miércoles, 21 de marzo de 2012

Kony: Tarde y Mal

Para empezar, sepan que me alegro de que por fin alguien haya ocupado las redes sociales y los medios masivos de comunicación para dar a conocer de modo masivo las masacres y las incontables violaciones a los derechos humanos perpetradas por Joseph Kony y su infame Ejército de Resistencia del Señor, esa delirante guerrilla que se vale de uno de los tantos conflictos raciales y tribales suscitados en África -en este caso en Uganda- con el propósito de crear un Estado basado en los diez mandamientos. Al menos en esa primera instancia no cabe detenerse a analizar el probable origen espurio del vídeo que un tal Ben Keesey, a la cabeza de una ONG, ha lanzado a través de internet para denunciar al movimiento terrorista más despiadado del último tiempo, autor de más crímenes que todas las organizaciones armadas musulmanas, y que no está motivado por el islam sino por el cristianismo evangélico.

Sin embargo, también son legítimas las aprehensiones que algunos tienen respecto de la honestidad del mencionado vídeo. Y no sólo porque su creador se haya masturbado en público apenas horas después de informar acerca de un movimiento cuyos integrantes cometen atentados sexuales masivos contra niñas de ocho años. Sino en particular, por el momento en que arremete esta campaña, cuando ya los secuaces de Kony, si bien continúan haciendo sus aberraciones de manera aislada, empero se encuentran en franca decadencia, y al menos en Uganda, su país de origen, bastante controlados. De hecho, las autoridades de esa región -las cuales también han sido acusadas de cometer excesos similares a los de la organización guerrillera, aunque en mucha menor escala- han debido actuar casi por cuenta propia ante la nula colaboración de la comunidad internacional, y sobre todo de las grandes potencias, más interesadas en los integrantes de Al Qaeda o de otras agrupaciones armadas islámicas que combaten sobre suelos infestados de petróleo. En tales circunstancias, cabría felicitar a los dirigentes de la nación africana, que han debido enfrentar en la completa soledad un grave asunto en década y media de desarrollo que lleva, con suerte ha sido mencionado a la pasada por los medios masivos de comunicación. Y resulta comprensible, aunque no justificable, su ofuscación ante la arremetida de Keesey, quien, en una conducta sospechosa, se lamenta de por qué la intervención militar extranjera, que ya tumbó gobiernos en Libia y Costa de Marfil, empero aún no llega más al sur, donde hay un problema que parece más urgente.

Lo interesante del caso es que Uganda cuenta con recursos naturales capaces de tentar a las grandes potencias. Para empezar, también posee yacimientos del codiciado oro negro, no en las cantidades que se manejan en el Medio Oriente, pero suficientes para amortizar los gastos por concepto de consumo que se suscitan en el primer mundo. Además, las inversiones que han hecho las administraciones locales, tanto en facilitar el acceso a los pozos petroleros como en despejar los caminos de selva virgen y guerrilleros violentos, ahora significa una importante disminución en los costos de explotación. Por último, en particular Estados Unidos (a este respecto, no olvidemos que el vídeo de la discordia fue producido y estrenado en California y contó con fuertes auspicios), tratará de recuperar su sitial de supremacía mundial, puesto en entredicho con la recesión y el crecimiento de otras naciones como China, que justamente mantiene un enorme intercambio de materias primas con varios países africanos, entre ellos los que han sido sede de este conflicto. En resumen, que la tardía preocupación sólo constituye un afán de apropiarse de riquezas ajenas.

Lo peor es que ésa es la tesis que mejor le queda a este intento de llamar a la conciencia. Al respecto, no se debe olvidar que la "guerra al terrorismo", pregonada desde Estados Unidos, tuvo como su principal mentor a un integrista religioso cristiano, George W. Bush, que aunque lo niegue, la manejó como una cruzada contra el islam, credo que en su mente cauterizada sólo podía engendrar terroristas suicidas. Eso, y el factor de que África estaba fuera de la agenda del primer mundo por aquellos años (China no era visto como una amenaza, y además había suficiente estabilidad financiera como para no tener que recurrir a una reserva perdida al sur del desierto), dejaron de lado a esta infame organización cristiana, que en último caso cometía sus atrocidades en el nombre de Dios y no de Alá (por lo mismo jamás iban a resultar tan peligrosos). Ahora, que los norteamericanos están regidos por una administración más liberal, pero que expresa los mismos afanes imperiales, quieren dar una demostración de imparcialidad demostrando una falsa inquietud que oculta otros propósitos. Una cuestión que ha generado un pequeño nivel de polémica. Por ejemplo, son muchos los sitios de internet y los medios de prensa vinculados a iglesias evangélicas que han puesto énfasis en las críticas hacia una potencial intervención militar internacional, derivada del tono de la campaña virtual. Opiniones que son dispares cuando se plantea el mismo procedimiento contra países como Irán, Siria o la RPD Corea. Es cierto que uno de los principales pecados es no amar a Dios. Pero quien sí lo hace, o al menos asegura que lo hace, debe entender que el odio al prójimo es la mejor instancia para crear ejes del mal, y que con esa actitud de todas formas se irá de cabeza al infierno.

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