jueves, 20 de septiembre de 2012

Al Fin y Al Cabo Dos Fanáticos Con Influencia

Vaya que le duele a Fulvio Rossi, el senador de caderas anchas y trasero de bailarina de club nocturno, cuando le dicen algunas verdades, sobre todo en el marco del derecho a la libertad de expresión y a la diversidad, elementos que él mismo asevera defender con ahínco. De otro modo, no habría reaccionado con tanta virulencia luego de que el pastor Hedito Espinoza, durante el pasado tedeum evangélico, lo fustigara por haber declarado a varios medios de prensa que solía fumar marihuana y que dicha conducta debía ser legal en Chile, y de paso le exigiera al poder legislativo que efectuara exámenes médicos al susodicho. Más aún, sólo tardó unas cuantas horas en responderle con esa vehemencia tan característica de quienes se sienten dueños de la verdad porque cuentan con un apellido exótico, un rostro angelical y un hablar suave pero a la vez enérgico. Aunque en este caso se trate de un parlamentario de cuño progresista.

De acuerdo. Hedito Espinoza no es una persona que induzca a hablar en términos positivos de la acción de gracias, y en tal sentido la iglesia evangélica debería pensarlo dos veces antes de concederle una nueva intervención en la ceremonia del próximo año. Y lo peor es que el pastor posee una gran capacidad de batir sus propias plusmarcas: ya en septiembre de 2011 se había mandado un patinazo al atacar el proyecto de ley de unión civil -que no es lo mismo que matrimonio- homosexual; y ahora la hizo por partida múltiple, pues además de lo de Fulvio, y de repetir su monserga contra los gay -que a estas alturas ya parece una pelea personal-, se plegó al coro de oportunistas políticos que defienden aquel mito de la "puerta giratoria" judicial, llegando a insinuar que los delincuentes son seres de última clase, que deben ser exterminados, lo cual desconoce la más que estimable labor que los evangélicos vienen hace más de un siglo haciendo al interior de las cárceles, aparte de olvidar ciertos pasajes bíblicos sobre el perdón y la misericordia. La verdad es que, si toda actividad cristiana debe estar orientada al propósito de entregar un buen testimonio para por ese intermedio ganar almas, discursos de este talante sólo contribuyen a ahuyentar a los potenciales conversos, lo que a la larga debiera ser una muestra de que no están guiados por el Señor precisamente.

Sin embargo, eso para nada justifica al senador Rossi. Ni antes ni después del tedeum. Y no estoy haciendo referencia al asunto de la marihuana. Este político liviano, al estilo de los socialdemócratas de clase alta posteriores a la caída del muro de Berlín, que ha hecho su carrera en base a su postura de galán televisivo, carga con un historial de inconsecuencia propia de quienes suman aquellas características. Ex presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica en el inmediato retorno a la democracia, contribuyó al propósito impuesto en la primera mitad de la década de 1990 por los bloques y partidos dominantes de entonces, en torno a orientar estas instancias de organización en favor de los grandes poderes públicos aunque eso significara pasar por alto las demandas de los alumnos de instituciones superiores, lo que ha ocasionado que hasta la fecha no se pueda discutir con total libertad la multiplicidad de problemas que tiene ese segmento educacional. Luego se fue a Iquique, ciudad cuyos habitantes le obsequiaron la plaza parlamentaria que ostenta en la actualidad. Ahí ha mantenido un respetuoso silencio respecto del sistema social chileno y el enorme precipicio de desigualdades económicas que lo sustenta, valiéndose de clichés tan repetidos como "es lo mejor que podemos hacer por el país", "debemos tener responsabilidad al momento de plantear demandas" o "es menester entregar subsidios para los más pobres". No obstante, con el afán de dar una imagen de compromiso con la ciudadanía, ha luchado contra "terribles flagelos" como la comida chatarra, el alcohol y el tabaco -propone crear un impuesto extra sobre estas actividades, que sería perjudicial para muchos pequeños empresarios, obreros y trabajadores independientes-, no por una cuestión de moral, ya que es progresista, sino de salud, puesto que es médico y por ende capaz de presentar evidencia científica contra tales vicios. En tal sentido, apoya su defensa de la mota en el supuesto de que es más benéfica que perjudicial para el cuerpo humano, contradiciendo conductas suyas pasadas, como cuando votó a favor de endurecer las penas para los traficantes de drogas, incluyendo los miserables vendedores de barrio, también quienes comerciaban con la hierba, contra la cual secundó la iniciativa que tiempo atrás, en la administración de su correligionaria Michelle Bachelet, la colocó en la lista uno, es decir de los sicotrópicos más dañinos.

Personalmente no puedo creer que una planta creada por Dios sea mala de por sí. Toda vez que en efecto el cáñamo tiene sus puntos a favor y no sólo en el ámbito médico. Pero una cosa muy distinta es declararse un fan incondicional de una postura con el propósito de generar una imagen, más todavía cuando todos los actos anteriores han sido en sentido contrario a dicha opinión. La impresión es que Fulvio Rossi se ha quedado sin un discurso alternativo que ofrecer, tanto en su situación de izquierdista -que empero se declara contrario a los regímenes de Cuba y Venezuela- como de parlamentario ubicado hoy en la oposición, y por ello recurre a estos salvavidas que llaman la atención y crean una falsa polémica con respuestas a favor y en contra. Y tratándose de lo último, el senador se ha mostrado incapaz de aceptar la divergencia, valiéndose de la prepotencia que le dan tanto su cuna como su título universitario, frente a un pastor evangélico que se expresa como cualquier chileno de extracción popular que tampoco posee un alto número de recursos, pero a quien no se le puede acusar de inconsecuente. La ancestral intolerancia entre ciencia y religión, ahora con los papeles invertidos, pero con la superficialidad  tanto empírica como teológica- de siempre.

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