miércoles, 10 de agosto de 2011

Siria, Sí; Inglaterra, No

¿Por qué los manifestantes de Siria tienen demandas legítimas y los de Inglaterra son simples delincuentes? ¿Por qué las protestas en los países islámicos forman parte de una "primavera árabe, mientras que las del Reino Unido sólo merecen ser catalogadas de disturbios? En todos estos lugares se han producido saqueos a tiendas e incluso a viviendas particulares, y en todos los casos la policía ha intentado disolver los desórdenes aplicando una violencia represiva que no dejado de arrojar su estela de muertos. Es cierto: las víctimas en las islas británicas apenas suman cinco, mientras que en algunos Estados musulmanes se cuenta por varios cientos, o al menos eso aseguran las cadenas de prensa occidentales, cuyos reporteros, amparados en una serie de excusas, han optado por no ingresar a las naciones sitas al sur o al este del Mediterráneo.

Sin embargo, se debe recordar que fue esa clase de información, obtenida a través de fuentes indirectas y no comprobables, en lugar de los datos recogidos in situ, los que justamente motivaron al primer ministro británico, David Cameron, a integrar una fuerza militar en contra de Libia, cuyo gobierno estaba siendo objeto también de reclamos. Entonces, se trataba de proteger a civiles que simplemente se mostraban hartos de una extensa dictadura militar. Bueno: los escépticos de seguro afirmarán que en realidad se buscaba apropiarse del petróleo de aquella nación, en medio de una coyuntura internacional de crisis financiera, incremento en el precio de los alimentos  y aumento de la pobreza y el desempleo, factores que precisamente han alentado las aglomeraciones callejeras tanto en Europa como en África y Asia. Quizá por lo mismo, es que el citado Cameron buscó dar una imagen de imparcialidad ante la opinión pública y hace unos días se unió al coro que le exigía al gobierno sirio acabar con las masacres y escuchar las legítimas solicitudes del pueblo. Algo que hizo con una vehemencia que auguraba un nuevo ataque bélico, pero que finalmente pasó a segundo plano tras suscitarse las postales que mostraban un Londres incendiado por las turbas juveniles. Era el momento de preocuparse por la situación interna, además de modificar el discurso: ahora no convenía apoyar o siquiera insinuar simpatía por una horda que, en determinado lugar, insistiera en derrocar a un gobernante. Después de todo, el señor Cameron era un miembro más del club, aunque haya sido elegido mediante las reglas de la democracia liberal occidental,  y no mediante una revolución socialista, el acuerdo de clérigos religiosos o la herencia del cargo (aunque Inglaterra sea una monarquía).

De acuerdo. Se podrá decir que Siria ha sido regido durante cuarenta años por una familia que durante todo este tiempo ha acaparado suficiente poder político y económico como para hacer de las suyas con el pueblo, situación que podría compararse con los Somoza en Nicaragua. También, que Libia ha sido manejado, en igual periodo de tiempo, con mano de hierro por Khaddafi, cuyo socialismo islámico es tan extraño que finalmente sólo deja lugar para sospechar que se trata de una fachada tejida con el afán de encubrir los intereses personales del líder. Pero, ¿en la isla cómo andamos? Si el Reino Unido es uno de los sitios más afectados por la crisis económica mundial, se debe a que sus sucesivas administraciones se endeudaron de espaldas a los votantes y aceptando créditos cada vez más elevados, y todo sin regulación de por medio. Es muy conocida la actitud de Tony Blair, el antecesor de Cameron, quien ordenaba la demolición de puentes o edificios que apenas contaban dos años de antigüedad, para reconstruirlos y así disminuir las cifras de desempleo. Una serie de conductas que, hasta en el uso más amplio de la palabra, constituyen corrupción. Y para ello no se requirió de un jerarca autoritario o injusto (o de alguno que los gobernantes europeos considerasen como tal, pues varios países árabes afectados por las revueltas, tenían sistemas de comicios periódicos), sino que se aprovechó la legislación de la "democrática" Inglaterra, cuya estructura política, basada en un parlamentarismo excluyente, que sólo permite la existencia de dos partidos y medio, fue elaborada por la misma clase social de la cual provienen los primeros ministros y los congresistas, muchos de los cuales están emparentados o mantienen lazos de amistad con la realeza.

Ante una situación que se arrastra por décadas, los británicos pedestres han dicho basta y se han comenzado a movilizar, del mismo modo en que lo hicieron los ciudadanos de Siria, Túnez o Egipto. Y en todos estos países han acontecido saqueos e incendios, que es la respuesta natural de una población desarmada frente a las injusticias de una administración tiránica. Sólo que mientras en un caso son legítimas las demandas, en el otro lo legítimo es la represión. El que las mujeres no tengan que usar el velo cuando salen de sus casas, o la mayor antigüedad de las instituciones, no necesariamente demuestra que en un determinado sitio haya más democracia y libertad que en otro. Incongruencia que se manifiesta en la actitud del gobierno inglés, que ha divulgado fotografías de supuestos saqueadores de tiendas a través de las cadenas de televisión e internet, atentando contra varios derechos humanos esenciales de las personas. Además de permitir la operación de pandillas de auto defensa con rasgos marcadamente neonazis, como forma de que los vecinos controlen a las turbas de exaltados. Mientras, asevera que los libios que en ese lugar salen manifestarse en favor de Khaddafi, si no son acarreados a punta de metralla, son pagados por las autoridades o se les ha prometido favores. Cameron ha olvidado que el descontento y el malestar son universales, y que también se pueden dar en el Primer Mundo.

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