miércoles, 5 de septiembre de 2012

Dos Imbéciles Con Armas Nucleares

¿Qué ganará Israel con efectuar un ataque militar contra Irán? Ni siquiera la obtención de una victoria bélica, en el sentido clásico -y vetero testamentario- del término es un hecho seguro. No porque ese afán haya sido desterrado hace mucho tiempo del cúmulo de causas comunes que provocan los conflictos armados. Sino debido a que justamente el enemigo cuenta con la capacidad de enviar una respuesta contundente, precisamente en el sentido de las reyertas antiguas. Lo que a la postre, si no conduce a la aniquilación, o en su defecto a la derrota y la humillación, en la mejor de las situaciones dejará a ambos contendientes seriamente debilitados, obligados a vivir por un buen rato en medio de la oscuridad y la pobreza.

Más aún: si una acción de estas características cumple su propósito, que es si no destruir al menos reducir a una insignificante expresión el gobierno de Mahmoud Ahmanidejab, tal resultado sería contraproducente respecto de lo que en realidad pretende la administración hebrea: mayor tranquilidad eliminando a un jerarca que, con la intención inicial de apoyar las demandas del pueblo palestino, no sólo ha amenazado con borrar a Israel del mapa, justificando el empleo de armas atómicas para cumplir tal finalidad (las que según ciertos informes - que de todas formas son bastante poco fidedignos- fabricaría dentro de su territorio), sino que además se ha dado el lujo de negar el Holocausto que los judíos sufrieron durante la Segunda Guerra Mundial, conducta que en varios países europeos se sanciona como delito. Para comenzar, agrediría a uno de los contados Estados islámicos que, más allá de los reparos que se le pueda hacer, tiene elecciones periódicas y garantiza aunque de manera limitada -lo que ya es bastante en el mundo musulmán- la libertad de expresión y la participación de la mujer en el aparato público. De finalmente conseguir tumbar a su líder, lo más probable es que los clérigos mahometanos pasen a controlar el ejecutivo, llegando ahora sí a establecer una estructura puramente religiosa, lo que por cierto ha ocurrido en todas las naciones atravesadas por la mal llamada "primavera árabe", cuyos dirigentes actuales se han apresurado en declarar que la legislatura vigente en Irán es abominación ante los ojos de Alá, impulsando su derrocamiento en el marco de la denominada "guerra santa contra los infieles". Y atención, que varios de ellos están en una relación de relativa amistad con Israel.

A esto se suma el problema adicional en lo concerniente a la consideración del país hebreo en el marco de la comunidad internacional, que producto del asunto palestino y los violentos ataques militares que con relativa frecuencia Israel lanza sobre sus vecinos, ya genera cuando menos sentimientos encontrados. Toda vez que la anunciada acción contra Irán no parece contar con la venia de su principal aliado y protector, Estados Unidos (en este caso cabría felicitar al gobierno cristiano norteamericano, si se confirma que está ejerciendo de pacificador, conteniendo a un muy querido pero igualmente impulsivo pupilo). Eso, sin contar que una decisión de tamaño calibre no se justifica incluso dentro de los parámetros de la ley del talión, pues no se cumple con el principio esencial que rige los actos de venganza, cual es hacerle al agresor exactamente lo mismo que motivó el desquite. De acuerdo: las declaraciones de Ahmanidejab son inaceptables desde cualquier punto de vista, y el tipo no precisamente tiene la intención de llegar a un acuerdo con la nación judía. Pero una intervención bélica israelí es un claro despropósito en los términos del ojo por ojo y diente por diente, donde quedaría como quien inició las hostilidades sin haber tenido la certeza de que su potencial enemigo seguía idénticas intenciones. Más que una conducta defensiva, quedaría como el matón del barrio. Y en dicho aspecto es importante echarle una breve leída a la Torá, suficiente para caer en la cuenta de que Yavé rechaza los golpes lanzados a mansalva, incluso si son propinados por sus escogidos, quienes de obrar así, de inmediato pierden el resguardo divino, además de otorgarle al otro la opción de tomar las represalias correspondientes, pues este modo de resolver los malentendidos contiene una cláusula de reciprocidad. Por último, cabe recordar que el islam, y esto se halla escrito en el Corán, también contempla la mencionada ley del talión.

Hay que tener las cosas claras. Aquí no se trata de contrarrestar a los enemigos de Israel ni de defender al pueblo escogido (y si finalmente hay que hacerlo, no es de Ahmanidejab ni de los árabes, sino de sus propios gobernantes). Ésta es antes que nada una pelea de dos imbéciles provistos de artefactos nucleares, pues Benjamin Netanyahu no se comporta mejor que su par iraní. Por desgracia, ambos elegidos mediante el sufragio universal. A pesar de que ya todos sabemos, por el dicho popular, quiénes disparan las armas y quién las carga.

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