miércoles, 16 de marzo de 2011

La Hora de Cerrar los Vientres

Es legítimo preguntarse qué pretende el ministerio de educación con el plan de sexualidad anunciado hace poco días. Sobre todo, porque estamos hablando de un gobierno conservador, no ya de derechas. Y además, el titular de esa cartera es un reconocido miembro del Opus Dei, aquella agrupación católica que fue capaz de ubicarse en el extremo ideológico de una institución que de por sí ya es bastante integrista y recalcitrante. Por supuesto, también en los términos de la moralina erotómana. Sin embargo, el carácter populista de esta administración en general, y de Joaquín Lavín, el secretario de Estado de marras, en particular, los impulsa a actuar en base a golpes de efecto cuya principal motivación es ganar unos puntos en la siguiente encuesta. Aunque a primera vista aparezcan traicionando sus principios más definidores. De hecho, la propuesta oficial consiste en lanzarles a las escuelas siete programas relacionados pero distintos en materia de enseñanza sexual, con el fin de que cada establecimiento escoja uno "de acuerdo a su orientación valórica". En otras palabras, una oferta comercial adaptada para un grupo de consumidores cuyo presupuesto es su propia conciencia. De seguro que los ideólogos de tal iniciativa no han evaluado ciertas variantes, como por ejemplo, la posibilidad de que un colegio sea influenciado por alguna autoridad local a escoger un determinado conjunto de lecciones, lo más probable -atendiendo al cuño político de esta legislatura-, la que se acerque más a las opiniones de los curas. Si bien, reflexionando un poco, se puede concluir que sí tomaron en cuenta esa clase de factores, a fin de encauzar las inquietudes de los alumnos por el derrotero de su particular visión sobre el tema.

No obstante, hay que reconocer que, con todas sus imperfecciones y sus segundas lecturas, esto, si se llega a poner en práctica según lo enunciado, representará un paso adelante en una materia en la cual hace tiempo que no existe nada (bueno: por eso es que justamente representará un paso adelante). Los sucesivos mandatos de la Concertación, entrampados en la búsqueda de un consenso que derivó en una obsesión cuasi religiosa, y temerosos -quizá por ese mismo patético intento de misticismo- de las reacciones negativas de la curia católica (que por haber ocultado a unos cuantos miembros de ese conglomerado, la mayoría parientes de sacerdotes, se siente con la atribución de exigirles la vida a todos los demás), siempre trataron de evadir este asunto. Las frustradas JOCAS no se pueden considerar porque murieron apenas nacidas y ante la primera queja de un obispo. Y en épocas posteriores, la única medida tomada -de carácter negativo y con resultados contraproducentes- fue la entrega de una ayuda monetaria a las madres adolescentes. Estamos de acuerdo en que los bebés no deben pagar las culpas de otros; pero a la larga, dicha solución se transformó en el método más asertivo a la hora de esquivar el bulto. Las muchachas le dieron un sentido positivo a la preñez prematura, acentuado por el hecho de que nadie les indicó las nefastas consecuencias económicas, académicas y sociales que conlleva parir a tan temprana edad: tanto para ellas como para sus hijos. Era una forma de evitar conflictos con la institución romanista; pero también una forma de proveer obreros baratos en abundancia, en especial cuando las mujeres de estratos más altos y con estudios universitarios se han puesto más remolonas y su tasa de fecundidad decae. Incluso estos alumbramientos irregulares han mantenido la frecuencia de la natalidad en niveles aceptables para los grupos más reaccionarios de este país, lo cual se ha tornado un círculo no sólo vicioso sino también malintencionado.

Ahora: los programas que se pretende implementar -al menos de acuerdo a las afirmaciones del propio ministro de educación-, abordarían cuestiones que para un segmento de la sociedad son sensibles, como la homosexualidad y el aborto. Pero también, otra vez atendiendo a las declaraciones de Joaquín Lavín, buscarían prevenir el siempre indeseable embarazo adolescente. Ojalá que ésta sea una excepción a la pirotecnia vacía e intrascendente que los personeros de este gobierno nos tienen acostumbrados ya desde antes de su asunción. Porque la verdad, tratándose de Chile se necesita mucha valentía para acometer esa clase de emprendimientos. Pues para ello se requiere afirmar que, al menos bajo determinadas circunstancias, la preñez y el dejar descendencia puede significar algo horroroso e inaceptable. Lo cual va en contra del discurso aceptado y aceptable, donde a cada rato se insiste en que tener hijos es la máxima bendición que le puede suceder a una persona. Y quien no se pliega a ese carro de la victoria, aunque sólo diga que la soltería es una opción respetable, arriesga ser tildado de inadaptado social -eufemismo moderno para señalar al réprobo- y ser acechado por sicólogos, ministros religiosos varios y hasta amigos y familiares bravucones.

Una educación sexual no estará completa mientras no se establezca que, al menos en ciertas ocasiones, tener vástagos puede ser algo horrendo y maligno. Simplemente porque es una realidad. Por lo mismo, lo más adecuado no es prevenir el embarazo adolescente sino el embarazo en general. En ese sentido, vale la pena rescatar esos libros de biología distribuidos por la dictadura militar donde se hablaba de la paternidad responsable -que se entendía en sentido recíproco, por lo que se incluía a la maternidad-. Es cierto que se trataba de lecciones adecuadas al contexto represivo propio de la época, donde por ejemplo una joven que concebía debía abandonar el colegio y sólo tenía la posibilidad de continuar estudios en la enseñanza vespertina, lo cual daba lugar a aberraciones que hoy día parecen inverosímiles, como alumnos de tercero o cuarto medio casados y con hijos, y enseguida separados antes de su licenciatura. Sin embargo, a la luz de lo que ha acaecido después, es difícil asegurar qué es mejor o peor. Siendo honestos, no le vendría nada de mal a este país una avalancha de propuestas destinadas a desincentivar la natalidad. Una campaña en favor del cierre de vientres.

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