domingo, 30 de marzo de 2014

Jaurías En Libertad

Los defensores de los animales lo hicieron nuevamente y consiguieron que el gobierno retirase el proyecto de ley que permitía a los agricultores y a los habitantes de zonas rurales en general disparar contra los perros asilvestrados sin el temor de que fuesen acusados de maltrato. La iniciativa fue sacada de la discusión parlamentaria junto con otras que habían sido heredadas de la administración anterior, las cuales también desataron polémicas, aunque debido a motivaciones muy diferentes, pues la mayoría de aquellas eran objetadas por su supuesta inspiración mercantil dado su origen en una legislatura de corte derechista liberal, que suelen alejarse del bienestar social, al menos en las aplicaciones más tradicionales de ese concepto. Mientras que los actuales dirigentes, de cuño progresista, estarían sintiendo una sensibilidad más amplia hacia las masas populares sobre todo son más desposeídas, incluso cuando no se trata de grupos humanos.

Convengamos que los impulsores de dicho proyecto ya le habían anotado un punto en contra, cuando al presentarlo, hablaron de la caza de perros salvajes, en lugar del control de los perros asilvestrados, que era la expresión correcta. Lo primero remite al dingo australiano, no a las jaurías de canes abandonados que deambulan por los campos. Para colmo insistieron en repetir la frase equivocada en cuanto medio de prensa les ofreció entrevista, quién sabe si con el afán de llamar la atención con una terminología que les pareció impactante y novedosa, pero que ocasionó un efecto diametralmente contrario al que esperaban. Los oyentes recibieron la impresión inicial de que se intentaba exterminar a una especie inocente, y no faltó el poco informado que concibió la idea de que en la fauna chilena existía un animal hasta ahora desconocido que demandaba ser protegido. Una muestra de ignorancia que fue bien aprovechada por los adoradores de bestias, que aunque jamás lo mencionaron -habrían quedado como escasos de seriedad- trabajaron a partir de esta confusión y la supieron aunar al cabildeo incesante que han efectuado en los últimos años, lo cual tiene justamente a las calles de las ciudades y a los caminos copados de perros callejeros, varios de quienes han atacado a personas a veces con resultados fatales. Alimañas que en ciertos casos son alimentadas por sujetos que creen estar haciendo una obra caritativa.

De acuerdo. Uno puede sentir conmiseración cuando observa a un representante de "el mejor amigo del hombre" deambulando sin rumbo fijo por la acera. Pero el asunto es que los perros, además de peligrosos producto de su mordedura, son animales sucios que transmiten diversas enfermedades a través de sus heces y que son capaces de cargar con los más variopintos parásitos en sus cuerpos. Son buenos donde deben estar, que es al interior de las casas (y viviendas que se encuentren habitadas, por cierto). En la calle, en cambio, constituyen una plaga, y esparcidos por las zonas rurales se transforman claramente en una especie invasora cuyos ejemplares agrupados en jaurías no sólo destruyen el ganado, motivo que llevó a presentar el proyecto antes descrito, sino que compiten en la búsqueda de alimentación incluso atacando a la fauna nativa, que sí exige, desde cualquier punto de vista y en todo instante, una constante salvaguarda. Toda vez que el control humano de una población animal es algo consensuado entre el gran conjunto de biólogos, ecólogos y ecologistas, ya se trate de individuos oriundos o introducidos. Más aún: el sólo hecho de que los canes se yergan como una amenaza para ovinos o bovinos debe ser ya justificación suficiente para disminuir su número. Pues esta clase de amenaza constituye un maltrato animal indirecto, ya que los agresores han sido liberados a su suerte por dueños que no los deseaban, los que con ese tipo de actitudes posibilitan el desarrollo de la subsecuente cadena.

Muchos de quienes aseveran defender los derechos de los animales de seguro reclamaban porque el ahora desechado proyecto estaba favoreciendo a grandes ganaderos y empresarios agrícolas que siempre buscan a través de las leyes confirmar su supremacía sobre los más débiles (discurso que tratándose del campo adquiere un sentido especial, por aquello de los hacendados, los patrones de fundo y la situación actual de los llamados trabajadores de temporada). Es menester recordar que en las zonas rurales hay pequeños propietarios que cuentan con gallineros o con ejemplares de subsistencia, que más que su fuente de capital, lo es laboral. Por lo que su eliminación deviene de modo irremediable en la pérdida de una única fuente de ingreso. Y en cualquier caso, si una jauría de perros destroza a un grupo de vacas significa que habrá menos ejemplares que generen leche, ecuación que debería interesarle a estos activistas que en un afán de consecuencia se suelen tornar en vegetarianos extremos. Aparte de que muchos de ellos, intentando hacer gala de su supuesta filiación progresista, desprecian el mundo campesino dentro que sólo conciben como un hábitat de brutos que andan dando con el rebenque a mujeres, niños y bestias. Y eso, muchachos, es uno de los tantos prejuicios que exhiben los colectivos que con soberbia se consideran superiores.

No hay comentarios: