miércoles, 28 de septiembre de 2011

El Triunfo del Islam

¿Ha ganado la religión islámica después de los atentados del once de septiembre? La verdad es que sí, y bastante. Por mucho que se el mote de brutos terroristas e intolerantes se les aplique con mayor insistencia a partir de ese incidente; o de que Estados Unidos haya tumbado a dos gobiernos emblemáticos de ese credo, al menos para la visión occidental de las cosas, como Afganistán e Irak, y de que los presidentes norteamericanos desde entonces desplieguen una incansable campaña militar contra organizaciones como Al Qaeda, consiguiendo ajusticiar a su líder Osama bin Laden -cerebro de los ataques a las Torres Gemelas-: con eso y todo lo demás, son los musulmanes quienes finalmente están saliendo airosos de todo este trance. Y es precisamente debido a estas acciones de represalia, que demuestran las sistemáticas torpezas que han venido cometiendo sus declarados enemigos.

Antes de los atentados ya mencionados, el islam, en varias partes del mundo, era ante todo una religión exótica. Se tenía la idea, por las películas de Hollywood, que hasta cierto punto constituyen una forma de hacer propaganda política en favor de las administraciones norteamericanas, de que sus convicciones podían ser muy extremas, llegando a crear nichos de fanáticos capaces de inmolarse por sus pensamientos. También eran mencionados, en clave negativa, ciertas conductas que se presentaban como inherentes a este credo, como el celoso atavío que los clérigos les imponían a las mujeres. Sin embargo, continuaba siendo una cuestión lejana a la realidad de muchas regiones geográficas, como América Latina por ejemplo. En Europa empezaba a aparecer cierta preocupación por el estilo de vida de los inmigrantes del Medio Oriente, pero se suponía que las consecuencias iban a permanecer suscritas al ámbito interno de las comunidades y que jamás afectarían a personas ajenas a su sistema de creencias. Además, si un musulmán levantaba la cabeza, las pandillas neonazis estaban atentas para darle un garrotazo, toda vez que contaban -y hasta hoy cuentan- con la pasividad de las policías y las autoridades, lo cual rápidamente se transformaba en impunidad. Y si bien los rusos estaban experimentando ciertos problemas con los rebeldes chechenos, éstos, aunque se sentían cohesionados por su cohesión eclesiástica, se mantuvieron ante todo como un movimiento político, sin la intención de expandir dogmas de fe.

Una situación que cambió en forma drástica tras acontecer los ataques del 2001. O mejor dicho, tras las primeras reacciones que en el gobierno de Estados Unidos, en especial su presidente, y en los de Europa e incluso en el de Israel se suscitaron. Pues, de tanto repetir sus diatribas condenatorias desde el poder, y como suele acontecer en estos casos, una parte significativa de la ciudadanía comenzó a mirar con buenos ojos al islam, pasando por alto las observaciones relativas a la discriminación de género o a la intolerancia religiosa. Incluso mirando tales aspectos en clave positiva a veces. Lo cual repercutió en que en determinados países del primer mundo, y entre personas educadas en los valores de la democracia, la libertad de expresión y el desarrollo tecnológico, se produjera un alto número de conversiones a un credo considerado primitivo y brutal. Quienes, por su parte, se alinearon con el discurso estadounidense, u optaron por no hacer caso omiso a las recomendaciones, comenzaron a experimentar la fobia, esa paralizante sensación de miedo que siempre se intenta disimular con actitudes de odio. Los medios de comunicación masivos dedicaron tantos espacios a la amenaza musulmana, que tornaron esta fe un tema cotidiano de conversación, donde no faltaron los curiosos que buscaron ir más allá y averiguar qué se escondía tras esos ciudadanos vestidos con velos o turbantes según su género, y que en sus ropas holgadas parecían esconder bombas o fusiles de asalto. Varios descubrieron que realidad no era tan similar a la que se ofrecía en la prensa oficial. Mientras tanto, ciertos conflictos políticos adquirieron otro cariz: los chechenos inflaron sus pechos tras leer más seguido el Corán, y los bosnios, entre quienes el islamismo era más un asunto de identidad étnica, adoptaron posturas más agresivas. En cuanto al Estado hebreo, a nadie le quedó duda, pese a sus violentas incursiones contra los palestinos, que éstos necesitaban de una nación propia y que las autoridades israelíes poco tenían que envidiarle a Hitler.

¿Habrá visionado Bin Laden, las consecuencias de su demoledor acto contra Estados Unidos? Cabe consignar que el tipo estaba dotado de un alto nivel de inteligencia, como ocurre con la mayoría de quienes forman y lideran organizaciones extremistas. Lo que se debe aceptar es que su intención original, la de asestarle un golpe duro y difícil de soportar a los infieles, hasta cierto punto la ha conseguido. En la actualidad más personas se interesan por el islam y el número de convertidos a este credo aumenta de manera lenta pero sostenida, incluso entre quienes vivían bastante lejos de su zona de influencia y desconocían buena parte de su cultura. También ha sido un factor importante de cohesión en aquellos lugares donde se profesa, en especial tratándose de pueblos o grupos de personas que llevan mucho tiempo en la opresión. A tal extremo, que la implacable dictadura china ha tenido enormes problemas para someter a los musulmanes de Nanjin, en circunstancias que con los budistas del Tíbet, mayores en número y habitantes de un territorio más vasto, ha podido manejar con total voluntad su régimen de terror. Personalmente, me pregunto qué sucederá con este fenómeno en el marco de la actual crisis financiera internacional. En especial porque los responsables de ella son líderes de formación cristiana, pero una buena porción de islamistas ha padecido sus consecuencias, ya sea por el desempleo en los países de la Unión Europea -y la consiguiente vulnerabilidad ante las agresiones de grupos racistas, empecinados en echar a gente que según ellos sobra- o por la invasión a sitios donde se profesa de manera masiva la religión, como Libia. Bueno: al menos la idea de un planeta completamente musulmán es peregrina y descabellada. Claro que proviene de los mismos asustados mencionados en el párrafo anterior. Por lo que tendremos que soportar desaciertos por algunas décadas más. Al menos, mientras la más verosímil de las especulaciones no acabe, como las profecías auto cumplidas, tornándose en una inesperada realidad.

                                           

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