lunes, 9 de febrero de 2009

Hay Que Ayudarla a Que Muera

Aunque la iglesia católica se alejó hace rato de Dios, el diablo no deja de tenderle la mano en los momentos más difíciles. En una semana en que se vio en aprietos producto tanto de la ordenación del revisionista Richard Williamson como de la nueva revelación acerca de Marcial Maciel, desde Italia, que aloja al Vaticano como un huésped a un parásito, llegó una noticia que le permitió poner sobre la mesa una vez más su insufrible, interesado e hipócrita discurso en favor de la " defensa de la vida", majadero recurso que siempre saca de apuros a papas y obispos. Y no se trata de cualquier cosa, sino de un posible caso de eutanasia, tema respecto del cual, el grueso de las personas, incluso aquellas que no profesan una religión, son particularmente sensibles y cautelosos. En concreto, los curas se han opuesto férreamente, arrastrando tras de sí al sector político afín a sus ideas, a que la joven Eluana Englaro, que yace diecisiete años víctima de un irrecuperable estado vegetal, sea desconectada de los aparatos electrónicos que la mantienen con vida. Su propia familia fue la que tomó esta decisión, que se hizo efectiva el pasado viernes. De hecho, para cuando escribo estas líneas, la Englaro ya ha fallecido, aunque parece que no se llevará la polémica a la tumba.

Cabe señalar que existen dos cosas: la eutanasia propiamente dicha, y la mal llamada " eutanasia pasiva" que es el caso aquí tratado. Sólo lo primero se puede definir como la provocación de una buena muerte - que ése es el significado de este vocablo en su original griego- en un paciente terminal. Lo otro se reduce a dejar de proveer a un enfermo de elementos que prolongan su vida artificialmente, con todo el sufrimiento que implica para él y su entorno, un hecho que puede llegar a ser absurdo. Pues bien: hay encíclicas papales y declaraciones teológicas aprobadas a nivel magisterial - y por ende, admitidas como verdad inspirada-, que condenan de manera clara dicha conducta médica, porque al final, resulta tan contraproducente como matar a alguien para que no sienta dolor. De hecho, se la considera un atentado a la naturaleza humana, y la tortura que implica también está considerada. Más aún: en diversos tratados se exculpa a quien, viviendo una patología incurable, rechaza los medicamentos que mitigan su situación, incluso si éstos tienen la facultad de retardar su deceso. Tampoco es reprobable la actitud de un cercano quien, al ver a su ser querido en estado de coma o vegetativo, solicita desenchufar las máquinas que lo mantienen respirando, aunque después de eso venga el lacrimógeno funeral.

¿ Y por qué tal condescendencia? Porque hace cincuenta años, cuando los respiradores artificiales no existían, quien caía en una situación de inconciencia total e irreversible, simplemente se moría, pues dicho estado significa la pérdida irreparable de la actividad cerebral. Y eso vale tanto para las situaciones de absoluta inamovilidad como para las de estado vegetativo, que en definitiva es sólo un coma permanente con los ojos abiertos. La situación no ha variado mucho: ahora los aparatos dan la impresión de que el paciente se mantiene en animación suspendida y se le ha frenado un proceso, pero lo único que hacen es negar lo inevitable. Y aquí se produce un hecho que atenta contra la naturaleza y la dignidad humanas, para emplear dos conceptos de la moral romanista: se conserva a un cuerpo respirando gracias a la inclusión de objetos externos y no por sus propios medios, porque ya se sabe que esto último no funciona, impidiendo un tránsito que debiera ser normal y necesario. Incluso, los curas cuentan con un argumento más para despotricar contra la maligna ciencia, pero al igual que los movimientos sectarios, la usan cuando les conviene y la desprecian cuando los rebate.

Vuelvo al primer párrafo: la iglesia católica ya no representa a Dios y eso la obliga a pedirle dinero a ese prestamista poco escrupuloso que es el diablo. No sería para menos, si hacemos caso a esa sentencia del Apocalipsis que nombra al "príncipe de las tinieblas" también como el "príncipe de este mundo". Ignoro si toda esta alharaca que ha armado el romanismo, sea para desviar la atención de los sucesos igualmente mencionados más arriba, y que a simple vista son repugnantes e infinitamente inaceptables. Ahora: sí me parece que, debido a una conjunción de factores, los curas han olvidado leer las declaraciones que condenan la prolongación artificial de la vida, que son tan enérgicas como las que objetan el uso de la eutanasia. Y es que para los cristianos, defender la vida también incluye resguardar el derecho al buen morir.

1 comentario:

Lester Aliaga Castillo dijo...

Buena, Galo!!!
Me gusta cómo brillan las ideas, que comparto completamente, que desarrollas en cada texto.

Y su pluma: UN ESTILETE, maestro.