miércoles, 8 de febrero de 2012

El Orgullo de Ser Piratas

Una vez más, los gobiernos de Argentina y el Reino Unido se ven enfrentados producto del asunto Malvinas -o Falkland, de acuerdo con los británicos y los escritos oficiales-. Obviamente se trata de una reyerta diplomática y nunca de un conflicto armado como el acaecido en 1982, una situación que lo más probable es que jamás se repetirá. No obstante, lo coyuntura actual presenta elementos que la distinguen de las anteriores. Pues, si bien es cierto que ha sido el país sudamericano el que nuevamente ha puesto el tema en los organismos internacionales, ahora los ingleses no se contentan con la respuesta formal y están enviando buques armados a la zona, e incluso despacharon a un príncipe que llegó a hacer su curso de instrucción militar, ya que pretende integrar el ejército real. ¿Cambio de actitud? Es una tesis aceptable, aunque de cualquier manera se trata de una simple provocación y no de un intento de conducir las cosas hacia otra guerra.

Lo interesante es la posición en la cual se han colocado los británicos con su conducta. Es común, sobre todo en las últimas décadas, aseverar que un gobierno determinado recurre al chovinismo nacionalista y patriotero cuando en su propio país se suscitan problemas que parece que no podrá solucionar, y que casi siempre se traducen en protestas y baja en la popularidad. Desde Chile, se ha acusado de ese modo a las administraciones peruana y boliviana en cada ocasión que reclaman por situaciones heredadas de la llamada Guerra del Pacífico. Como dato adicional, se añade que este salvavidas es utilizado a menudo por ejecutivos corruptos e ineptos los cuales son propios de naciones subdesarrolladas pobladas por nativos ignorantes y supersticiosos. Una clase de políticos que, se recalca, abundan en América Latina, donde por algo ciertos deportes masivos, como el fútbol, son transformados por la hinchada en auténticos enfrentamientos armados donde prácticamente se juega el honor de todo un pueblo. Lo curioso de este  contraataque es que siempre es empleado por los vencedores como método para burlarse de sus antiguos rivales, y acto seguido recordarles que fueron derrotados, resolución que podría repetirse.

Sin embargo, y más allá del supuesto engreimiento de los británicos -europeos y colonialistas al fin-, cabría preguntarse quién es el estúpido que está actuando con conductas patrioteras aquí. Y la verdad es que ahora -y ya que fue mencionado, valiéndose de una analogía extraída del balompié, al que justamente los mismos hinchas del Reino Unido han enturbiado más que nadie- la pelota se encuentra en el área de los ingleses, quienes están llevando la batuta del chauvinismo y la provocación. Son ellos quienes han enviado buques de guerra y nobles a la zona, y han contribuido a elevar el tono de las declaraciones. Extrañamente, justo en el momento en que la Gran Bretaña atraviesa por una de las peores crisis económicas en toda su historia, con un nivel de desempleo inusual y escasas esperanzas de que la cuestión se revierta siquiera en el mediano plazo. Una situación desesperada que ya ha sido respondida con importantes estallidos y manifestaciones sociales -recordar los saqueos a tiendas y las acampadas juveniles, hechos acaecidos durante el 2011-. En tales circunstancias, crear un enemigo externo se torna bastante servicial con el propósito de desviar la atención, como aconteció a comienzos del año pasado con la invasión a Libia, que detuvo las protestas internas al menos por un par de meses.

A esto se suman otros factores que son muy típicos del comportamiento europeo. Ocurre que en derredor de las Malvinas se han descubierto yacimientos de petróleo, los cuales el gobierno británico está decidido a explotar, aunque su extensión incluya las aguas internacionales -después de todo, la extracción estará a cargo de una empresa privada. De hecho, tales reservas de oro negro, de acuerdo con estudios serios, podrían llegar a la Antártida. Y aquí se genera una coyuntura muy especial, pues de acuerdo con el Tratado Antártico, hoy está prohibida toda faena minera o lucrativa en el continente helado, que además por derecho no le pertenece a ningún país, aunque algunos, como Chile, mantengan reclamos territoriales. Claro que si las condiciones lo plantean dichas resoluciones podrían ser modificadas. Un aspecto a considerar pues el reclamo británico se superpone totalmente con el argentino y parcialmente con el chileno. ¿Quién se impondrá si se descubre que hay abundancia de riqueza bajo los hielos eternos? Los barcos de guerra y las empresas multinacionales con asiento en Londres parecen tender hacia una práctica tan ancestral como efectiva: la de los piratas.

                                                                                       

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