miércoles, 19 de junio de 2013

AFP: Elegir Entre Clones

Uno de los argumentos que los defensores del sistema de Administradoras de Fondos de Pensiones, AFP, usan con relativa frecuencia en favor de estas empresas que manejan a su completa voluntad las pensiones de vejez de todos los chilenos, es que la existencia de tales entidades permite que se produzcan dentro de la sociedad dos hechos que son fundamentales para el desarrollo de ella: la libre competencia y la libre elección. Con la finalidad de justificar ese razonamiento, muestran el supuesto contraste entre la actual proliferación de instituciones en comparación con un modelo donde el Estado fuese el exclusivo dispensador de los montepíos y por ende todos los beneficiarios estuviesen sometidos al arbitrio del aparato fiscal. Para enseguida, recalcar que el éxito, al menos económico, de la organización actual es una clara señal de que en su momento se escogió el buen camino.

Analicemos la cuestión de un modo más detallado. En primer lugar, tenemos que la supuesta libertad no es completamente cierta, pues en realidad sólo se puede elegir entre varias empresas que forman parte de un mismo sistema. El cual, además, es absolutamente cerrado, lo que en definitiva asegura que todas las entidades que lo conforman se comportarán de la misma manera y le entregarán idénticos beneficios al afiliado, independiente de la alternativa por la que éste opte. Al final, se acaba escogiendo entre distintos miembros de un mismo club, los que a pesar de tener aspiraciones particulares siempre intentarán establecer un consenso entre ellos ya que se conocen y constituyen el auténtico sustento del negocio, el cual estaría en serios aprietos si alguno presentara conductas díscolas o que entrasen en serio conflicto con los demás. Los cotizados, en cambio, están excluidos de las decisiones importantes, y sólo valen en cuanto sus depósitos permiten efectuar inversiones bursátiles.

Es justo recordar que en el pasado se han hecho esfuerzos por mejorar el sistema, aunque dentro de los parámetros en que se lo fijó desde su nacimiento, y por lo tanto sin una reforma, siquiera mínima, de su estructura interna. Así por ejemplo, durante un buen tiempo estuvieron de moda las llamadas administradoras populares, formadas por grupos de profesionales e incluso por líderes sindicales, destinadas a perseguir un comportamiento parecido al de las antiguas cooperativas. Sin embargo, todas sucumbieron, en su mayoría absorbidas por otras entidades (como ocurrió con Futuro, creada por empleados bancarios y calificada en su momento como un modelo a seguir), transferidas a conglomerados internacionales (Hábitat, que durante una década y media perteneció al Colegio de Profesores), cuando no se vieron forzadas a declararse en quiebra (Bannuestra y Genera, esta última constituida por una asociación de médicos de Rancagua) si bien esta alternativa ha sido la menos usada confirmando el mencionado éxito del negocio. Lo interesante de la trayectoria de estas AFP es que cuando estaban vigentes servían como una demostración cabal de que el aparato contaba con ese componente democrático que pregonaba, pues eran sociedades pequeñas, con un marcado acento gremial y que eran capaces de competir en medio de la vorágine del capital. No obstante, su actual inexistencia en un mercado donde además sólo se mueven cinco organizaciones todas a cargo de prominentes marcas extranjeras, las revierte como prueba, ya que su historia pasa a colocarse como imagen precisamente de la progresiva ausencia de la libertad de elección, lo cual lleva a concluir que en realidad ésta jamás se dio.

Entonces la situación no pasa por "perfeccionar" el sistema actual, el cual además ha cumplido con creces con su único objetivo auténtico que era el éxito económico. Lo que se debe modificar, o si alguno le parece mejor, corregir, es la legislación, para que exista la posibilidad de que convivan dos sistemas diferentes en armonía, algo que se puede conseguir con una adecuada disposición. No se trata de fundar una administradora pública que, lo más probable, es que termine del mismo modo que sus pares populares. Sino de que el propio Estado dispense jubilaciones a quienes deseen confiarle la tutela de sus dineros, sin por ello menoscabar a las empresas privadas. Eso de los fondos múltiples no fue sino una farsa con el afán de provocar una falsa sensación de libertad en el usuario, quien se enfrentaba una tan nueva como burda instancia de elección como antes ocurría con la proliferación de AFP. Al final se escoge entre alternativas impuestas por agentes externos las cuales sólo varían en sus aspectos formales.

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