miércoles, 5 de junio de 2013

La Gloria y El Despojo

El reciente título obtenido por el Bayern Münich en la Liga de Campeones de Europa le ha dado una justificación más a quienes insisten en colocar a Alemania y en particular a su actual gobernante, la canciller Angela Merkel, como ejemplo a imitar en materia de conducción económica y de liderazgo continental en medio de una situación de crisis. De nuevo aparecen los aduladores que la felicitan por sus políticas de austeridad que están eviscerando cada día más a la población del Viejo Mundo, y que son aplicadas a modo de castigo por un supuesto despilfarro permitido por las autoridades de cada país durante décadas, sanción disciplinaria que en cualquier caso sólo está afectando a los ciudadanos de a pie. Ahora, tales reverentes cuentan con una demostración concreta y fácil de distinguir, cual es un triunfo obtenido en un deporte masivo como el fútbol, cuya capacidad de movilización de hinchas siempre es una fuerte motivación para repetir clichés y a partir de ello elaborar discursos simplistas y teorías falsamente científicas que de manera inevitable caen en las bravuconadas alentadas por los estereotipos del "ganador" y el "perdedor".

La conducta de estos exaltadores viene, además, reforzada por dos aspectos que marcaron las últimas fases de este campeonato. Para acceder al trofeo, el Bayern debió derrotar en la final a otro club germano, el Borussia Dortmund. Ambos, por otro lado, accedieron a tal instancia doblegando al Barcelona y al Real Madrid, los dos más importantes equipos españoles, eternos candidatos a adjudicarse el torneo, a los que dejaron atrás con resultados algo abultados. Una coyuntura que muchos observan -en términos tanto positivos como negativos- como un símbolo de lo que está sucediendo ahora en Europa, puesto que España es uno de los países que más ha sufrido con la crisis, con un cuarto de sus habitantes sin empleo y el resto de ellos gravado con violentos impuestos destinados a pagar la deuda que el fisco local mantiene con los bancos alemanes. Hasta ahora, los ibéricos podían recurrir a un foco evasivo a través del fútbol, un deporte donde por lo demás los practicantes más exitosos no se encuentran en las zonas más ricas del orbe. No era para menos: su seleccionado es el campeón mundial vigente y también ha conquistado las dos versiones más recientes de la Eurocopa de Naciones, y su liga continúa siendo la que registra las contrataciones más rimbombantes. Ese razonamiento -muy básico de todos modos, y que igualmente es repetido por los interesados de siempre, los mismos que hoy le besan los pies a la Merkel- de que el balompié actúa como un bálsamo ante acontecimientos difíciles que está experimentando un determinado pueblo, se estaba cumpliendo de manera cabal hasta las semifinales de la recién resuelta Liga de Campeones. Sin embargo, desde ahí la palabrería adquirió otro sentido: que una autoridad que maneja bien los ajustes presupuestarios en términos del nuevo liberalismo (en síntesis: no detenerse a pensar quién padecerá las medidas, mientras no pertenezca a la camarilla que las impuso) cuenta con el camino para ganar un juego que se supone no se rige por los marcos de la clasificación social, siendo incluso capaz de avasallar y humillar a quienes siempre han contado con estas opciones para reivindicarse.

Lo cual es un aporte más a la pérdida de atractivo que la Liga de Campeones ha venido experimentando en relación a los equipos capaces de conseguir el cetro. Para comenzar, Alemania cuenta con varios clubes de prestigio, pero la última edición del torneo demuestra que sólo uno es capaz de llegar a una instancia tan importante. Algo que se puede corroborar echando un vistazo al campeonato germano, donde Bayer Münich presenta un diferencia histórica e institucional respecto a sus pares que es abismal, a despecho de que muchos de éstos sean campeones tanto a nivel nacional como también europeo. Incluso, muchos de los aduladores mencionados aquí destacaban la distancia en rendimiento que este elenco siempre mantuvo en la liga local por encima de los demás y que le permitió proclamarse ganador con la suficiente anticipación como para enfrentar el desafío continental con tranquilidad. España al menos cuenta con dos instituciones capaces de acceder a la misma instancia; Italia con tres, y en Inglaterra se puede escoger entre múltiples opciones. Hasta una serie mediana como la de Portugal ofrece dos triunfadores en el principal campeonato europeo. Y lo más delicado es que las medidas que han tratado de perseguir un mayor nivel de competitividad en el fútbol, son justamente las que han disminuido las posibilidades. Así, las sociedades anónimas no han conseguido sino consolidar la supremacía de Barcelona y Real Madrid en la península ibérica -que además se rigen por el sistema de entidades sin fines de lucro- y de Milan, Inter y Juventus en Italia. Fuera de ello, ya en la Champions no cabe la sorpresa ni el acceso de clubes de federaciones menos poderosas al podio, como en el pasado sí acaecía con combinados holandeses, escoceses o de Europa del Este. Más aún: en el pasado otras dos agrupaciones alemanes, el Hamburgo y el mismo Dortmund, sí alcanzaron la corona. Pero la derrota de estos últimos ha afianzado la simple lógica, a la cual se agrega la moda de que nación que se guía por conceptos inequívocamente liberales tendrá asegurada la victoria por encima de las destrezas de cada jugador, cuya suerte quedará determinada por su origen.

Un dato muy interesante que cabe siquiera mencionar antes de terminar, es el hecho de que por ley los clubes alemanes deban traspasar la mitad más uno de sus acciones a sus socios. Fenómeno también destacado por los exaltadores. Curiosamente, porque así se evita que grandes empresarios tomen las instituciones y las manejen a su regalado antojo, produciendo un hiato con la hinchada y de paso obteniendo libertad total para hacer y deshacer a su antojo, ocasionando tanto la prosperidad como la ruina económica, esto último observado con más frecuencia a raíz de la crisis financiera. Vale decir: un país que aplica el modelo nuevo liberal a destajo con sus vecinos ha triunfado en un campo porque en él ha aplicado normas de corte más socialista, o en el mejor de los casos, cercanas al capitalismo popular. Mientras que, por el contrario, las consecuencias del liberalismo son tachadas de nefastas (en recientes editoriales se ha denostado la forma en que son administrados los clubes en España, aseverando que los millonarios propietarios de ellos tienen una buena cuota de responsabilidad en los problemas que está enfrentado esa liga). Si ocurriera lo mismo en las demás áreas... Pero al parecer los dirigentes usan los recursos que más les convienen, incluso cuando su finalidad es adular la teoría que es opuesta a los métodos a los que recurren.

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