miércoles, 14 de septiembre de 2011

Che Osama

Si hay algo que se puede concluir de toda esta parafernalia que los gobernantes de Estados Unidos crearon a partir de los ataques del once de septiembre de 2001, en especial con ese alarde de la guerra contra el terrorismo, es que pese a todos los golpes asestados a Al Qaeda y al mundo musulmán extremista en general, y que van desde el desalojo de los talibanes en Afganistán, pasando por la injustificable invasión a Irak, hasta llegar a la malhadada cadena de acontecimientos que remataron en el ajusticiamiento de Osama Bin Laden, la organización terrorista montada por el saudí igual se ha anotado un triunfo que no tiene parangón con todas las campañas que los norteamericanos y sus aliados armaron en su contra, incluso las más exitosas: el haber transformado a su líder en un icono de la lucha contra un poder bastante más fuerte y avasallador, dispuesto siempre a imponer sus términos mediante el uso desmedido de la fuerza. Un lugar que muy pocos han conseguido alcanzar, como por ejemplo, el médico argentino Ernesto Guevara, alias el Che.

Hay muchos rasgos que son coincidentes. Para empezar los físicos -ambos eran barbudos-, luego los intelectuales -tanto Guevara como Bin Laden tenían una apreciable formación cultural-, para continuar con las características de sus propias aventuras -ambos eran hijos de padres acomodados, y abandonaron sus lujos y sus países para formar grupos armados en lugares inhóspitos- y terminar en su trágico final -asesinados por agentes estadounidenses, quienes además inhumaron sus cuerpos de manera irregular: sepultado en la selva en el caso del Che, arrojado al mar en el caso de Osama-. También comparten el hecho de estar sobrevalorados. No olvidemos que San Ernesto de la Higuera era el prototipo de los proyectos descabellados y poco reflexivos: su malograda intromisión de Bolivia fue ideada a la rápida como una manera de desquitarse tras un rotundo fracaso en la RD Congo. Mientras que el musulmán era sólo el remanente de los combatientes que lucharon contra la ocupación soviética en Afganistán, como una de las tantas hebras de la ancestral "guerra santa contra los infieles". Hasta cierto punto, su violento asesinato -de alguna forma planificado, o al menos deseado por ellos mismos- los catapultó a los altares y les ha garantizado la veneración de enormes poblaciones y una buena cantidad de generaciones.

Pero al mismo momento en que se listan las similitudes, comienzan a aparecer las diferencias. Algunas tan opuestas como irreconciliables. Guevara fue un tipo que luchó por una mejor justicia social y por acelerar el término de la opresión de los pueblos, en este caso los latinoamericanos, de los diversos yugos que los ataban, entre los cuales se encontraba la sujeción eclesiástica. Que lo hizo o no de la forma correcta, es algo que queda para los analistas y los distintos posicionamientos políticos. Bin Laden, en cambio, promovía la contracción de la mayor cantidad posible de personas en un puño marcado precisamente por el integrismo religioso. Por ende, mientras uno dirigía sus esfuerzos hacia una liberación masiva, el otro lo hacía en pos de una sujeción masiva. El argentino representaba la revolución; el saudí, la reacción.

Se podrá argumentar que los dos personajes eran respectivos hijos de su tiempo. Pero ambos sufrieron la violencia del mismo poder, cual es el imperialismo norteamericano, que ha trascendido varias épocas, lamentablemente con resultados poco agradables. En la actualidad, en un mundo donde casi nadie se arriesga y el común de la gente prefiere conservar lo que tiene, la religión, muchas veces, en sus variantes más recalcitrantes, se erige como el factor de cohesión cuya labor le correspondía antes a las utopías o a los planteamientos históricos. Bien lo saben en Estados Unidos, donde los "cinturones bíblicos", en este caso cristianos, han adquirido una significativa importancia. Qué mejor contrapeso que presentarles un credo que, si bien medianamente antiguo, no es muy poco conocido en Occidente, condición que acaba tornándolo más atractivo.

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