miércoles, 24 de junio de 2009

El País de la Peste

Hace unos días, una importante autoridad brasileña, asustada por la alta cantidad de infectados con influenza del tipo A que se ha registrado en Chile, recomendó a sus connacionales no viajar hasta estos pagos, como forma de evitar un posible contagio y una posterior pandemia en su país. Desde luego, muchos, casi todos en realidad, acá pusieron el grito en el cielo, en especial los empresarios turísticos de los centros de esquí, afectados tanto por la recesión económica como por la escasez de precipitaciones en la cordillera. Sucede que los tropicales habitantes del Brasil en su vida han visto nieve, y ni las fogosas danzas del Carnaval de Río hacen que brote de las alturas. Por eso, juntan sus ahorros y aprovechan nuestro invierno austral para satisfacer sus gustos -que esta vez no son sexuales- y de paso dejar suculentas sumas de dinero en los lugares donde se hospedan.

Es la segunda oportunidad en menos de un mes, que un Estado vecino nos señala con el dedo, atribuyéndonos las siete plagas de Egipto y aislándonos como sujetos sucios y malignos, portadores de la misma muerte. Hace poco, un bus que se dirigía a Argentina fue sometido por las autoridades trasandinas a un intenso chequeo médico, y nada más al escuchar un estornudo, lo sellaron y se lo llevaron en cuarentena a un hospital en Mendoza. Para colmo, la población aledaña al nosocomio, indignada porque los médicos preferían sanar a los extranjeros apestosos antes que a ellos, apedreó la máquina, tanto cuando entró como cuando abandonó el recinto. Al igual que ahora, las reacciones no se hicieron esperar: se tachó a los argentinos de ignorantes, de creer en monstruos y de que una vez más mostraban su tendencia a exagerar las cosas. La ancestral rivalidad chauvinista a ambos lados de Los Andes también saltó al ruedo. Hoy, sin embargo, cuando son los brasileños quienes hostigan, la respuesta tuvo un aliciente especial: fue espetada por la mismísima presidente en una cumbre de la OEA, entidad gobernada por otro chileno. Claro: es sólo una circunstancia que Michelle Bachelet, poco agraciada en materias de cultura general, pero con gran sentido de la ocasión, aprovechó para entregar una réplica que, en cualquier caso, era necesaria.

Sin embargo, reflexionemos un poco. El miedo siempre sirve para discriminar al del lado, cuando no está de acuerdo con nuestros planteamientos. La sociedad contemporánea, atravesada por la ciencia y la información, ya no puede tenerle miedo a seres fantásticos como fantasmas u ogros, ni a los conjuros mágicos que éstos puedan invocar. Los temores actuales surgen, por decirlo de alguna manera, de un proceso de "racionalización", o mejor dicho, de sintetizar la irracionalidad de un modo acorde con el conocimiento que se maneja. Y todos sabemos que las enfermedades contagiosas no son causadas por hechizos sino por microorganismos, invisibles al ojo humano, pero que están ahí. Son un peligro latente y a la vez imperceptible a primera vista, y más aún, son avalados por los científicos, que ocupan el lugar de los magos y brujas de antaño. Condiciones indispensables para todo lo que busque ocasionar espanto. Luego los mezclamos con nuestros prejuicios ancestrales, que hemos adaptado perfectamente a las enseñanzas de profesores y médicos, y formamos un híbrido que creemos, por vivir en esta época, es la verdad correcta. Por eso, acabamos afirmando que los inmigrantes peruanos traen la tuberculosis, creyéndolo casi como un dogma, cuando lo que queremos es echarlos de aquí, sólo debido a nuestra tendencia xenófoba. También, toda esta gripe, basados en lo que ocurrió en México, nos ha servido para asegurar que los mestizos latinoamericanos son una manada de desaseados, y reafirmar un origen caucásico que no es tal. Cuando varios países del primer mundo se han visto afectados por esta enfermedad casi tanto como nosotros, y los que aún no la padecen frontalmente, es porque se hallan ubicados en el hemisferio norte y están pasando por el verano boreal.

Cabe recordar, que varias autoridades, cuando explotó la influenza humana en México, recomendaron no viajar a ese país, aduciendo que con esta medida nos íbamos a liberar del monstruo. En la actualidad, somos nosotros los que vemos pasar a los asustados transeúntes por la vereda de enfrente, quienes voltean la vista, no vaya ser que con mirarnos solamente se llegue a contraer el mal. Hoy sabemos que esta gripe es tan contagiosa como todas las de su tipo, y que el número de muertos que ha cobrado es el normal para esta clase de epidemias, el cual además es bastante bajo. Incluso nos encontramos en condiciones de decírselo a nuestros temblorosos vecinos. Pero debemos resignarnos a probar un sorbo de nuestra propia sopa, como algunos de ellos en su momento tuvieron que soportarlo. En todo caso, no es primera vez que la tierra chilena es declarada maldita: en tiempos de la conquista, tras la fallida expedición de Diego de Almagro en busca de oro, se decía que "hay que huir de Chile como de la peste". Y en esa época sí que escaseaban los conocimientos médicos y científicos.

No hay comentarios: