lunes, 23 de febrero de 2009

Su Dolor No Nos Interesa

Todos los canales de televisión, además de un importante número de diarios y radiodifusoras, tenían reporteros apostados en el patio de la Clínica Las Condes el recién pasado domingo 16 a eso de las siete de la tarde. El motivo: una niña de dos años llamada Ema Velasco Sepúlveda era trasladada en estado agónico desde la región de Valparaíso, con principio de asfixia tras caerse a una piscina. Un acontecimiento que sólo daba para engrosar una estadística: la de los cientos de casos de accidentes veraniegos en los cuales se ve involucrada una fuente de agua, varios de los cuales -aunque no éste, por fortuna- acaban con un desenlace fatal. De no ser por un detalle: la infante es hija del vapuleado ministro de Hacienda, Andrés Velasco, y de la conductora de TVN y chica mimada del periodismo -al menos en el círculo cercano a la Concertación- Consuleo Saavedra.

No intento aquí mostrarme como el resentido social que busca que le presten atención. Sólo pretendo preguntarle a mis lectores, si, sinceramente, se sintieron tocados con el drama Velasco-Saavedra. Sin temor a equivocarme, estoy seguro que casi todos me responderán que no. Sé que lo que estoy escribiendo ahora es enormemente cruel e inhumano, pero se apega a la realidad. En Chile se ahogan cerca de unas mil personas durante la temporada estival, más otro buen puñado que es víctima de los temporales de invierno. En su gran mayoría, se trata de muchachos que no pueden viajar a un balneario, porque trabajan en un empleo estacionario, no hay acceso público a una rivera, o sencillamente no tienen dinero, hecho este último que, de sorprenderlos en una playa apta para el baño, los arriesga a ser detenidos por la policía, arguyendo vagancia, sospecha ante un eventual delito, o simplemente el deterioro visual del lugar. En consecuencia, acaban refrescándose en albercas peligrosas, construidas para labores industriales o extracciones de áridos, o, en el mejor de los casos, son arrojados a bahías remotas, sin salvavidas y manifiestamente inadecuadas. Pero esos casos no merecen una cobertura tan amplia. A lo sumo, el locutor censurará la actitud del fallecido por inmersión, diciendo que una vez más la irresponsabilidad ha cobrado nuevas vidas y un interminable etcétera. Y no nos olvidemos, entre esos profesionales del sermón y la frase hecha, está nuestra acongojada Consuelo Saavedra.

Algunos me tacharán de insensible y lo acepto. Pero lo cierto es que este matrimonio ya fue objeto de condolencias. Todos los políticos y figuras del espectáculo interrumpieron sus vacaciones y acudieron con presteza a "acompañarlos": no vaya a ser que queden fuera de las cámaras y no alcancen a pronunciar una sentencia repetitiva y a la vez promocional. Sin contar que todos nos estamos enterando diariamente de su difícil momento. Pero, en medio de la congoja, cabe preguntarse cuáles fueron las causas del tropezón de Emita. Es preciso insistir que ella fue encontrada flotando en la piscina, por la asesora de la pareja, en un condominio de descanso en Zapallar, de más está decir que el balneario de los ricos y famosos de Chile. Sus padres se encontraban en otro recinto, compartiendo un trago caro con un grupo de amigos. Como para demostrar que se puede tener un connubio feliz, entre dos personas exitosas que más encima están afiliadas a partidos de izquierda, aunque sus ideas sean puro esnobismo insípido y hueco, metódica y detalladamente adaptadas a su conveniencia personal. La mujer puede trabajar y divertirse junto a su marido, despreocupada porque éste cuenta con suficiente dineros como para contratar una empleada que se encargue de la prole. Y los muchachos se pueden quedar durmiendo, en una cápsula, porque son una importante cuenta de ahorro, engendrados con el propósito de exhibirlos cuando la ocasión lo amerite, para luego volver a archivarlos en la caja fuerte, para que a futuro hereden las ganancias de sus progenitores.

En este caso, uno de los engranajes en la ruta de la familia ideal falló. Una bebé inocentemente salió al patio y por poco encuentra la muerte. Pero, sólo por esta vez, no debemos recriminar a los adultos, porque son parte de una clase que dirige al país, que con nuestras observaciones puede entristecerse aún más, y soltar las riendas que nos tienen ordenados y aparentemente satisfechos. Hay que llorar junto con los dolientes aunque para sacar lágrimas sea necesario que un lector de noticias pique cebolla enfrente nuestro. A propósito, alguien por ahí señaló que sería bueno obligar a los dueños de piscinas de cemento a enrejarlas en su derredor, como se ha hecho, con probado éxito, en otros lugares del mundo. En algún artículo anterior señalé que toda iniciativa de carácter punitivo en Chile es aprobada con presteza. El problema aquí es que la prescripción afectaría a un determinado grupo social, muy acaudalado y con la licencia de dejar sus vástagos al cuidado de una nana que luego cargará todas las culpas si ocurre un incidente grave. Y ese grupo, para que pueda desarrollarse y en consecuencia gobernar al país, debe tener libertad de salir a donde quiera y de construir su casa como quiera.

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