miércoles, 4 de febrero de 2009

Perdedores Disciplinados

En el momento en que la comidilla de toda la prensa sensacionalista es el enésimo incidente en el que se halla involucrado el futbolista Gary Medel - y que se suma a la innumerable cantidad de veces en que nuestras jóvenes promesas deportivas son campeones en protagonizar hechos escandalosos, antes siquiera que le ganen al vecino-, no sé por qué, se me ocurre citarlo en este artículo solamente para encadenarlo con un suceso que aconteció hace dos semanas, y que constituye una anécdota más en la larga lista de frustraciones que exhibe el balompié criollo: la eliminación, en primera fase, del seleccionado sub-20 en el sudamericano clasificatorio para el torneo mundial de la categoría que se disputará en Egipto. Debo tener, como tantos otros, unas ganas insanas y malintencionadas de comparar a este combinado, que no llegó ni a la eliminatoria final, con aquél que remató tercero en el campeonato de Canadá, conformado, además, por varios jugadores que hoy integran clubes extranjeros, y otros tantos, como el mismo Medel, que se han hecho un respetable nombre en la liga local.

También, creo, me he dejado influir por el bochorno que sufrió ese equipo frente a la policía de Toronto, en el cual sin embargo tuvo cierto grado de responsabilidad. Además de la actuación poco decorosa de algunos de sus integrantes en el partido de semifinal ante Argentina, donde la combinación de un mal árbitro, un rival mañoso y la ansiedad del triunfo, fue una mochila que los muchachos no pudieron soportar. Y no lo olvidemos: entre quienes perdieron la cordura, se encuentra nuestro citado Gary Medel. Aunque la defensa del círculo que rodea al fútbol en un principio fue cerrada, cuadrándose tanto periodistas como dirigentes, a poco andar, más por una conveniencia personal que por un afán aleccionador, aparecieron voces disidentes, entre las cuales se contaban las altas autoridades del balompié, ahora dispuestas a aceptar sin cuestionamientos las versiones de los policías canadienses. Incluso, el propio presidente del rubro, Harold Mayne-Nicholls, ex secretario de la FIFA, puso a esta selección como un ejemplo de las equivocaciones que rodean a la actividad, propias del amateurismo y la indisciplina de sus practicantes. De golpe y porrazo, el elogio a un grupo que obtuvo una medalla de bronce en un mundial, se transformó en el último episodio tolerable de una conducta que nos venía sistemáticamente sumergiendo en la vergüenza y el descrédito ante los ojos del deporte internacional.

Y las consecuencias no se hicieron esperar: el técnico de ese conjunto, José Sulantay, que había conseguido dos clasificaciones consecutivas a un mundial para menores de veinte, hecho inédito de nuestro balompié, fue despedido. La estructura de series inferiores fue completamente modificada -habría que decir mejor, desmantelada- y los que ganaron el tercer puesto pasaron a ser parias de la sociedad y a recibir el desprecio del presidente del fútbol chileno. Y en menos de dos años en lo cuales se vienen " haciendo las cosas bien", ya tenemos las resultados: un seleccionado con manifiestos problemas de competitividad, incapaz de aguantar noventa minutos en una cancha, y con una motivación por los suelos. Supongo que los dirigentes se sentirán satisfechos porque, tras confirmarse la eliminación del equipo, uno de sus integrantes más importantes admitió el fracaso y asumió las culpas. Bien por el muchacho, porque sí hizo lo correcto. Lástima que sea aplaudido por esta clase de personas, quienes, supongo que después de oír esta declaración, respaldaron al nuevo entrenador con una suculenta renovación de contrato. Les habrá impresionado ver a los pupilos callados, bien peinados, marchando cabizbajos de vuelta a sus clubes de origen. Entonces, alguno señaló en el cónclave que "se respira un nuevo aire y ya no están las costumbres de antes". Sería estupendo de no ser porque entre todas esas malas costumbres, al menos había una rescatable: querer ganar.

Harold Mayne-Nicholls llegó con su apellido, su casta social y su experiencia como tinterillo en la FIFA, prometiendo una reforma total en el fútbol chileno. A dos años de su gestión, nos encontramos con el mismo formato de liga, que enfría al público y empobrece cada vez más a los clubes. Más aún: en su afán por restructurarlo todo, ha destruido los pocos logros que nuestro balompié había acumulado en pocos años, entre los cuales está, por cierto, los pequeños pero sólidos éxitos conseguidos por los seleccionados menores. Sin contar que actúa con la lógica que caracteriza al empresario nacido en cuna de oro, insensible y obsesionado con el dinero. Como muestra, está la decisión de aumentar los extranjeros posibles por institución, inmediatamente después de haber sido promulgado el estatuto del futbolista, con un resultado esperable: el arribo de esperpentos que, salvo excepciones, no significan ningún aporte fuera de abaratar los costos. Su único acierto hasta ahora, ha sido la contratación de un entrenador costoso, más por ser su amigo personal que otra cosa, para hacerse cargo de la selección adulta. En esa clasificatoria, sí, hemos demostrado competitividad. Es de esperar que Chile esté presente en el torneo de Sudáfrica 2010, porque parece que es lo único que queda.

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