miércoles, 7 de diciembre de 2011

El Bebé de la Universidad

Y finalmente Gabriel Boric se instaló a la cabeza de la Federación de Estudiantes del lupanar de Bello. Sus aullidos consiguieron que la masa de alumnos que por lo general no vota en los comicios (en su mayoría porque tienen la idea de que "a la universidad se va a estudiar y no a hacer política", que de seguro aprendieron en un colegio católico y conservador de altas mensualidades, los cuales suelen contar con un desproporcionado número de representantes en los planteles) esta vez sí lo hiciera e inclinara la balanza como escasas veces ocurre. Lo más probable es que hayan sido obnubilados por los discursos del ahora presidente electo, quien proponía un movimiento de izquierda independiente, alejado de las colectividades tradicionales de ese sector, a las cuales no cesó de atacar. En especial al Partido Comunista, al que pertenece Camila Vallejo, la actual máxima dirigente de la estudiantil, y que ha sido una de las cabezas visibles de la más extensa huelga escolar que el país haya conocido hasta ahora. Así, como esa derecha tan liviana como huera que insiste en "un nuevo estilo de hacer política" distinto a las prácticas convencionales, que en realidad es sólo otra forma de disfrazar el autoritarismo y el totalitarismo, y de ahogar los espacios para la discusión.

A nivel de federaciones de estudiantes suelen aparecer, con bastante frecuencia, estas agrupaciones pretendidamente autónomas y marginales que se presentan como los sumideros del idealismo ingenuo juvenil. La mayoría de ellas asevera contener un pensamiento izquierdista, definiéndose a sí mismas como el primer paso de un intento de renovación del sector, ya que según ellos los canales más reconocidos de expresión no responden a las demandas que las nuevas generaciones están poniendo en el tapete. No obstante, más allá de ese eslogan, no acostumbran a presentar una alternativa contundente o siquiera un programa coherente de trabajo, para el caso de ser elegidos. Y en verdad, no necesitan desacomodarse de sus asientos, pues en la mayoría de los casos sólo contribuyen a dispersar los votos en favor de listas más complacientes. Mientras que, en las contadas ocasiones en las cuales acceder al poder, a poco andar se disuelven y sus integrantes se dirigen hacia distintos bandos, incluso los más conservadores. Así todas estas iniciativas desparecen a los pocos años de haber sido concebidas, sin siquiera traspasar los claustros universitarios. Si he hablado de renovación no me acuerdo, o lo dije con algunos grados de alcohol en la recepción de los novatos.

Si uno revisa las épocas pasadas, notará que jamás en Chile un movimiento supuestamente autónomo surgido al interior de una facultad estudiantil ha conseguido prosperar más allá de ese ambiente. Por mucho que se insista en el cliché de la savia nueva, siempre es imprescindible el apoyo de o al menos las relaciones fluidas con los componentes de la política establecida. Un ejemplo muy claro está en la llamada "Reforma Universitaria", de 1967: su mayor impulsor, José Miguel Tobar, que nunca se adscribió a algún partido, no fue capaz de continuar en el andamiaje de los procesos electorales y se debió contentar con seguir su carrera de médico general. Que de cualquier caso ha ejercido de manera loable, en centros públicos y privados tanto chilenos como extranjeros. Pero ése no suele ser el destino de nuestros "reformadores" contemporáneos. Como casi todos pertenecen a un determinado segmento de la sociedad, a poco andar se descubre que son amigos, familiares o vecinos de algún rector o académico. Lo cual les permite, una vez egresados, insertarse de un modo bastante sencillo en el mundo laboral. O bien, si aún así el muchacho no consigue esconder su incompetencia, ocupar un puesto dentro del plantel, donde puede asegurar su existencia hasta la jubilación, sin efectuar prácticamente ningún esfuerzo (sabido es que esos zánganos no enseñan). Años más tarde, reunidos en un bar exclusivo, como demostración de que aún les resta algo de rebeldía juvenil -la bohemia a la que acuden cada quinces meses-, entre copas recordarán cómo se cargaron a un dirigente que amenazaba con continuar un alegato de manera infinita.

Ésa es la idea final. Mantener el atavío con los tíos y padrinos que comen gracias a las cuotas que mes a mes entregan estudiantes que de seguro depositaron sus esperanzas en movimientos como éste. Es decir, en la instancia donde la independencia vale más que nada, simplemente dicha conducta no se observa. Por lo que lo más probable es que Gabriel Boric y su canalla dorada acaben resolviendo el conflicto antes de lo que cualquiera pueda vaticinar, reduciendo el pliego de peticiones a la entrega de mayores recursos monetarios, que engrosarán los emolumentos de sus tutores, que así se podrán dar la gran vida que siempre anhelan. Y como compensación, los mocetones izquierdistas terminará en una oficina pública o de una empresa importante, cuando no refugiados en las improductivas e inservibles aulas de las "universidades". ¿No es ése el legado de aquel ambiente? ¿Llenar las aspiraciones juveniles de mitos y mentiras?

                                                                                                                                               

                                                                                                     

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