miércoles, 20 de junio de 2012

Camila y Todo Lo Demás

¿Cuál es el problema que tienen los detractores de Camila Vallejo? Es cierto: la chica se está exponiendo más de la cuenta y está comenzando a justificar a quienes la consideran ante todo como un fenómeno mediático -aspecto del cual ella misma está consciente, y no deja de explotar en beneficio propio-. Pero por otra parte, es innegable que sólo está intentando consolidar una carrera política, derecho que por lo demás nadie le puede quitar. La verdad es que entre los variopintos ataques que ha recibido, hay bastantes que están orientados únicamente por el sesgo ideológico, cuando no por una envidia enfermiza.

Muchos de quienes aprecian a la Vallejo, lo hacen porque supo aprovechar su situación de hallarse en el momento indicado -lo que es una muestra del alto nivel de sus capacidades- y revelarse no quizá como una extraordinaria, pero sí como una excelente dirigente. A eso se debe añadir un segundo factor más trivial -y que ha sido la punta de lanza de toda la parafernalia frívola que se ha suscitado a su alrededor- que en tiempos en los que se le da una excesiva importancia a la imagen cobra un importante valor, cual es su atractivo físico, tanto en términos infantiles (su rostro) como más adolescentes o adultos (su fisonomía corporal, entendida desde el cuello hacia abajo). Gracias a eso último, la sola presencia de Camila, miembro del Partido Comunista, echa por tierra aquel prejuicio que asegura que las mujeres vinculadas a movimientos izquierdistas son un cerebro dentro de un cuerpo feo. Y lo más odioso para sus adversarios políticos es que primero es una fémina inteligente, después una persona con enorme habilidad, luego una militante disciplinada y sólo al final una cara bonita y una contextura excitante -en ese orden, ya que nunca ha tomado la actitud de "posar para la foto", tan común en determinados personajes públicos, especialmente cuando son conservadores o incapaces de elaborar un discurso coherente-. Algo contrario al procedimiento que se da, por ejemplo, en las huestes de tendencia derechista, donde se extraen o mejor dicho levantan candidatas desde programas televisivos insípidos, cuando no recurren a las esposas de sus directivos más conspicuos, que en su mayoría, cuenten con título profesional o no, son amas de casa que se mantienen a punta de tratamientos cutáneos costosos y un ejército de empleadas domésticas que cuidan a sus hijos.

Esta condición puede significar los aspectos positivos que ya hemos descrito, pero también es capaz de acarrear otros muy negativos. Dentro de todos los viajes y apariciones que ha protagonizado Camila Vallejo desde que saltó a la fama, se esconde el interés de un Partido Comunista ávido por obtener notoriedad en un escenario complejo, donde la colectividad se ha visto obligada a hacer oposición contra un gobierno de derecha, de cara a una elecciones municipales y luego parlamentarias y presidenciales de resultados inciertos, en especial para unas fuerzas de izquierda segregadas que además todavía no se recuperan de la derrota de 2010. En ciertos discursos de la dirigente queda de manifiesto que está aceptando la responsabilidad, impuesta por lo demás, de echarse a la espalda la carga de un movimiento con cien años de una historia plagada de hitos, cuestión que no debiera ocurrir. Una muestra un tanto penosa de aquello fueron sus palabras de apoyo a la Revolución Cubana, claramente mecánicas y previamente acordadas. No se trata de atacar el proceso vivido en la isla, sino de tener una opinión un poco independiente (yo la tengo y no obstante siempre he hablado a favor de ese régimen, actitud que no voy a cambiar), en especial de alguien que en determinada ocasión aseveró algo parecido a que lo de Cuba respondía a una necesidad específica de tiempo y lugar, y que para el Chile del siglo XXI se requería un ejercicio diferente. Ahora: esto no significa respaldar a quienes insisten en que la muchacha debe abandonar su colectividad de origen si pretende ser más popular y creíble. Sería ilógico actuar de esa manera con la mano que la formó y que hasta cierto punto le legó las características que la han tornado tan famosa -bueno: se debe agregar al establecimiento secundario donde estudió-. Además de que siempre será más confiable un militante de partido, con altas dosis de disciplina -factor que los comunistas siempre tienen muy en cuenta- que un sujeto de raíz incierta más propenso al desbande y a transformarse en una suerte de líder sectario que acaba usando su carisma en beneficio propio. Sin contar que la política se hace a través de los partidos, que de otro modo formaríamos parte de una monarquía absoluta.


Ya que egresó de sus estudios superiores, Camila Vallejo debiera hacer tres cosas: abandonar para siempre la universidad -mundo hermético, engreído y elitista, especialmente en Chile-, continuar una trayectoria política y lograr la simbiosis adecuada entre autonomía y fidelidad a su partido. Sólo ahí tendremos a una dirigente ya no con proyecciones sino tornada una realidad. En el medio puede admitir estas visitas a distintas organizaciones tanto en el territorio nacional como en el extranjero, y las múltiples entrevistas concedidas a la radio y la televisión, en el marco de una etapa que se debe exprimir y disfrutar al máximo pero con el propósito final de superarla. Todavía existen muchos que la adoran porque les retrotrae a la imagen de Taarna, la heroína del último episodio del filme animado Heavy Metal. Y sus detractores en parte la atacan por lo mismo. Cuando un rostro bonito no se cultiva con inteligencia y aprendizaje -cualidades que Camila tiene de sobra- le sucede uno de dos destinos: o es urgente mantenerlo a base de maquillajes caros y operaciones -el camino de las conservadoras- o debe buscarse la manera de transformarlo en una estatua -para lo cual se precisa volverse mártir, que en determinadas ocasiones es sólo el testimonio de lo que pudo ser y no fue-. Y a las personas excelentes no se les requiere en esas opciones, sino en la oportunidad de mejorar, siquiera un poco, los estándares de la sociedad.

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