miércoles, 14 de abril de 2010

Pedófilos Sí, Homosexuales No

A nadie deberían extrañarle las palabras emitidas por el cardenal Tarciso Bertone, quien aprovechó su visita diplomática -en su condición de funcionario del Vaticano- a Chile, para dejar una vez más en claro el nivel de homofobia que existe al interior de la iglesia católica. Obviamente que la única sensación que pueden causar, al menos entre las personas que tenemos una vocación democrática y no aceptamos para nada al romanismo, es, por decirlo de una manera elegante, escozor, al darnos cuenta que los papistas, a pesar de los golpes y de las claras evidencias, nunca aprenden. Pero en realidad, no son menos duros de cerviz que los demás, quienes creen, con una mezcla de idealismo e ingenio, que por fin esta institución va a cambiar su actitud y va a empezar a proceder según la lógica y en auténtica concordancia con el bien de la humanidad.

Sin embargo, existen varios líderes religiosos, no exclusivamente católicos, y no solamente cristianos, que están mostrando hostilidad hacia la tolerancia que supuestamente en los últimos años, el mundo viene teniendo con la homosexualidad. Algunos, como los musulmanes, no se han quedado en las declaraciones y han pasado de forma manifiesta a la acción: ora persiguiendo y encarcelando a los sospechosos de conducta gay en los países que ostentan un gobierno confesional islámico; ora recurriendo al terrorismo religioso, en los lugares donde son un importante grupo opositor. Y ya dentro de los seguidores de Jesús, podemos encontrarnos con corrientes de pensamiento surgidas en el seno de la Reforma evangélica, como los milenaristas, que asocian dichas instancias de diálogo como la antesala del Apocalipsis definitivo, donde la especie humana, producto de su constante y progresivo pecado, será destruida por la intervención divina. Por último, nos topamos con el catolicismo, que poco menos que considera a la homosexualidad la causa de todas las aberraciones sexuales, incluyendo por cierto los recientes escándalos de pedofilia que tienen apremiados a los representantes del credo de Roma, desde el mismo papa hacia abajo. La verdad es que, si bien es cierto que en el transcurso de la historia, en algunos momentos, la tendencia gay ha sido víctima de una represión vergonzosa, injustificable y cruel; también existen pasajes donde ha gozado de la más amplia libertad de expresión, llegando a haber homosexuales famosos que han dado a conocer su condición. Y no estoy habland de la llamada "belleza griega" de la antigüedad clásica, o de la cultura de los efebos, muy arraigada entre los emperadores romanos; sino de periodos más recientes, donde Occidente ya está bajo la influencia y la férula del cristianismo, como la Edad Media, el Renacimiento o épocas posteriores. Aunque en varios de los casos mencionados, tal aprecio se reduzca al peluquero afeminado que maquillaba a los nobles y a los aristócratas.

Con todo, y aún admitiendo que este siglo acepta la "perversión" homosexual, de manera espantosamente más abierta que las sociedades que lo precedieron, es preciso acotar una cuestión muy interesante. En el pasado, incluso en el más cercano, la pedofilia era tolerada o cuando menos, no se condenaba con la cárcel. Más aún: ni siquiera la violación sexual tenía una connotación tan negativa como la que presenta hoy. Si un tipo deseaba a una mujer y no era correspondido, simplemente la forzaba; y para evitar la vergüenza exterior, el victimario se veía obligado a "compensar" su falta casándose con la agredida, con lo cual el castigo se transformaba en premio. De hecho, este proceder estaba descrito en el Antiguo Testamento, donde era visto como un sacrificio y un acto de penitencia de parte del malhechor, por lo cual, el texto bíblico sentenciaba que la reparación daba por superado el delito. Pese a que Cristo censuró esta costumbre de manera bastante lapidaria ("quien mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón"), durante los dos milenios siguientes permaneció incólume, tornándose un mecanismo eficaz a la hora de conseguir esposa y así cumplir con otro mandato veterotestamentario: "crezcan y multiplíquense, hasta llenar la Tierra para sojuzgarla". El que también, por lo demás, ya está obsoleto.

En parelelo, estos violadores y pedófilos, y el círculo que los rodeaba, el cual en el mejor de los casos miraba hacia el lado, lanzaban lenguas de fuego cuando se mencionaba la palabra homosexualidad. Pero eran tiempos pasados, donde todo estaba mejor, ya que los hombres y también las mujeres eran temerosos de la moralina seudo cristiana. El problema, no obstante, es otro. Las aberraciones sexuales de antaño necesariamente requerían de una segunda persona para ser consumadas, participante que además debía compadecer en actitud pasiva. Lo cual significaba que dicho interlocutor pasaba a convertirse en una víctima: alguien que era dañado al ser empleado en tales menesteres, pues la naturaleza de los mismos está intrínsecamente orientada así. En cambio, el gay, aunque por su sola tendencia pueda ser considerado un desviado, es sin embargo un sujeto autosuficiente, en el sentido de que no se ve forzado a valerse de otros para demostrar sus inclinaciones. Lo cual, significa que si pretende llevar sus ideas a la práctica (salvo la masturbación, el sexo siempre se hace de a dos), es capaz de conseguirlo con el mutuo consentimiento de la contraparte, sin recurrir a la anulación de la voluntad de ésta. Eso es algo que no han comprendido, o no han querido comprender, los homofóbicos, en especial los que provienen de una determinada religión. Y por eso se estremecen cuando comprueban que la sociedad contemporánea es más proclive a señalarlos con el dedo a ellos, en lugar de los amanerados.

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