martes, 4 de octubre de 2011

La Revolución de Alá

Muchos se han sentido sorprendidos por la decisión del gobierno iraní de condenar a muerte a un pastor evangélico por el delito de apostasía; esto es, cambiar de religión, ya que antes era musulmán. De paso han transitado de la consternación a la indignación al enterarse de que la sentencia no fue dictada por un tribunal en base a la legislación civil de ese país -de hecho, esas instancias se mostraron favorables a la absolución-, sino por un grupo de clérigos en base a una interpretación del Corán. En el grueso de las personas airadas por supuesto que se encuentran bastantes cristianos, quienes daban por desterradas las persecuciones contra su fe, al menos las que podían arrojar consecuencias fatales. Pero también hay un buen número de gente de tendencia liberal, agnóstica e incluso que simpatiza con los actuales gobiernos de izquierda, que se niegan a aceptar que uno de los suyos -al cual han defendido con denuedo de los ataques de sus enemigos, que no han sido pocos- tenga conductas que se asemejan a los peores momentos del fascismo o de la Inquisición medieval.

Sería interesante, de todas formas, analizar por qué a la administración de Irán hoy se le considera izquierdista. En primer lugar existen dos  actos concretos de su presidente civil (en el entendido de que el ayatolá también ejerce poder, en lo que está estructurado como una suerte de monarquía constitucional teocrática), Mahmoud Admanidejab, que obedecen a asuntos puntuales y puramente contingentes: su acercamiento a líderes que proclaman el "socialismo para el siglo veintiuno", como Hugo Chávez, y su violenta rivalidad con Estados Unidos, cuyas legislaturas vienen adquiriendo elementos cada día más imperialistas e intransigentes, en especial a partir del inicio de la llamada "guerra al terrorismo", inventada como represalia por los ataques de Al Qaeda de 2001. Ambos antecedentes, además, se han retroalimentado siguiendo un proceso lógico, al punto de tornarse interdependientes. Sin embargo, el segundo aspecto aquí listado, implica un componente bastante especial en el marco de la situación iraní: ya que proviene de una revolución que en aquel lugar se suscitó allá por 1979, cuando fue derrocado el autoritario régimen del Sha, odiado por el pueblo a causa de su represión, pero que mantenía buenas relaciones diplomáticas con los norteamericanos, quienes desde entonces han buscado una justificación para intervenir en la zona. Adicionalmente, los persas no lo hicieron mejor: alentados por sus influyentes clérigos -que habían participado con entusiasmo en la sublevación- establecieron la república islámica, que ha desencadenado aberraciones como la que trata este artículo.

Si bien el islam constituye un factor de cohesión imposible de evitar en el Medio Oriente (grandes extensiones de terreno son musulmanas en un cien por ciento), es preciso acotar que durante la pasada centuria en ese lugar se llevaron a cabo procesos revolucionarios y movimientos políticos que eran muy críticos con el integrismo religioso, empezando por los Mustafá Kemal allá por el lejano 1922. Le siguieron manifestaciones como el socialismo egipcio de Nasser -cuyo último representante hasta ahora ha sido Hosni Mubarak- o los partidos Baaz. Incluso algunas guerras de independencia contra las potencias coloniales, que suelen ser vistas como punta de lanza del surgimiento del fervor espiritual más extremo, por ejemplo el caso de Argelia, en realidad fueron encabezadas por agrupaciones de cuño más izquierdista. Lo mismo que la Organización Para La Liberación Palestina, que consiguió imponerse sobre montoneras confesionales como Hamas y Hezbollah. Más aún: en la rebelión iraní confluyeron diversas posturas socialdemócratas y comunistas, que fueron determinantes para su éxito, aunque acabaron siendo prontamente apartadas por los clérigos islámicos. Con eso, dichos ministros eclesiásticos añadieron un ingrediente hasta entonces desconocido en esta clase de enfrentamientos, más que nada porque su presencia constituye una visible contradicción. No obstante, tampoco se puede negar su influencia en alzamientos posteriores, que no han sido bélicos ni revolucionarios, pero que han tumbado gobiernos y hasta sistemas que parecían inamovibles, como aconteció con las administraciones marxistas de Europa del Este, que sucumbieron a las protestas impulsadas por las confesiones católica, ortodoxa o luterana, según la nación.

Fuera de eso, se puede agregar que el auge de movimientos políticos aupados en integrismos religiosos -y que no es un patrimonio exclusivo del islam-, si bien se halla intrínsecamente asociado a la pérdida de fuerza de las ideologías, ha encontrado un precedente muy interesante al cual asirse. Lo curioso de todo, es que si miramos las rebeliones más recientes en los territorios musulmanes, incluyendo la denominada primavera árabe, nos percatamos a poco andar que poco relación pueden guardar, en materia de origen, motivación y hasta de misticismo, con lo acaecido en Irán. Ya que son de tendencia más bien conservadora y reaccionaria, jamás revolucionaria. Sí coinciden en el uso del integrismo religioso, al cual han llegado por caminos totalmente opuestos. Estoy seguro que Osama Bin Laden y cualquiera de los integrantes de alguna célula de Al Qaeda, detestan al régimen persa casi tanto como a Occidente. Aún reconociéndolo como fuente de inspiración. Un factor que contribuye aún más a aislar a ese país, que para colmo de males es percibido como la inspiración para acciones oscuras. Y un buen ejemplo de que las revoluciones no necesariamente pueden conseguir lo que se propusieron, sino a veces todo lo contrario. Aunque, si este asunto del pastor hubiera pasado en otra parte habitada por mahometanas pasados de rosca -donde ni siquiera se tomarían la molestia de abrir un proceso, aunque fuese de lo más irregular-, lo más probable es que no generaría la expectación mundial. Que además se produjo de manera tardía, porque este hermano evangélico ya contaba dos años de cárcel, y la sentencia, que aún desconocemos si será ejecutada o no, era una de las opciones más plausibles.

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