miércoles, 6 de agosto de 2008

Los Carniceros del Sudeste Asiático

China es una dictadura cruel y sanguinaria. Los crímenes de ese gobierno son incontables y desde luego no se circunscriben al Tíbet o a Tiananmén. Además, y sólo por mencionar un hecho, ha construido su poderío económico en base a un sistema esclavista, con trabajadores sometidos a jornadas laborales de más de quince horas, a cambio de salarios de menos de un dólar al día y efectivas amenazas de muerte. Aún así, este régimen gusta presentar una imagen moderna ante la comunidad internacional, de un país que, aún regido por un sistema comunista, es capaz de albergar las versiones más puras del capitalismo. Lo peor es que el resto del mundo se traga este discurso, pasando por alto las violaciones a los derechos humanos, que superan a todas las demás tiranías juntas. Y más aún: les entrega sus fábricas y sus materias primas, y ahora último, ha puesto la guinda en la torta al confiarle la organización de los Juegos Olímpicos a este grupo de jerarcas que sólo saben de mentiras e injusticias.

Ya que es una palabra recurrente entre los grupos izquierdistas, digamos que muchos de ellos -no todos- adolescen una falta de consecuencia. Critican con vehemencia a Cuba, a la cual muestran como un ejemplo de lo que el socialismo no debe ser ni hacer. Especialmente, esto último ha estado sucediendo tras la disolución de la Unión Soviética, cuando, con la cabeza gacha, debieron aceptar una prueba de blancura, y admitir que todas las propuestas tienen resultados sobresalientes y otros defectuosos. Entonces, la débil isla caribeña, donde el testarudo Fidel Castro se mantenía al frente, apareció como el chivo expiatorio perfecto. ¿ Y qué liberó a China de esa categoría? Deng Xiaoping tiñó de rojo la plaza Tiananmén, no con su ideología, sino con la sangre de más de tres mil estudiantes, durante el mismo 1989 en que cedían los socialismos reales de Europa. Sin embargo, ya había realizado una incipiente pero sostenida apertura comercial, que las potencias occidentales vieron como una mina de oro. En especial Estados Unidos, que tenía esa astilla llamada Cuba a cien kilómetros de Key West y que le provocaba un eclipse permanente en su paradisiaco Miami. Fue pues, el capitalismo, y particularmente el nuevo liberalismo, el que fomentó la condena a un Estado pequeño donde, si bien es cierto que han existido violaciones a los derechos humanos, éstas se reducen a algunos arrestos domiciliarios; pero ensalzó a otro que era, y sigue siendo, una amenaza para la comunidad mundial, porque siempre ha solucionado la disidencia política con el exterminio. Lo dije al comienzo del párrafo: esto es una muestra de inconsecuencia. Pero como dichos izquierdistas también han buscado el consenso con sus adversarios, entonces empezaron a decir que la condena a Cuba era un deber moral, predicamento propio de la derecha política. Así, de inconsecuentes se transformaron en hipócritas.

China busca abrirse al concierto internacional. Como dicha frase cliché, tal apertura consiste en sonrisas amables y apretones de manos que oculten las atrocidades que se están comentiendo dentro del territorio. Pero este régimen no se conforma con exportar sus baratijas: también quiere ver los métodos que usó para construir su milagro económico, basados en la opresión y la explotación, imitados en otras partes. Y ciertos magnates, por motivos obvios, estarían dispuestos a hacerlo. Los Juegos Olímpicos serán una plataforma para consolidar esta imagen y, de paso, acallar las protestas. Antes que eso, y como corresponde a esta clase de gobiernos, los jerarcas de ojos rasgados se han dado maña para imitar lo peor de Occidente, cuando aquí está socialmente aceptado. Así, adaptaron el imperialismo estadounidense a sus propias necesidades y ambiciones, y ahora quieren adueñarse de Taiwán como una adolescente bulímica. Si llevan décadas impidiéndole a los tibetanos ejercer su soberanía, quién les impedirá una nueva invasión...

Y parece que, al menos de este lado del mundo, les han dado una bendición. Pues, hace un par de meses, nuestra despistada, desinformada e inculta presidente, Michelle Bachelet, declaró que a China no se la debe molestar con el tema de los derechos humanos, y que más aún, se le debe entregar, como premio, el mencionado Estado de Taiwán. "Una sola China" fue su frase para los diarios (no la inventó ella, desde luego) Esto lleva a dos hipótesis: o a la señora se le subió la grasa al cerebro, o terminó gozando las torturas y otros vejámenes a los que fue sometida en los centros de detención de la DINA

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