miércoles, 13 de agosto de 2008

El Fútbol Nuestro de Cada Día

Hace unas cuantas semanas, la Asociación Nacional de Fútbol Profesional se dio a la tarea de modificar nuevamente el campeonato de nuestro balompié, pues el actual formato " mexicano" ya no estaba cumpliendo con las expectativas para las cuales fue creado, y eso siginificaba, además, que estaba dando a conocer sus más recónditos vicios, por ejemplo, permitir que equipos de mediocre campaña pudieran levantar la copa. La muestra más representativa de esta situación era, a juicio de los mandamases del fútbol, lo ocurrido con el Ñublense, ganador no discutido de la llamada "fase regular" que sin embargo no pudo acceder a la final, pues resultó eliminado por el entonces aspirante a pentacampeón Colo Colo, que remató undécimo en esa misma etapa. Chile se perdió, de paso, la opción de contar con un campeón inédito, algo que la liga no da desde 1980; e hizo recordar lo acaecido en el torneo inmediantamente anterior, donde Audax Italiano también era serio aspirante al título pero del mismo modo fue frenado en las eliminatorias intermedias, que por su carácter simple les llamamos pomposamente "play-off".

Hay algo fundamental que los dirigentes de nuestro fútbol parece son incapaces de comprender. En una liga, existen clubes que aspiran a ser campeones, otros que buscan llegar hasta donde mejor sea posible, y finalmente, una tercera porción que sólo espera mantener la categoría. Ahora, si bien es cierto que pueden haber honrosas variaciones, en términos generales, los componentes se repiten. Por eso es que cada competición cuenta con dos o tres clubes que acumulan la mayor cantidad de trofeos, y también es por eso que, en un periodo de aproximadamente siete años ( o siete campeonatos, cuando son dos por temporada), se cuela un equipo que no forma parte de esa pléyade, y puede también disfrutar del éxtasis que significa dar la vuelta olímpica. Hemos sido testigos de que esto pasa en Chile: antes que Everton, ganador del Apertura 2008, fueron campeones Colo Colo ( cuatro veces) y Universidad Católica, para justamente en el séptimo desafío, encontrarnos con Unión Española, que se adjudicó el Apertura 2005, terminado una sequía de veintiocho años. Siete torneos antes, el Wanderers de Valparaíso también alzaba la copa, en este caso, la tercera. Y siete años atrás, lo había conseguido Universidad de Chile, sí, uno de los clubes hegemónicos, pero que llevaba un cuarto de siglo con la capa caída.

De una vez por todas, dejemos los subsidios donde deben estar: en los programas sociales. Hace rato que el fútbol y el deporte en general se transformó en un negocio. Si por algo quienes compiten son en su mayoría profesionales. Un club que de antemano sabe que puede pelear el campeonato, va a usar todas las argucias que le permite éste para ganar, y eso sin importar el formato que le pongan enfrente. Ñublense lideró la fase regular del pasado torneo de Apertura, porque quienes iban a entrar decididamente en la pelea, esperaron pacientemente las eliminatorias rápidas, donde a fin de cuentas se definía todo. Y si Colo Colo no merecía ser finalista, al menos Everton fue un justo campeón. Y conste que las injusticias se dan en toda clase de torneos, pero más que nada en las posiciones intermedias, casi nunca en la cúspide o en las pérdidas de categoría. El problema del estilo "mexicano", es que las últimas fechas de la fase regular pierden interés, por el tema de que muchos ya están clasificados al proceso eliminitario. Pero en ningún caso, es la alternancia de campeones, situación que se da en todas las ligas y de manera absolutamente natural.

Les insisto a los dirigentes del fútbol: si modifican el formato, los de siempre se van a adapatar y seguirán siendo, salvo excepciones, los de siempre. Lo que deben hacer es procurar que equipos menos poderosos logren generar recursos, un hecho que, si miramos el caso de Concepción y de otras instituciones, es un déficit de nuestra liga. Con eso tendrán un mejor pasar, y en cualquier momento, pueden dar el golpe a la cátedra, algo que para nada es imposible

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