidan por aquella opción debieran contar con facilidades económicas estatales que estén a idéntica altura de las que hoy reciben sus pares universitarios, y que por ende las instituciones que se dedican a tales carreras o sus equivalentes cuenten a su vez con fondos públicos.

Quien tenga mala memoria, no sea asiduo a los libros de historia o haya nacido después de 1981, lo que voy a afirmar a continuación le parecerá difícil de creer. Pero la verdad es que muchos antes de que aparecieran los CFT en Chile ya existía  enseñanza técnica, además de bastante mejor calidad que la que pueden ofrecer dichos esperpentos. Ésta era impartida por los liceos profesionales, los cuales subsisten en la actualidad, aunque sumidos en el fango que tiene atrapado a prácticamente la totalidad del sistema educacional criollo. Pero hubo una época en que constituían una alternativa incluso más rentable, en todos los aspectos, que las universidades. Por ejemplo, las escuelas normales, cerradas en 1976 justamente para sacarles la competencia de encima a los estamentos superiores. Hasta la fecha, la mayoría de los entendidos coincide en que los profesores básicos que se recibieron en esas instituciones son varias veces mejores en términos cualitativos que sus similares universitarios. Igual apreciación ocurre con los contadores provenientes de los secundarios comerciales, muchos de los cuales han llegado a conquistar un excelente pasar económico producto de su alta valoración en el ámbito laboral. Y de idéntico modo sucede con los mecánicos y las reposteras preparadas en los establecimientos especializados, que hasta hoy gozan de una importante reputación.

¿Cuáles son los factores que contribuyeron a un deterioro tan significativo y en poco tiempo de estos liceos? Cabría señalar que hay un cúmulo de factores cuyo cenit son precisamente las reformas de 1981, pero que empiezan antes y culminan bastante después, incluso ya pasada la dictadura militar. En primer lugar, está la tendencia por parte de ese régimen a darle un protagonismo excesivo a las universidades, sitios clasistas donde jamás han confluido los más preparados, sino los más privilegiados en términos económicos.El cierre de las escuelas normalistas es un símbolo de todo aquello. Sin embargo, tal predicamento se extendió hasta el retorno a la democracia. A modo de ejemplo, es preciso recordar que los liceos comerciales y técnicos incluían un quinto año medio, nivel donde los educandos ejercían su práctica profesional y aprendían las nociones más avanzadas de su oficio (en los establecimientos normales, por cierto, eran hasta tres los grados extras). Dicho curso fue suprimido en 1992, quizá porque entonces la única utilidad de los secundarios ya era sólo ser un paso intermedio hacia la educación superior, y los alumnos debían resignarse a retrasar su ingreso a ésta, pues rendir las cinco escalinatas era una necesaria condición para licenciarse, todo por un título de escaso valor. Por lo que las autoridades de entonces, que ya eran elegidas por sufragio popular, a su vez optaron por adaptarse entregándole todavía más poder a los planteles mayores.

Los auto proclamados Centros de Formación Técnica no son más que un simple negocio de estafadores que buscan adornar los cerebros desorientados de los muchachos con publicidad colorida y seudo carreras con nombres rimbombantes similares al que los identifica en común. Eso no implica afirmar que ese tipo de educación es mediocre, fomenta un sistema de castas o es un refugio de malos estudiantes. Quizá la poca seriedad de las instituciones que aseguran difundirla, y su origen asociado a la dictadura y el cuerpo legal que contribuyó a reducir de modo definitivo la calidad de la enseñanza, sea un factor determinante en la propagación de tales convencionalismos. Por lo mismo es que esta modalidad debe regresar al sitio de donde nunca debió salir: los liceos. Así se hace en todos los países del mundo, incluyendo aquellos que están más avanzados en esto de los técnicos. Es imprescindible que se reimplante el quinto medio y los normalistas con sus dos y a veces tres grados adicionales. Si de repente el joven tiene aspiraciones de continuar estudiando, se le puede otorgar el licenciamiento tras cumplir el cuarto año, el título luego de acabar el siguiente, y mientras cursa este último, permitirle a su vez asistir en paralelo a su primera temporada de universidad. No lo que se está haciendo ahora, donde se alaba a los mentados centros o a los mismos planteles porque planean crear los suyos ante los anuncios gubernamentales, con lo cual rectores y académicos verían aumentado su flujo pecuniario, asegurando además un cerrojo en las clases sociales, con alumnos de tipo a y otros de tipo be.

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