miércoles, 16 de noviembre de 2011

Los Estadios Vacíos y Barnechea

Suelo seguir el resumen de cada fecha del fútbol chileno, que TVN emite los domingos a eso de las nueve y media. Por ende, me veo obligado a escuchar las quejas de Fernando Solabarrieta, respecto de ciertos clubes, en especial algunos avecindados en Santiago, que nunca alcanzan a reunir mil espectadores en un partido donde juegan en condición de local. Dicho comentarista, con ese mismo tono lastimero con el que hace unos años atrás celebró el triunfo del tenista Nicolás Massú en los Juegos Olímpicos, aunque ahora motivado por la ira, no para de preguntarse cómo podemos estar hablando de una liga profesional con desafíos que sólo convocan a unas quinientas personas. Este fin de semana, el susodicho dejó de mostrar su rostro y de emitir su voz a través de las pantallas, pues los enfrentamientos del seleccionado en las eliminatorias del próximo Mundial obligaron a suspender la primera división. Pero las categorías inferiores sí continuaron su curso normal; y en una de ellas aconteció un hecho que de seguro en la próxima temporada aumentará el tenor de las protestas: el triunfo de Barnechea en la tercera serie, lo que le permitirá ser uno más de esos vilipendiados "clubes profesionales", aunque sólo un promedio de doscientos fanáticos acuda a verlo cada quincena. 

Fernando Solabarrieta debería darse por enterado que una de las consecuencias de transformar al fútbol en una actividad rentable -que entre otras cosas, implica grados cada vez más significativos de profesionalidad-, es precisamente prescindir de la asistencia media de espectadores, sobre todo cuando se trata de campeonatos entre clubes. Una alternativa que genera un escaso volumen de ingresos y que a la larga resulta muy insegura para la supervivencia de las instituciones. Hoy en día, en cambio, los principales sustentos son los inversores y la publicidad, ya que venga impresa en las camisetas o en los letreros estáticos ubicados a un costado de la cancha. A eso cabe agregar que, desde que los equipos chilenos se transformaron en sociedades anónimas -suceso que en su momento fue considerado una condición indispensable para hablar con propiedad de deporte profesional-, entró un nuevo factor en la dinámica monetaria, cual fue el de las acciones de bolsa. Finalmente, no se debe menospreciar un mecanismo más tradicional, cual es el traspaso de jugadores, que siempre ha reportado más ganancias que la convocatoria de público, con la cual ha convivido casi desde los orígenes.

No pretendo replicar esa frase expresada por un intelectual, ignoro ahora si argentino o uruguayo, que asegura que "el estadio acabará siendo sustituido por el estudio". Pero analicemos: ciertas ligas de relativa importancia, por ejemplo la de Portugal, se desarrollan, en buena parte, en campos de juego que cuentan con un aforo inferior a los quince mil espectadores, y no precisamente se llenan cada fin de semana. Y sin embargo, algunos clubes de ese país han sido campeones o finalistas en torneos europeos, que tienen un alto nivel de exigencia. Lo que mantiene con vida a estas instituciones, y que de paso les permite obtener un prestigio internacional, es la serie de factores combinados mencionados en el párrafo anterior. Es la consecuencia de un fútbol que por tratar de aumentar sus estándares de profesionalismo y competitividad se ve obligado a regirse por los dictámenes del mercado, y a tornarse más comercial. Tales condiciones desde luego pueden acarrear conductas negativas (como los fraudes de arreglos de partidos detectados en Italia hace un tiempo atrás; o el relajamiento en los controles médicos, que dieron como resultado el fallecimiento de futbolistas en medio de algún encuentro); pero también han permitido que ciudades de escasa población ostenten un representante en las primeras divisiones de campeonatos de grueso calibre, como Auxerre en Francia o Villarreal de los Infantes en España. La verdad es que quien se guíe por el nivel de convocatoria de una entidad con el propósito de definir la seriedad profesional de ésta, peca de ingenuo. Y no sólo tratándose de clubes, sino a veces también de seleccionados nacionales (baste al respecto, citar los logros del combinado de Uruguay).

Perdonen los hinchas de Barnechea que se han sentido mal por haberlos empleado como ejemplo. Pero les aseguro que objeciones como las de Solabarrieta, que jamás van a tener en cuenta los méritos deportivos, las van a escuchar durante buena parte del 2012. Curiosamente, provenientes de sujetos que en su momento aplaudieron el aterrizaje del concepto de sociedades anónimas porque al fin el fútbol chileno iba a ser realmente profesional, no dependiente de dirigentes delirantes que asumían deudas y cuando se acercaba el plazo de pago, renunciaban (bueno: en eso estoy de acuerdo). Se olvidaron que una de las características del profesionalismo es que abre un abanico de alternativas al momento de financiar un club, en donde la asistencia promedio acaba siendo la menos utilizada, por poco confiable. Incluso, aquellas instituciones que se encuentran bajo la lupa debido a este tema, no presentan mayores problemas económicos, llegando a ser más estables en tal aspecto que otras más "populares". Respondiendo a las dudas que motivaron la redacción de este artículo, se podría concluir que la liga efectivamente es profesional. Aunque sea a la chilena.

                                                                                                                                                             

No hay comentarios: