jueves, 24 de mayo de 2012

Campeones y Subvalorados

Por qué los logros que la Universidad de Chile viene consiguiendo hace ya más de un año en el ámbito del fútbol sudamericano, no prenden a la opinión pública de la misma forma que los obtenidos por Colo Colo allá por 1991, es un tema que varias personas han tratado de explicar. La gran mayoría -por no decir prácticamente todos- han solucionado la interrogante repitiendo que la fuerza de las llamadas "barras bravas" -una cuestión aún más delicada tratándose de dos clubes que son rivales históricos, que tras de sí arrastran a un gran número de hinchas y por último están siempre disputándose el honor de ser el más triunfador de la misma liga-. Es una de varias explicaciones posibles, sin bien es preciso acotar que tal fenómeno ya estaba instalado para los años noventa, y que los hechos violentos derivados de él ya se hacían sentir.

Sin embargo, las causas de esta situación pueden ser halladas en un sinnúmero de circunstancias. Para comenzar, las históricas. En 1991, el fútbol chileno aún no se recuperaba del trauma que había significado el denominado escándalo del Maracaná, ocurrido menos de dos años antes. Producto de este bochorno -y de los castigos que acarreó, entre ellos la imposibilidad de competir en el Mundial de 1994- el seleccionado nacional se encontraba muy depauperado, al extremo de que le costaba organizar partidos amistosos debido tanto a la renuencia internacional como la falta de auspicios comerciales. A esto se agrega el antecedente de que ningún equipo local había obtenido una copa continental oficial, ya se tratara de los clubes o del propio combinado representativo. Otro factor a considerar es la trayectoria de los jugadores que consiguieron estos campeonatos -la Libertadores de América,  la Inter Americana y la Recopa Sudamericana- quienes se situaban en la plenitud de sus carreras, con vastos  recorridos por Europa o México, por lo que ya tenían su puesto de ídolos entre la hinchada (de hecho, ninguno de ellos pudo ser transferido por Colo Colo tras culminar el torneo). Finalmente hay que incluir un elemento de índole más social, puesto que en aquella década la televisión por cable se encontraba en pañales y los desafíos se transmitían a través de los canales abiertos, que por motivos obvios son recibidos por una masa más amplia de espectadores, lo que a la postre significa un nivel de empatía igualmente mayor.

En contraste, los encuentros protagonizados por Universidad de Chile son emitidos a través de las transmisoras de pago, lo cual ya disminuye su impacto en términos de potencial fenómeno social. Además, éste es un equipo de futbolistas jóvenes muchos de los cuales se dieron a conocer recién hace un año, precisamente gracias a los triunfos que lograron con su equipo. En vez de ser el momento culminante de sus carreras, estas campañas son, cuando no el inicio de ellas, un mero trampolín para acceder a ligas más competitivas, en las cuales además cuentan con las mismas opciones tanto de destacar como de perderse (en esto último, simbólico es el caso de Eduardo Vargas). Y si bien es importante recalcar que entre la época gloriosa de Colo Colo y la de los azules existe un trecho más o menos grande de por medio, la condición de haber llegado primeros es un factor que jamás se debe dejar de considerar. Fuera de que entretanto, el seleccionado nacional ha conseguido salir de su letargo ya ha podido brindar a la hinchada satisfacciones pequeñas pero emblemáticas, como los terceros lugares de selecciones menores, las clasificaciones a los Mundiales de 1998 y 2010 y el campeonato de Toulon. Por último, también cabe mencionar un antecedente de índole político: en 1991 se venía saliendo de la dictadura y esta clase de eventos eran siempre vistos como una muestra de que el país venía saliendo de una etapa macabra. Aunque Pinochet hubiese sido el presidente honorario de los blancos.

Una lástima, tomando en cuenta el buen juego que Universidad de Chile efectúa especialmente a nivel internacional. Pero el problema no es tanto de las barras bravas y sus escándalos que hoy mismo mantienen copados los titulares de prensa. Es de quienes han impuesto, con todas las buenas intenciones (obteniendo resultados tan loables como el que da tema a este artículos), el concepto del buen negocio en el fútbol, donde al final valen más las acciones tranzadas en la bolsa que los vítores de los hinchas. Quizá por ello los grandes potentados que ahora han asumido las riendas del balompié quieren eliminar de una vez por todas a los grupúsculos violentos que hasta hace muy poco tiempo incluso ellos apoyaban. Porque continuar sosteniéndolos les está arrebatando algunos dólares.

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