miércoles, 14 de marzo de 2012

Al Son del Cántico de las Barras Bravas

Un nuevo hecho de violencia sacudió este fin de semana al fútbol chileno. Un miembro de Los de Abajo, la barra brava de la Universidad de Chile que lleva casi tres décadas actuando, fue asesinado de un escopetazo a la tras concluir el partido en donde ese equipo goleó por seis a cero a su par de Audax Italiano. Lo paradójico es que el arma no fue disparada por un hincha del perdedor, que al fin y al cabo es un club de mediano tamaño, cuyos simpatizantes no tienden a inclinarse por aquellos vicios. Sino por otro integrante de la mencionada porra, la que se encuentra dividida a causa de un lío surgido a partir de la cesión gratuita de entradas, las cuales no sólo habrían disminuido en número, sino que además se distribuyen de modo prioritario entre quienes son afines a la directiva actual.

No pretendo aquí explayarme en el asunto de los dirigentes de los clubes mayores que reparten localidades entre los miembros de las llamadas barras bravas, una práctica que además se pensaba iba a ser desterrada del balompié criollo una vez consolidado el sistema de administración a cargo de las sociedades anónimas. Aunque sólo porque ya los periodistas deportivos lo han abordado con la indignación de siempre. Lo que intento es hacer hincapié en una cuestión bastante más grave. El incidente del sábado pasado corresponde a una cadena de sucesos poco felices que han tenido como protagonistas justamente a los componentes de Los de Abajo, siempre en torno a esta querella por las entradas regaladas. Que se iniciaron hace tres semanas y algo atrás, cuando los porristas que debieron pasar por las boleterías, forzaron la suspensión de un partido a poco de iniciar el segundo tiempo, ya que lanzaron fuegos artificiales en reiteradas ocasiones hacia la cancha. Se comentó en los más diversos medios de prensa, que esta conducta debía ser castigada con la máxima sanción disponible: obligar al club de estos seguidores -que además oficiaba de local- a jugar los próximos cinco encuentros en que actuara de anfitrión sin público en las graderías. La ANFP adoptó esa medida, pero con una letra chica: sólo el primer desafío iba a efectuarse con las tribunas completamente vacías, pues en los otros cuatro podían asistir los abonados y los aficionados del visitante. Una burla si se considera que a conjuntos más pequeños, por comportamientos igualmente deleznables pero mucho menos peligrosos, les han cargado dos y hasta tres fechas con el estadio cerrado. Pero que también demostró que la sanción no era efectiva, no sólo porque nadie asegure que las filiales se organicen y adquieran entradas en la ciudad del representante foráneo, sino porque quedó comprobado que muchos de los privilegiados abonados formaban parte de Los de Abajo, entre ellos quienes se enfrascaron en el tiroteo que derivó en una víctima fatal. Un detalle que ningún reportero, ni siquiera los que protestan de la manera más airada cada vez que "se infiltra un delincuente en el fútbol", mencionó. Y que como ya descubrimos, está muy bien encadenado con lo que ahora estamos lamentando.

Esta secuencia no sólo revela que algunos dirigentes son capaces de actuar como auténticos gángsteres rodeándose de una pandilla de matones (algo que por lo demás ha sucedido desde siempre en el marco de las administraciones de los clubes de fútbol). Sino que, cuando ese ejecutivo es un empresario de relativa importancia que además sostiene a un equipo poderoso, puede incluso disuadir al ente regulador. Pues, ¿de qué otra forma se debe calificar la conducta de la ANFP, que con el propósito de engañar a la multitud, anuncia con grandilocuencia una supuesta sanción ejemplar, y luego agrega un "pero" como si se tratara de un epígrafe? Es cosa de unir las circunstancias: la Universidad de Chile es en la actualidad la escuadra más fuerte del país, ganadora de la más reciente Copa Sudamericana, uno de los contados títulos internacionales que han terminado en manos de un representante de nuestro balompié, gracias a un excelente trabajo donde es muy destacable la convergencia entre jugadores, cuerpo técnico y dirigentes. Su estilo es ensalzado en el extranjero, y en la competencia local, al menos por el momento, no existe quien pueda salirle al paso. Si a eso le agregamos que es uno de los tres "grandes" de la liga, y que en su sociedad anónima participan magnates de rubros muy llamativos, entonces la respuesta cae de cajón. El ente regulador, simplemente obró de un modo que recuerda las leyendas más oscuras que se tejen en torno a este deporte. Que aquí derivó en un hecho de sangre puntual. Pero que en otras latitudes ha provocado escándalos serios. Los arreglos de partidos suscitados por los clubes más conspicuos de Italia, por ejemplo, hallaron un buen cómplice en la vista gorda que la federación hizo durante años. De forma idéntica acaeció con los "hooligans" ingleses, que en un comienzo fueron tratados como una simpática expresión de elencos que tenían un alto arrastre popular. Aunque en cualquier caso, bastan con recordar las experiencias amargas que en el pasado ha padecido Chile por dejarse seducir por mafiosos. Y todo esto, con el sospechoso silencio de la prensa.

Lo más preocupante es que al parecer esta actitud intencionalmente pasiva está lejos de acabar. Hace unos días atrás, miembros de la Garra Blanca, que sigue a otro de los grandes, en este caso Colo Colo, lanzaron fuegos artificiales contra un edificio donde se encontraban reunidos los máximos dirigentes del club, que sostenían una reunión producto del bajo rendimiento de éste y de las próximas elecciones (ya que la directiva está formada por accionistas y personas elegidas por sufragio popular). Este acontecimiento y otros que le siguieron -como amenazas de muerte de importantes componentes de la mencionada barra, que además contarían con protección- motivaron a que el actual presidente desistiera de participar en los comicios. Lo curioso consiste en que esa clase de armas está prohibida en Chile, donde desde el año 2000, los espectáculos pirotécnicos sólo pueden ser realizados por empresas especializadas. Se dice que los porristas consiguen estos juguetes a través de sus símiles de Perú. Pero lo más indignante es que estos sujetos llevaron a cabo su acto en la más absoluta tranquilidad; y no sólo arrojaron luces de bengala, sino que también ocuparon la calle, más encima como parte de una manifestación que no estaba autorizada. ¿Dónde está Carabineros, que cuando hay protestas de los más diversos movimientos sociales, de inmediato sale a golpear y a detener de manera absolutamente indiscriminada? Sólo había un ínfimo puñado de funcionarios, que estaban... ¡desviando el tránsito! Ante una práctica que es ilegal. Bueno: parece que la corrupción de nuestro fútbol se está volviendo un mero reflejo de la conducta gubernamental.

                                                                                                                                                           

                                                                 

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